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Dibujos que sanan: les hace tatuajes gratis a los que necesitan tapar cicatrices.

Nicolás Santoro, de Villa Ballester, tiene 70 vecinos en lista de espera. Los ayuda a disimular sus marcas en la piel.

Poco tiempo pasó desde que los tatuajes dejaron de ser un arte tabú para la sociedad: para muchos, llevar tinta en la piel era sinónimo de rebeldía o hasta delincuencia. Nicolás Santoro, vecino de Ballester, lo vivió en primera persona: “A los 16 años me hice mi primer tattoo. En ese entonces, si tenías tus brazos pintados, la gente creía que habías estado en la cárcel”. Pero lo que parecía imposible de aceptar, no solo se volvió una costumbre, sino que además se transformó en un modo de sanar historias del pasado.

El tatuador Nicolás Santoro comenzó en 2019 y tiene muchos pedidos. “Trato de atender a todos, pero trabajar con la piel lleva tiempo”, dice.




Son muchas las personas que se ven acomplejadas por las cicatrices que llevan en su cuerpo. Producto de quemaduras, accidentes o cirugías, éstas marcas se vuelven una tortura para aquel que no logre convivir con ellas. Algunos evitan ciertas prendas a la hora de vestir, otros las esconden con el pelo y más de uno intenta taparlas con tinta.

Con el objetivo de ayudar a quienes sufren al ver su herida al descubierto, Santoro puso a disposición su talento para tatuar, ofreciendo de forma gratuita sus diseños. “Conocí a varios que estaban desesperados por cubrir sus cicatrices y, por la dificultad del trabajo, en otros estudios debían pagar $10.000”, asegura Nicolás, de 34 años. Y explica: “Así decidí empezar con Tatuajes Sanadores, una iniciativa a la que todos los tatuadores nos deberíamos sumar”.

“Las flores son los diseños más elegidos”, cuenta el tatuador que comparte sus trabajos en su Instagram (@nicosantorotattoo).

Consultó con decenas de artistas expertos en este tipo de trabajo, se asesoró con profesionales y vio una gran cantidad de videos en Internet antes de comenzar con el proyecto.

“Cuando alguien se contacta conmigo para iniciar el proceso, lo primero que hago es pedirle muchas fotos de su cicatriz y analizar el caso”, cuenta el vecino de San Martín. Y continúa: “Luego, invito a la persona a mi estudio para hacerle una entrevista. Me gusta saber la historia detrás de esa marca y tocar la zona para asegurarme de que la herida tiene al menos dos años”.

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Una vez llegada la hora de elegir el diseño, Nicolás le propone a su cliente una serie de opciones: “Planteo lo que me parece que puede quedar bien para esa parte del cuerpo y, en base a eso, lo vamos modificando en conjunto”. Realizar una figura geométrica o lineal, se vuelve casi imposible si la piel no está llana, por eso generalmente se eligen otro tipo de formas: “Las flores son los diseños más pedidos porque, en estos casos, los pétalos quedan bien y prolijos”.

"Me da mucha satisfacción saber que con mi arte puedo ayudar a sanar las marcas que deja la vida”.

Si es necesario, coloca una crema anestesiante en la zona para reducir el dolor. Y poco a poco, inicia su trabajo con las agujas. “Apenas arranco, algunos ya se ponen a llorar de la emoción”, revela. Conmovido, recuerda el caso de Agustina: “Una chica de 17 años vino a pedirme ayuda. Cuando era muy chica, una olla de agua hirviendo se volcó sobre su cuerpo dejándole un montón de marcas. La más grande, en su brazo, le generaba una vergüenza absoluta”.

Nicolás posa con Agustina, una joven a la que ayudó con las cicatrices que le dejó un accidente doméstico.

Nicolás aceptó esa responsabilidad: “Me dio mucha satisfacción saber que pude curarla y que mi arte sirvió para ayudar. No me imagino cómo se debe sentir un médico”.

Más de setenta personas están en lista de espera: “Trato de agarrar todos los casos pero me lleva tiempo trabajar con pieles disparejas y ríspidas ”. Y aclara: “Me gusta hacer un seguimiento de cada persona que pasó por mi estudio para ver como va la cicatrización y si necesitan algo”.



El diseño que eligió Vanesa, una vecina que a los 7 tuvo un accidente y pudo disimular la marca con la que cargó durante años.

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Nicolás recibe a diario una decena de mensajes de agradecimiento. “Me emociona que me envíen fotos luciendo partes de su cuerpo que por años intentaron esconder”, afirma.

Ahora, se anima a ir por más: “No tuve la oportunidad, pero si puedo ayudar a una persona que tuvo cáncer de mama, lo aceptaría sin dudar".

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