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Maradona en Villa Devoto, el barrio que eligió luego de Fiorito y La Paternal.

Fue donde estuvo más tiempo mientras vivió en Buenos Aires. Su leyenda perdura en bares, pizzerías, casas y esquinas. Cada rincón tiene un recuerdo del mejor del mundo.



Maradona en Villa Devoto, el barrio que eligió luego de Fiorito y La Paternal.




La Mitsubishi Montero negra frenó en el semáforo de Beiró al 4200, mano a General Paz. Y ahí cometió la primera infracción: dobló hacia la izquierda. La segunda falta fue ahí mismo, sobre Sanabria, una de las calles más transitadas de Villa Devoto, y por la que pasaban y pasan dos colectivos. Aceleró en contramano hasta la otra esquina.

Al llegar a José Pedro Varela, frenó en la puerta de "El café de García". En la maniobra para estacionar sobre la ochava, tocó a un auto. El otro automovilista bajó dispuesto a pelearse. Estaba muy enojado. El que sería su rival, salió de la camioneta y se dejó ver: de ojotas, short y musculosa. Era Diego Armando Maradona.

"Diego, hacelo mierda si querés... te dejo", dicen en el café que dijo el dueño del auto chocado, después de reconocerlo, saludarlo y abrazarlo. Un policía tuvo la misma actitud. Se acercó para multarlo, pero cambió de parecer al ver quién era el infractor. En el café lo esperaban dos clientes habituales, de los tantos que paraban en el lugar: Coco Villafañe, su suegro, y Carlos Fren, su compañero en la dupla técnica de Mandiyú de Corrientes y Racing.

El recorrido de Maradona...



"Los orígenes del Diego son en Fiorito. A los 15 años, Argentinos Juniors le regala una casa y se muda a La Paternal. Pero cuando pasa a Boca y puede eligir dónde comprar su casa por primera vez, se viene a Devoto. Desde ese día, siempre se relacionó con nuestro barrio", dice uno de los clientes del café. Y continúa: "Es más: compró otras propiedades. Todas están del otro lado de Beiró, que es la zona residencial del barrio. Pero Diego siempre vino para este lado, donde vivimos los laburantes".

En el Café de Garcia, en Villa Devoto, hay camisetas y cuadros de Maradona que él mismo firmó en persona en el lugar.

Aquella primera casa de Maradona en Devoto es la de Cantilo 4452. Desde ese día, la historia del barrio cambió. Tanto, que podría organizarse un tour contando la relación entre la familia, Devoto y sus lugares. Primero, porque cientos de vecinos de la zona y alrededores se acercaron a festejar frente al inmueble, el título mundial de 1986 y el pase a la final de 1990. Segundo, porque los más chicos llegaban constantemente en bicicletas. Tocaban la puerta y preguntaban si se encontraba Diego. "Lo más loco es que te abrían todos los días. Los familiares nos daban unas tarjetitas que tenían su firma y nos volvíamos contentos", recuerda un remisero de una agencia de Lope de Vega.

Más adelante, Diego compró la propiedad de Segurola 4310 (y Habana), que quedó en la memoria de todos a partir de su cruce con Julio César Toresani, invitándolo a pelear en esa esquina, en la que hoy hay pasacalles, flores y cartas que lo recuerdan. Es más, la semana pasada la Legislatura porteña votó colocar una placa en la que será la "esquina Diego Maradona".

La tercera es una casa ubicada sobre Pareja, a la altura de la Plaza Arenales. Allí, en la actualidad, funciona la inmobiliaria "Maradona Propiedades", de uno de sus hermanos. Otra propiedad que compró Diego, para otro de sus hermanos, está en Nazarre y Benito Juárez. Y otra en Bahía Blanca y Mosconi.

Los botines de Maradona en el Bar de García. Diego creyó que los había perdido hasta que los vio colgados allí- Y descubrió que se los había llevado su suegro, Coco Villafañe.

Diego, además de relacionarse con el barrio, se relacionó con General Lamadrid, el club del barrio. Solía ir con Claudia a los bailes de carnaval y los lunes de 21 a 22 alquilaba la cancha de 11 para jugar con Jorge Cyterszpiler y otros amigos. En 1987 un periodista de la revista El Gráfico le preguntó si se retiraría en Boca. Respondió que no. Que su retiro sería jugando en Lamadrid, jugando de dos, por ser el equipo de su barrio.

"Una de las veces que vino, agarró una bola del pool", cuenta Juan, uno de los mozos de El café de García. "Se puso a hacer jueguitos y de un rodillazo, metió la bola en una de las esquinas". Apenas entró, se detuvo a ver los cuadros con sus imágenes. Pidió firmarlos. En esa visita descubrió un par de botines que habían sido suyos, colgados. Los había regalado Villafañe. Maradona se enojó con él. Porque creía haberlos perdido. Pero aclaró que se alegraba de que estuvieran en el bar.

Durante años, para cada cierre de año, el café invitaba a sus clientes de siempre. Esas noches se podía comer, tomar y consumir lo que quisieran, sin cargo. Diego se apareció varias veces, invitado por los clientes. Se sumó a los festejos como uno más. Incluso, hasta participó de un asado en el galpón de uno de los habitués. Pero lo más recordado es lo que pasó el día que llegó en la Montero.

Pareja 4069. Es otra de las casas que compró Diego Maradona. Allí funciona Maradona propiedades, inmobiliaria de uno de sus hermanos.

Diego decía tener un casamiento o un evento para la noche. Su problema, planteó, era que si volvía a su casa a cambiarse, Claudia no lo dejaría salir. Entonces, un par de clientes cruzaron a un local de ropa. El dueño era un turco, que en su vida imaginó que terminaría vistiendo a Maradona. Faltaban los zapatos. Llamaron a otro comerciante, de la vuelta. "Está Diego y necesita zapatos. Traete un par de modelos", le pidieron. Y así se fue.

Los chicos no eran los únicos que frecuentaban la casa de Cantilo. Rodrigo vivía a dos cuadras. Cada vez que tomaba un taxi o remís para regresar a su hogar, el chofer preguntaba lo mismo: "¿te jode si entro por Cantilo? Para ver si lo enganchamos al Diego". Los 29, los Maradona pedían ñoquis a Milena, un local del barrio. Los jóvenes que trabajan de deliverys se peleaban por ir. Luego de recibir los 2 pesos de propina de Don Diego, le preguntaban por su hijo. Nunca estaba.

"En esa misma manzana vivía un ciudadano chino", cuenta José Pintimalli, agente inmobiliario del barrio. "Cada fin de año, era como una especie de competencia por ver quién tiraba más fuegos artificiales". Una parte del barrio recuerda a Maradona por lo mismo. Que a las 3, 5 o 6 de la mañana sonaran todo tipo de proyectiles, era señal de que Diego había llegado a la casa.

Pizzería El Fortín. Allí Maradona solía pedir pizza.

Pintimalli, en la inmobiliaria que lleva su nombre, recuerda varias cosas más: que la inmobiliaria que le vendió la casa de Cantilo quedaba en Segurola y Beiró, y fue famosa por esa venta. Que Diego paraba en un bar de copas de San Martín y Navarro. Y que solía frecuentar el restaurante Viñetas Porteñas, de Beiró al 3300. En ese lugar se organizó la última cena para el plantel de la Selección, antes de viajar a México. Y a la vuelta, festejaron en el mismo lugar. A Diego también se lo veía en scooter. Muchas veces pasaba por la casa de Sergio "Checho" Batista, en Beiró y Segurola. Si no lo encontraba, le pedía al dueño de la tintorería que estaba enfrente que le dejara su mensaje apenas lo viera llegar.

Otro lugar histórico de la zona en el que se lo vio es la pizzería El Fortín. Allí, cuenta Sebastián, nieto de los fundadores, entró Diego una vez. Intentó comer una porción de parado, una acción clásica para todos los vecinos y no vecinos. Pero no pudo. Los clientes se le abalanzaron tanto que se tuvo que ir. Otras veces llegaron sus choferes o asistentes, encargando pizzas que decían ser para Diego. Villafañe, el suegro de Maradona, era cliente fijo. De esos que pasan tres o cuatro veces por semana por la barra de la pizzería.

"Los medios hablan de Fiorito, Nápoles, La Paternal. Pero no dicen nada de la parte de Devoto", opina Norberto Malaguti, presidente de la Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto. "Está claro que el barrio le gustaba. No solo a él, sino a toda la familia. Fijate que pasó por quintas, countries. Pero a las propiedades de Devoto nunca las vendieron. A Don Diego se lo podía ver tomando mate en la plaza Arenales, tomando mate con los cuidadores".



La casa de la calle Cantilo, la primera casa que Diego Maradona compró en Villa Devoto.

Don Diego siempre tuvo hábitos de un vecino normal. Tal vez, más propios de los habitantes que vivían del otro lado de Beiró, del de la cárcel: era común que sacara una silla y una mesa a la vereda, y se pusiera a tomar mates. Muchos lo veían en la agencia de quiniela de siempre. O caminando solo. Solía pasar por el puesto de diarios de Beiró y Chivilcoy, y saludar al diariero. Hacía lo mismo en un taller mecánico de José Pedro Varela y Chivilcoy. Otra parada era en una fábrica de Marcos Paz y Vallejos, donde pedía que lo dejaran pasar al baño. Sergio "Pollo" Pelliccioni, dueño de S.A.N.D.R.A. Deportes, en General Paz y Lope de Vega, también pasó a formar parte de sus caminatas.

"Resulta que un día veo a un señor mayor apoyarse sobre nuestro frente", comenta. "Me acerco y lo veo agitado. Estaba cansado. Lo reconocí, pero no le dije nada. Solo le ofrecí un vaso de agua. A partir de ese día, dos o tres veces a la semana pasaba a saludarnos. Se quedaba a conversar. Le dimos dos camisetas y nos las devolvió con la firma de Diego. El médico le había dicho que tenía que caminar. Y salía solo, como cualquier vecino".

Pelliccioni, que es el papá de Matías, uno de los últimos periodistas que entrevistó a Maradona, se había relacionado con Don Diego mucho antes. Vivía, y vive, en Villa Real, pero trabajaba en una tintorería de Devoto. Los Maradona eran clientes. Sergio tenía una camioneta Citroen vieja. La usaba para hacer el reparto. A veces, después de entregar las sábanas y ropa limpia en Cantilo, no podía arrancar la camioneta. Don Diego, al verlo, salía y lo ayudaba a empujarla. Años después, Sergio pasaría a trabajar en un taller mecánico. Cada vez que terminaba un auto y salía a dar una vuelta para probarlo, encaraba hacia Cantilo. La ilusión era la misma que todos los que se desviaban para pasar por ahí: cruzarse a Diego.

Los tesoros de Diego Mardona en el Bar de García, en Villa Devoto, el barrió que eligió para vivir en Buenos Aires.

Los Villafañe también eran de Devoto. Vivían en Bermúdez y Baigorria, a cien metros de la cárcel. Claudia festejó sus 15 en Juventud de Devoto, el club de la vuelta de su casa. Hizo la secundaria a diez cuadras de allí. Muchas veces, Diego la iba a buscar a la salida. En esa época, llegó a hacer una donación para la escuela.

Pero así como había chicos del barrio que iban en bicicleta a tocar la puerta de Cantilo, había otros que lo recibían en su casa. Eran los amigos de sus sobrinos que jugaban en el club Allende, de Melincué y Allende. En cada regreso les traía ropa del Barcelona y Nápoli y juguetes. Además, les avisaba que lo esperaran, que pasaría a saludarlos. En Marcos Paz y Nazarre, a cien metros del club, se lo vio sacándose fotos y firmando autógrafos. Esos mismos chicos se dieron otro gusto único: entrar a la casa de Cantilo. Jugaban con las pelotas que Puma le regalaba a la familia. "Podíamos romper los vidrios de los pelotazos. Y nadie nos retaba", recuerda un vecino. Como si fuese hoy, en el barrio que más tiempo lo disfrutó.

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