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La historia del joven de 27 años de Villa Devoto que dejó todo para ir a la guerra en Armenia

“Lo sentí como un deber con mi patria”, dice Garo Seferian. Desde allí cuenta cómo recibieron la noticia del acuerdo que pone fin al conflicto bélico, tras 43 días de bombardeos

El domingo 27 de septiembre, como todos los domingos, la familia Seferian tenía planeado comer un asado en su casa de Villa Devoto. No sabe si fue un presagio o su intuición pero, ese día, Garo Seferian (27) se levantó mucho más temprano de lo habitual.

La historia del joven de 27 años de Villa Devoto que dejó todo para ir a la guerra en Armenia




Desde su cama, con el celular, empezó a repasar las noticias de Armenia. Lo que leyó, dice en charla, le heló la sangre. Azerbaiyán había violado un cese al fuego y estaba bombardeando Artsaj.

No hacía mucho, hasta principios de 2020, el joven de 27 años estuvo en Artsaj. Llegó a la Argentina en febrero, después de pasar siete meses haciendo un voluntariado en Armenia, donde se hospedó en casas de familia.

Durante ese período, cuenta, vivió en Ereván, en Gyumri y en Shushí, la segunda ciudad más importante de Artsaj que, hasta el lunes 9 de noviembre, fue brutalmente bombardeada por el ejército turco y el azerí. La novedad: desde el martes 10, luego de 43 días, Armenia y Azerbaiyán llegaron a un acuerdo que pone fin a la guerra. Esta entrevista, vale aclarar, se da una semana antes de dicha resolución.

Cuando llegó a lo de sus padres, ese domingo 27 de septiembre, Garo les planteó que quería viajar a Armenia. “Me tengo que ir a Armenia, me tengo que ir a Artsaj. Nos necesitan. Es el momento. Es ahora”, les dijo a Carlos (66) y Jaklin (57).

Su razonamiento (aunque él sostiene que se trató de un impulso) fue que no podía quedarse en su casa sabiendo que el pueblo armenio, que había sido tan hospitalario y cálido con él, estaba siendo atacado.

A principios de octubre de 2020, en una caravana que organizó la comunidad armenia en Buenos Aires para pedir “Paz en Armenia y Artsaj”, Garo se cruzó con el periodista Leonardo Moumdjian (43), quien le contó que iba a viajar como corresponsal del Diario Armenia para cubrir el conflicto bélico en Artsaj. “Le dije que quería acompañarlo y me sumé como camarógrafo del equipo de prensa”, cuenta.

Garo Seferian nació el 15 de marzo de 1993 y junto con sus hermanos, Viken y Ari, son los primeros trillizos de la comunidad armenia en Argentina. Durante su infancia, recuerda, en su casa se hablaba en armenio. “Desde muy chiquitos, mis padres nos inculcaron valores que tienen que ver con el arraigo y la pertenencia, no solo argentina sino también armenia”, dice el joven que, además de boy scout, formó parte de la Unión Juventud Armenia.

En 2019, cuando terminó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Garo viajó como voluntario a Armenia. Allí conoció a jóvenes de la diáspora de otras partes del mundo, como Estados Unidos y Europa. El objetivo del voluntariado, cuenta, era prestar servicios pero, sobre todo, “entender qué piensan y cómo viven en Armenia”.



"Viajé con la intención de trabajar en los derechos de las mujeres. Me desempeñé como abogado en un estudio, donde me aboqué a la violencia doméstica. Aquí la legislación es antigua y hace falta desarrollar el tema. En ese sentido, Argentina está varios pasos más avanzada”, cuenta Garo.

Como parte del voluntariado, el joven también dio clases de español en un colegio, trabajó en una academia de fútbol, en el Colegio de Oficios Yeznig Mozian y en la Fundación AYO. “Uno piensa que viene a darles algo, pero lo que se recibe es mucho más”, reflexiona.

Garo aterrizó en Ereván el domingo 18 de octubre a la noche. Al día siguiente, después de hacer trámites, se fue para Goris y, de ahí, para Artsaj. Luego pasó por Sisián, volvió un tiempo a Ereván, y recorrió Stepanakert, Shushí, Azquerán, Martuní y Mardakert. Todas las ciudades que, hasta el lunes 9 de noviembre, fueron bombardeadas.

Su vuelta a Armenia, donde había vivido momentos de felicidad plena durante el voluntariado, lo shockeó. “El contraste me pareció enorme. Stepanakert, que es la capital de Artsaj, está prácticamente vacía. Hay más de 130 mil personas que vivían en Artsaj, que ahora están distribuidas en distintas ciudades. Fue muy triste”, resume.

Una noche en Stepanakert, cuenta, dos policías quisieron llevarlo detenido porque pensaron que era un espía. “Estábamos con Leo hablando en español y se acercaron a preguntarnos quiénes éramos, porque no entendían nuestro idioma. Les dijimos que éramos armenios y no nos creyeron. Tuvimos que caminar con ellos hasta el hotel y mostrarles nuestros pasaportes”, cuenta.

-¿La familia con la que conviviste en Shushí (Artsaj) tuvo que abandonar su casa?

-Sí, las mujeres están en Ereván. El padre en la frontera y el hijo, que era muy amigo mío, fue herido y tuvieron que amputarle una pierna. Fui a visitarlo al hospital. Lo vi un poco triste y dolorido y, para tratar de animarlo, le llevé un video de cómo estaba su casa. Se lo mostré y le dije: “Mirá, está todo bien. Ya van a poder volver”. Me dijo: “Este es el regalo más grande que me pudo haber dado alguien”.

-¿Atravesaste alguna situación límite?

-El momento más difícil fue cuando llegamos a Askerán con todos los micros de prensa. Ni bien estacionamos vemos que los soldados empiezan a gritar en una intersección de calles, se suben a sus autos y camiones y avanzan en dirección contraria a la nuestra. Ahí nos dimos cuenta de que algo había pasado. “Váyanse porque nos están atacando los azeríes”, nos dijeron. Después se empezó a escuchar un bombardeo. En ese momento nos asustamos porque nadie te dice: “Bueno, acá estoy y te voy a proteger”. Tenés que estar preparado y percibir lo que va sucediendo para tener la lucidez de decir “Me voy”.

-¿En algún momento te planteaste ir a ayudar a los soldados?

-Mi primera intención fue esa, pero la realidad es que no sé agarrar un arma. No estaba preparado para ir a la trinchera. Vine a dar la batalla mediática. Mi arma es el micrófono. Es complicado porque Turquía y Azerbaiyán tienen una gran cantidad de recursos económicos y viven comprando parlamentarios y periodistas de otras partes del mundo.

-¿Qué te dice tu familia?

-Nos comunicamos todos los días por videollamadas o con audios de WhatsApp. Trato de darles un parte diario, tanto de la situación del país como de mi situación personal. El apoyo que recibo de mis padres y mis hermanos es impresionante y eso hace que yo pueda estar fuerte acá y guardarme de la mejor manera.

-¿Y tus amigos o conocidos?

-Muchos me han mandado mensajes agradeciéndome, diciéndome que soy valiente, que soy un héroe y un montón de cosas que, de verdad, agradezco y me dan mucho apoyo, pero yo lo que siempre digo es que no soy ni más ni menos valiente que nadie. Vine porque lo sentí como un deber con mi patria. No lo dudé ni un segundo. Mi idea es quedarme hasta que terminen los ataques. Volver para sentarme otra vez a mirar la guerra por Twitter… no podría.

El fin de la Guerra

En comunicación con Infobae, Florencia Zanikian, miembro del Consejo Nacional Armenio de Buenos Aires, contextualiza acerca del acuerdo firmado el 9 de noviembre que prevé el cese total de todas las operaciones militares.

“Lo que se firmó no es un tratado de Paz sino el fin de la Guerra. Nosotros vamos a seguir denunciando los crímenes y atrocidades cometidas por Azerbaiyán y Turquía en Artsaj porque entendemos que siguen siendo un peligro para el mundo”, sostiene Zanikian. “A lo largo de estos 43 días han violado sistemáticamente los derechos humanos atacando a la población civil en un plan de continuación del Genocidio Armenio. Nada garantiza que esto no se vuelva a repetir”, agrega.

Desde la Fundación Luisa Hairabedian y la Fundación Memoria del Genocidio Armenio, con el aval de las Instituciones Armenias de la República Argentina (IARA) y el apoyo de investigadores y académicos argentinos y de otras partes del mundo, sostienen algo parecido. "Si bien se llegó al cierre de un capítulo más en este histórico conflicto, lejos de haberse solucionado ha colocado a la región y a los organismos internacionales en un estado de alerta. Esperamos que la intermediación y la política diplomática se impongan a las armas”, sostuvieron en una declaración.

Según el Diario de Armenia, el acuerdo es muy similar a los Principios de Madrid de 2009, pero con tres mayores concesiones por parte de Armenia: la pérdida de Shushí, el corredor Najicheván-Azerbaiyán en Armenia y la no especificación del estatus de Artsaj.

“Los desplazados internos y los refugiados regresarán al territorio de Nagorno Karabaj y distritos adyacentes bajo los auspicios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Además, se intercambiarán prisioneros de guerra, detenidos y cadáveres”, informaron.

La diáspora armenia aún está asimilando la noticia. Desde Ereván, Garo Seferian estuvo en la Plaza de la República registrando las reacción popular. “Fue muy duro. Había muchas personas indignadas, familias que perdieron sus seres queridos, totalmente sorprendidos con la novedad”, contó acerca de lo que vivenció durante la madrugada del 10 de noviembre.

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