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Último primer día en plaza Arenales de Villa Devoto.

Un cronista compartió con alumnos de diez colegios porteños la madrugada de fiesta antes del comienzo de clases.

A medida que uno se aproxima a la plaza Arenales de Villa Devoto se cruza con grupitos de chicos que caminan en la misma dirección. A 30 metros, el silencio de la noche se transforma en una silbatina y el ruido de los bombos ofrece la sensación de estar acercándose a un estadio de fútbol. Son muchos y cada uno a su manera parece estar viviendo una fiesta única e inigualable: así es como cada uno de los alumnos de distintas escuelas de la zona viven su Último Primer Día (UPD).

Último primer día en plaza Arenales de Villa Devoto.




El punto neurálgico de la fiesta es el centro de la plaza Arenales, donde flamea una bandera argentina. En las entradas a la plaza está lleno de agentes y patrulleros de la policía de la Ciudad. Junto con personal de tránsito, custodian el lugar y les revisan a los chicos las mochilas y lo que llevan: no pueden acceder con alcohol. Pero se nota que han bebido antes.



Son las 4 de la mañana y en Villa Devoto llovizna. Pero nada impide que lleguen más y más chicos. Todos egresarán a fin de año de los más de 10 colegios secundarios de la zona

Llegan abrazados y festejando, con alegría, un poco “manija”, como dicen, por la celebración y otro poco porque ya el alcohol consumido previamente empezó a surtir efecto.

Cada grupo de egresados se distingue de qué colegio es por usar diferentes remeras que pintaron con distintos colores. A todas, les escribieron UPD o diferentes frases con números y apodos. O simplemente llevan puestas las remeras con el escudo de su colegio personalizadas a su gusto. Juan, Nicolás y Emiliano están con sus remeras azules del colegio San Ramón y mientras festejan en la noche frenan para contar que la la están pasando "muy bien" o simplemente que todo está “de ruta”.

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El Hospital Zubizarreta funciona como un refugio para los chicos, al igual que las casas de los alrededores, por la lluvia que ahora empieza a ser un poco más intensa. Sin embargo, los jóvenes siguen llegando a la plaza.



Un policía dice que "este año (el UPD) es más tranquilo que el año pasado". Mientras lo dice, dos efectivos frenan a un chico que quiere ingresar con un vodka. Se lo sacan y lo dejan ingresar.



Son las 4.10 y cada vez llegan más alumnos. Corean cantitos de cancha reformulados con el nombre de su colegio y disfrutan de esta noche única, con cierto descontrol pero sin incidentes. Bariloche ​y Diciembre todavía quedan muy lejos y viven este momento como si fuera la última noche de sus vidas.



También se ven muchos padres que observan todo lo que acontece desde sus autos o parados en una esquina de la plaza. Algunos prefieren no hablar, otros sí. Fabiana, que es madre de una chica que este año se egresa del colegio Nuestra Señora de Gracia y Buen Remedio, dice: "No estoy de acuerdo con esto, pero no lo puedo evitar". Está arriba de su auto, sobre la calle Chivilicoy.

"En el caso del colegio de mi hija alquilaron un salón desde la 1 hasta las 4. Obviamente iba a haber alcohol. Pero había seis padres, tres hombres y tres mujeres, que controlaban todo. Se divirtieron y la pasaron bien. A mi me tenía preocupada, pero por suerte salió todo bien. De todos modos, ella quiso venir a este festejo", cuenta la mamá y explica que cuando su hija termine de festejar la sube al auto y la lleva al colegio a las 10.

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"Son cosas que uno como padre no quisiera que pasen, pero pasan igual. Solo hay que estar presentes. Acompañarlos y verlos. Mi hijo no sabe que vine. La verdad es que con lo que pasa en la sociedad hay que estar presente", dice Adriana, que prefirió no nombrar el colegio de su hijo.

Dos chicos, Pablo y Nadia, están charlando apoyados en un auto. Cuentan que "previaron" en un salón desde las primeras horas de la noche hasta las 2 de la mañana, cuando llegaron “corriendo hasta la plaza”. Pablo dice que la están pasando "excelente" y Nadia asiente mientras llega el papá de uno de los chicos y afirma que el UPD lo vive "mal". "Estamos sin dormir", dice el hombre. Su esposa, en cambio, dice que está contenta porque "por lo menos hay controles".

"Es para ver cómo es esto", dicen dos padres que charlan.

Suenan bombas de estruendo, hay bengalas de colores y el sonido es ensordecedor por los bombos, platillos y los silbatos. Muchos chicos se sientan en los bancos que están en la plaza y charlan de lo que vivieron en la noche y lo que se viene en las próximas horas: cómo van a “caer” a sus colegios.

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"De ruta, no me importa lo que digan hoy me voy a una partusa porque por vos no lloro más..." se escucha de un grupo de chicas que vienen cantando por la calle Nueva York. Entonan la melodía del nuevo tema del Dipy, que por estos días es la canción que no puede faltar en las playlist de cada previa. "Arrancamos en una casa hasta que 2.30, la policía vino varias veces a jodernos con que si seguíamos con el quilombo nos iban a meter una multa”, dice Juan Martín. Agrega que el UPD "está muy bueno. Y que todo es muy 'nazi'. Porque te juntas con amigos de otros colegios a pasarla bien y nada más".

Son las 4.30 y es el punto máximo de la fiesta. Dentro de la plaza cada colegio se suma con sus propias remeras, su propio cotillón, parlantes inalámbricos y su alcohol (latas de cerveza, fernets y vodka con jugo) -que lograron esquivar del control policial- para bailar y hacer pogo en el centro. Reinan las selfies, los saludos entre conocidos de otros colegios y la alegría. No se ve un descontrol de alcohol y desenfreno. Los chicos se divierten sin peleas ni conflictos.

"Estamos pasándola re bien. Súper bien. Cuando termine nos vamos al colegio caminando", dice Julieta, de 17 años, que prefirió no mencionar de qué colegio es. Lo mismo dice Valentín, de 17 años, alumno del Colegio Gracia y Buen Remedio: "La estoy pasando bien, viendo a todos los pibes divertirse. Este día para mí es interesante y bizarro".

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A las cinco, Sofía y Tomás, del Instituto Evangélico, se retiran de la plaza luego de haberla pasado "muy bien". Dicen que se van a lo de un amigo a cambiarse y luego emprenderán la caminata hacia el colegio. El cambio de vestimenta para algunos chicos es obligatorio ya que muchas escuelas no los dejan ingresar si no lo hacen con el uniforme correspondiente.

A las 6 de la mañana, el ruido ensordecedor comienza a cesar y el lugar se va desconcentrado. Los chicos van buscándose por curso para irse juntos. Algunos se suben a micros que contrataron, otros se suben a los autos con sus padres o simplemente se van caminando. Todos hacia un solo destino: sus colegios. Allí habrá nuevamente bombos, banderas y cotillón para festejar su UPD que con el amanecer se irá diluyendo y solo quedarán los próximos festejos que por ahora están demasiado lejos: el viaje a Bariloche y la fiesta de egresados.

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