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Vélez venció a Arsenal.

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Futbol.

En Sarandí, el conjunto de Liniers descubrió el triunfo en la última pelota; el gol fue anotado por Guillermo Franco, el reemplazante de Silva; un equipo con personalidad, más allá de las ausencias. Por Carlos Travaglini .
Vélez le demuestra a los ateos que hay que creer. Los agnósticos deben rendirse a su personalidad. Aunque parezca perdido, aunque su mejor impulso se asemeje solamente a una declaración de deseos, la religión de Vélez es inequívoca: ganar, sólo ganar. Lo mereció, claro que lo mereció. Pero sólo en la última bola celebró el triunfo fantástico, en Sarandí, frente a Arsenal. Un 1 a 0 marcado por Guillermo Franco, luego de un centro de Jonathan Ramírez (uno de los nuevos). Lo que demuestra, por si hiciera falta, que si no está el gol del Pelado Silva, puede aparecer su reemplazante... y definir un partido cerradísimo.

Vélez es el mismo. Aunque, en realidad, es otro, es diferente. Es el mismo porque conserva la voracidad ofensiva, la capacidad de sobreponerse a la adversidad y la mentalidad ganadora. Es diferente, sobre todo, porque perdió la magia. Al menos, un par de varitas. Maxi Moralez y Ricky Maravilla Alvarez ya no están: fueron transferidos. Y hay noches (como la de anoche) que avanza con la potencia de siempre, con la valentía acostumbrada, pero la ausencia del Pelado Silva le suele jugar en contra. Ramírez juega bien, Canteros es un interesante proyecto y Franco expone experiencia en los metros finales, pero no son exactamente lo mismo. Al final, claro, el correntino se burló de los preconceptos.
Parecido, aunque diferente. Con el Burrito Martínez, con Augusto Fernández, con los apellidos que se consagraron apenas meses atrás, Vélez firma los partidos con la misma vocación. Pero no siempre le sale bien. Sobre todo, cuando se encuentra con escenarios reducidos, como en Sarandí y contra adversarios indescifrables, como Arsenal. Se conoce la interesantísima propuesta de Gustavo Alfaro: suele tener todo planificado, todo bajo control. Así juega: con el manual del tacticismo en el bolsillo. Es muy bueno planificar. Y mucho más, cuando sale casi, casi, a la perfección. Es que, en el último tiro...

Por eso, por momentos, Vélez ensayó disparos desde afuera. Intentos que surgían motivados desde el círculo central y que finalizaban centímetros antes del área. Es que hasta allí se podía avanzar. Hasta allí se podía crecer. Sólo hasta allí.

Tuvo más y mejores acciones de riesgo Vélez durante la primera mitad. Expuso su mejor rendimiento colectivo, en un par de chispazos interesantes, como un disparo lejano de Augusto Fernández, que chocó contra el travesaño y se marchó por detrás del arco y, más tarde, una salvada genial de Burdisso, en la línea, no le permitió el festejo de Franco. Arsenal siempre estuvo a la sombra del equipo del Liniers, pero también tuvo lo suyo: un envío de Aguirre pegó en un palo.

Más tarde, aún desgastado, Vélez intentó siempre. Como un envío de Ramírez que pasó cerca, lanzado desde antes de pisar la mitad de la cancha. Fue, buscó. Pero sobre todo: creyó. Vélez tiene suficiente personalidad.

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