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El Devotense que luchó contra Hitler: " He visto pueblos hechos polvo, la desolación y la muerte"

Ronnie Scott cumplirá 101 años en octubre. Es uno de los cinco mil argentinos que se enroló voluntariamente para combatir en la Segunda Guerra Mundial.

La primera vez que vio un avión, recuerda, fue a los 10 años "Era socio del club Hurlingham, una tarde mientras veía un partido de polo, un jinete me pidió un agua tónica. Era el Príncipe Eduardo, que después, abdicó al trono de Inglaterra. Yo me tomé el atrevimiento de agregarle limón y se lo alcancé. Su secretario me pidió mi la dirección y al día siguiente me llamaron para invitarme a conocer el primer portaaviones que hubo en la Argentina".



Ronnie en su casa en San Isidro, con una miniatura de un avión comercial.

Esa fue la semilla que quedó dentro de él, y que más tarde lo llevó hasta la Embajada de Inglaterra para presentarse como voluntario. Le hicieron un chequeo médico y semanas después se embarcó en un buque que lo llevó hasta Europa. A los 24 años lo enviaron a Canadá para convertirse en piloto aeronáutico. "Fui teniente piloto aviador y me quedé hasta que terminó la guerra".

Ronnie y Tony, el kiosquero que todos los días le cuida la bicicleta.

Ronnie sintió siempre que era su deber ir a la guerra para derrotar a Hitler. Su papá había fallecido cuando él tenía 8 años y su mamá le había inculcado los valores de la cooperación y la solidaridad. Ella, que era enfermera, murió mientras Scott estaba en Europa. "Me sentí obligado a pelear por la paz, por los millones de inocentes que estaban muriendo. Cuando terminó la guerra, yo estaba en Belfast ( la ciudad más grande de Irlanda del Norte) haciendo el traslado de nuestro escuadrón y de las maquinarias. Llegamos cerca del puerto a la hora de la cena. Había que darles de comer a los soldados y me pidieron si podía conseguirles una cerveza. Había un bar que se llamaba 'Mike algo'. Me acerqué y le dije al cantinero: 'Mike I want some beer'. Después de hablar con un policía y convencerlo, lo conseguí. Estábamos en eso, eran casi las once de la noche, cuando escuchamos las primeras sirenas el 5 de mayo. De todos modos, me quedé en Europa hasta que se rindió Japón".

Ronnie no quiere hablar en detalle del horror que vieron sus ojos. " He visto bombardeos, pueblos hechos polvo, la desolación y la muerte. Cuando volví empecé a trabajar como piloto comercial. Me casé y tuve dos hijos. Hice mi propia casa y continué toda la vida haciendo deporte. Todavía estoy jugando partidos de la liga de bochas sobre césped. Empatamos con el equipo número uno. Salgo en bicicleta, me cocino y me reúno con buenos amigos. Pienso mucho en mi país, en que los jóvenes progresen y en que las cosas mejoren".

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