Millones por Messi.

Tweet Compartir Deportes. Uno de los astros mejor pagos del fútbol juega en el país de la economía vigorosa y sus contradicciones.

* Ver mas Deportes. Raj es un niño de pies pequeños, pero no tiene problema con el talle del calzado. Los zapatos son una ausencia, casi una síntesis de sus carencias. Sin embargo, ese pibe que vive en una ciudad cargada de despojos no baja los brazos. Tampoco, las piernas. Y suelta un sueño con forma de pelota, esa que pisa envuelto en una camiseta celeste y blanca que se pierde debajo de su cintura. Y sacude el poste derecho de un arco con cañas de bambú. La escena se refleja al borde de la avenida Ruby Hospital en un potrero de barro y basura, donde esos chicos que juegan descalzos tienen una ilusión, aunque sea por un rato: parecerse a Lionel Messi, el ídolo argentino que vale millones y conmueve a millones en Calcuta, aquel que rompe cualquier barrera idiomática, el mismo que hoy jugará con la Selección Argentina aquí, en India, por primera vez en su vida. El nuevo capitán cuyo apellido ya forma parte del lenguaje universal. La realidad los baja de esas nubes infantiles. Las frías estadísticas de la ONU congelan los sentidos bajo el agobiante sol de Calcuta. Según los índices calculados el año pasado, en este rincón del sur de Asia hay 230 millones de indios hambrientos . De ese número que genera horror, y a pesar del crecimiento de una economía a la que se le augura un enorme futuro, el 43 por ciento de los menores de 3 años son víctimas de la malnutrición y el 48 por ciento exhibe algún impedimento físico debido a una deficiente dieta alimentaria . Doce de los 35 estados de India sufren alarmantes niveles de escasez de comidas. Será por eso que mientras este grupito de niños define el torneo desde los doce pasos y luego de que uno de los mayores establezca el punto del penal con una bolsa de cal, otros tantos nadan en las aguas turbias de un arroyo estancado a unos pocos metros, buscando algún pez que difícilmente no esté contaminado, al tiempo que señoras vestidas con túnicas lavan sus ropas en el mismo y mugroso estanque. Es imposible no quedar impactado. Hay una explicación que tiene que ver con el sistema de castas. “El que nace pobre, muere pobre” , cuenta Zulema, una argentina que trabaja en una ONG y es la responsable del Centro Cultural Latino junto a Dick, su marido, también compatriota. La clasificación de las personas en el estrato social, casi un síntoma de discriminación, está ligado al hinduísmo, una de las corrientes religiosas de este país. Los shudrás , sirvientes y obreros, son los últimos orejones de un tarro difícil de admitir para los occidentales a esta altura del siglo XXI, pero que no es ajeno a la desigualdad que existe en otras partes de este mundo. Ellos son los herederos de los esclavos de Antes de Cristo. ¿Qué les queda, entonces, a esos chicos que cargan con el peso de una historia que a sus oprimidos ancestros no los dejaron revertir? Esa pelota que los nutre de felicidad, incluso entre las piedras que lastiman las plantas de sus pies, y la emoción de sentir al genio del fútbol mundial cerca de ellos. Aunque no puedan pagar ni una rupia para entrar al estadio YBK de Salt Lake. Más allá de que ni siquiera puedan verlo por televisión, inalcanzable para estos chicos. Verlos sonreír, entonces, genera una satisfacción en el medio del aturdimiento. Igual que el relator que le da color al picado bengalí y que sorprende desde un altorpartalnte con la música de La Banda. “Se mueve para acá, se mueve para allá” , se escucha en el corazón de Calcuta, el mismo que late por Messi. Un amor, a fin de cuentas, que no sabe de miserias.