EmigrĂł a Valencia y escribiĂł una conmovedora carta: “Seamos empáticos y no discutamos si acá o allá es mejor o peor”
EmigrĂł a Valencia y escribiĂł una conmovedora carta: “Seamos empáticos y no discutamos si acá o allá es mejor o peor”
Yanina Pintos (34) junto a su marido Cristian Cerini (40) y su hijo Luca (2) cerraron las puertas de su casa en Villa Devoto despuĂ©s de tomar una decisiĂłn trascendental y que venĂan analizando desde 2019: emigrar a Europa. La familia buscaba un cambio de vida y el 14 de octubre llegaron a Italia, donde permanecieron 9 meses en Ostia, mientras tramitaban los papeles para establecerse.
Como Cristian tenĂa la ciudadanĂa italiana, habĂa que esperar que su mujer y su hijo obtuvieran los papeles para quedarse en el paĂs y poder trabajar. Finalmente, despuĂ©s de 9 meses, decidieron mudarse a Valencia, en España, ciudad a la que llegaron el 30 de mayo pasado.
“Nuestra idea era quedarnos en Italia, pero la pasamos realmente mal, porque llegamos en noviembre cuando estaban aĂşn las restricciones y reciĂ©n terminaron la semana pasada. Fue un confinamiento total y estuvimos 9 meses sin ingresos, porque no podĂamos trabajar. Los trámites tardaron muchĂsimo y las oficinas administrativas abrĂan solo una vez por semana. Mi marido entregĂł 20 currĂculums y nadie lo llamĂł”
La pareja decidió que era hora de buscar un nuevo destino y apuntaron a España. Estaban entre Barcelona, Málaga y Valencia, pero finalmente se inclinaron por esa última ciudad.
En Buenos Aires, Yanina trabajaba como doula -acompañamiento para embarazadas- y puericultora, mientras que su marido se desempeñaba técnico mecánico y diseñador gráfico. A la semana de llegar a Valencia, pudieron formalizar la residencia y Cristian consiguió los papeles necesarios para trabajar. Ahora, tiene un empleo como mecánico de autos, haciendo mantenimiento general en una empresa que tiene muchas franquicias en España.
Por el momento, Yanina se dedicará a su hijo, Luca -que en septiembre empezará la escuela- y, mientras tanto, estudia marketing digital.
“Desde que llegamos, siento que Valencia es mi lugar en el mundo. Estoy encantada. Me gusta su arquitectura, su gente y su diversidad. Nos encontramos con una ciudad donde el transporte pĂşblico es brillante, en todos lados la atenciĂłn es personalizada y está lleno de actividades para los chicos. Lo más importante es que acá podĂ©s proyectar, tenĂ©s estabilidad econĂłmica, podĂ©s ahorrar y no hay inseguridad”, enumerĂł.
“No volverĂa a vivir en Argentina. Me imaginĂ© que el desarraigo iba a ser mucho más duro. Pensaba que iba a llamar a mi mamá llorando, pero nos pasaron cosas fuertes y no tuve tiempo de extrañar. Siento que la situaciĂłn general viciaba todo y que terminabas discutiendo por polĂtica. Hoy, está quien tiene que estar”, asegurĂł.
“Dejamos la Argentina porque el proyecto de vida que tenĂamos tocĂł techo, tanto para los estudios, para los gustos, para los pasatiempos... para la vida en general. Nuestro proyecto de futuro no podĂa ser en la Argentina, como tampoco pudo ser en Italia y terminĂł siendo en Valencia. QuerĂamos trabajar de lo que nos gusta, vivir con nuestro sueldo y no sobrevivir... Cuando fui mamá, me di cuenta que no valĂa la pena pasar tantas horas separada de mi hijo, simplemente para pagarle la obra social o el jardĂn. Me di cuenta que salĂa a trabajar sĂłlo para pagarle eso”, sostuvo.
Al igual que lo hace con sus amigas, hoy Yanina ayuda a travĂ©s de su cuenta de Instagram a aquellas personas que deseen emigrar y que tengan dudas. Les advierte que no es fácil, que conseguir trabajo no es tan simple y que, a los tres meses, no van a poder ahorrar mil euros. v “No es todo color de rosas, uno se tiene que adaptar a nivel econĂłmico y emocional. Comparo mucho a la emigraciĂłn con la maternidad -porque es lo que estudiĂ©- y me encontrĂ© siendo la madre de mi amiga que cito en la carta. Esa historia existiĂł, pero yo no entendĂa a la mamá de LucĂa, pero ahora sĂ. A mis amigas les digo que las voy a apoyar siempre si quieren emigrar, igual que lo hago desde mi cuenta de Instagram para quienes lo necesiten @familiamigrante “, dijo.
“Programamos el viaje a Europa para marzo de 2020 contemplando el clima, los dĂas laborales y el precio de los aĂ©reos... Lo Ăşnico que no contemplamos fue la pandemia, el cierre de fronteras y la desilusiĂłn con la que convivimos durante gran parte del año pasado. Esta historia, por suerte, tiene un final feliz porque pude escribir esa carta desde Valencia”, explicĂł.
Con su carta, Yanina busca que quienes deciden dejar el paĂs sean mirados y tratados con empatĂa, para que puedan decidir su futuro de una manera libre y sin sentirse bajo presiĂłn, o que sean objeto de crĂticas.
“Emigrar es un proceso complejo en lo emocional y en lo econĂłmico. Hay distintas experiencias, pero todos pasamos obligatoriamente por el desarraigo, las despedidas, la soledad, la ansiedad, la felicidad... Es una verdadera montaña rusa de emociones. A muchas de esas emociones me gusta plasmarlas en posteos, notas o, simplemente en mails, que quedan en un borrador durante mucho tiempo. Pero, esta vez, quise compartir lo que siento en esta carta”, afirmĂł.
“Tenemos que aprender a valorar y respetar la migraciĂłn del otro: por algo sucede y por algo uno lo elige... En la vida uno elige y emigrar es una elecciĂłn. Es una decisiĂłn muy personal y no ha que descalificar a la emigraciĂłn del otro. Nunca se juzga a un futbolista que elige jugar en Europa, pero sĂ se juzga a una pareja de arquitectos jĂłvenes que eligen el mismo destino. Hay poca empatĂa con la emigraciĂłn de quienes nos fuimos del paĂs a buscar un futuro mejor”, finalizĂł.
“CorrĂa agosto de 2001 y estaba enojada... Muy enojada, porque los padres de mi amiga habĂan decidido irse de Argentina y eso me sonaba tremendo. ¿CĂłmo se la iban a llevar? ¿Por quĂ© era una despedida tan triste? ¿Por quĂ© le hacĂamos cartas y llorábamos, como si de repente la despedida fuera para siempre? Éramos chicos y tenĂamos una realidad desvirtuada, pero para los adultos corrĂa el 2001. SĂ, el 2001, y LucĂa se fue a vivir a España.
20 años despuĂ©s, lo entendĂ. Fui yo quien ocupĂł el lugar de una mamá que se lleva a su hijo a otro paĂs, pero esta vez contaba el cuento desde el otro lado, considerando tener buenas razones, proyecciones positivas y grandes esperanzas en este proyecto. El proyecto de emigrar, poniendo el cartel de “vendo todo y me voy”
¿Por quĂ© te vas? ¿Odias a la Argentina? ¿Estás mal? ¿Sos vende patria? Me preguntaron todo eso y más, pero nada de eso señores: la respuesta ya fue dada. Mi proyecto de vida era distinto al que me ofrecĂa ese bello paĂs.
Me casĂ© con un descendiente de italianos, y fue junto a Ă©l y a nuestro pequeño Luca que emprendimos este proyecto. En primera instancia, comenzaba en marzo de 2020, pero el coronavirus nos sorprendiĂł y nos dejĂł sin viaje, sin trabajo y sin muebles, solo con expectativas y desilusiones. Hasta que allá, por septiembre de 2020, encontramos una manera de entrar a Italia. SĂ, como si nos estuviĂ©ramos escapando de algo, buscando maneras y opciones para poder entrar a un paĂs en el año 2020 (en un contexto de pandemia).
Fueron 8 meses que “la cittĂ eterna” (Roma) nos albergĂł, mientras realizamos los trámites del reconocimiento de la ciudadanĂa, acompañados por el confinamiento, el frĂo, la negativa con el idioma y la falta de una rutina. Cuando logramos finalizar los trámites, entendimos -al fin- que cada paĂs tiene su burocracia y que la de Italia en particular no se destaca por ser rápida ni prolija. Con cada paso que dábamos, aprendĂamos algo nuevo y trabajábamos arduamente la paciencia y la tolerancia.
DespuĂ©s de evaluarlo y meditarlo muchĂsimo, decidimos abandonar Italia. No creĂmos que ese fuera nuestro lugar y emprendimos una nueva etapa, en este proyecto que significĂł instalarnos en la increĂble ciudad de Valencia, España. Y bueno, acá estamos, viendo cĂłmo continĂşa esta historia.
De lo que estamos seguros es que nuestra decisiĂłn fue la correcta, que emigrar es difĂcil, costoso y lento pero, cuando tu convicciĂłn es la de estar mejor, podĂ©s hacerlo. “SĂ Yani, en cualquier lugar del mundo”, me dirán muchos y les digo que no, en cualquiera no.
Cada historia es diferente, cada migración conlleva una historia de vida distinta. Entonces, seamos empáticos y no discutamos si acá o allá es mejor o peor. Creamos que, como individuos, tomamos decisiones por un bien, respetemos esas decisiones y seamos responsables de ellas. Hay que sostenerlas para vivir cómo y dónde queremos, y poder ser felices sin joder al prójimo.
Hoy, entiendo a los padres de LucĂa que se bancaron todas nuestras crĂticas por su emigraciĂłn: entiendo y admiro como supieron llevar adelante su proyecto familiar.
Si sos una LucĂa, o su familia, o una amiga de la familia de ella, que está en un proceso de emigraciĂłn, apoyála, que seguramente está buscando lo que para ella es un camino mejor.”
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