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Los cascos fríos: la idea que nació en Tucumán y hace posible atravesar la quimioterapia sin perder el pelo

El movimiento "El Casco Rosa" nació de cuatro mujeres que tuvieron cáncer de mama. "Esto también es parte de curarse", aseguran.

Ana Fontdevila, Gabriela Tosi, Ludmila Bobovnikov y Milagros Fonio (Foto: Gentileza Ana Fontdevila)


Anita Fontdevila estaba recién casada, enfocada en la construcción de su casa, en San Miguel de Tucumán, y dedicándose a lo que había elegido, el Trabajo Social. Su vida era "perfecta", dice, hasta que un día, en 2018, recibió el resultado de sus análisis de rutina y el médico le recomendó ver a un mastólogo.

Unas semanas después, Ana se enteró de que tenía cáncer de mama y decidió instalarse en Buenos Aires para hacer el tratamiento en el Hospital Italiano. "Cuando el médico me dijo que tenía que empezar con quimioterapia me enojé con la vida. No quería hacerlo porque sabía que se me iba a caer el pelo. Mi miedo era quedarme pelada a los 27 años", cuenta a TN.com.ar. La reacción podría ser la de cualquier paciente de cáncer, pero su historia terminó diferente: se enteró de un dato que le cambió la vida.

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"Volvía del hospital y me llegó un mensaje de una amiga preguntándome cómo iba todo. Le dije que estaba muy mal y ella me contó de una conocida que había hecho quimio y no se había quedado pelada. Para mí ese mensaje fue un milagro", dice la tucumana de 29 años.

Así Anita conoció, literalmente, a Milagros, que fue la primera que le habló de los cascos fríos.

Los cascos se realizan con geles de la marca BodyCare (Foto: Gentileza Anita Fontdevila)

Se hacen a mano uniendo con cinta geles medicinales, se les da la forma de la cabeza y se llevan puestos antes, durante y un rato después de la sesión de quimioterapia. Al enfriar el cuero cabelludo, los cascos dificultan que la medicación llegue al pelo, y así ayudan a que no se caiga.

El ginecólogo Javier Stigliano, director de Mastología del Hospital Posadas, lo explica así: "Enfriar al punto de congelar todo el cuero cabelludo para bajar la cantidad de sangre que nutre a esos folículos pilosos. Enfriás la célula para que no trabaje mientras está el químico dando vueltas".

Anita durante una de sus sesiones (Foto: Gentileza Anita Fontdevila)

Para que los cascos funcionen bien, explica Anita, es fundamental que se usen desde la primera sesión, e incluso una hora antes de comenzar cada una: "Se usa desde antes para que la cabeza ya esté congelada y después porque el químico sigue ahí. Si la quimio dura dos horas vas a usarlo unas cuatro horas. Por mi tipo de cáncer mis quimios duraban siete horas, así que lo tenía puesto en total como diez", cuenta.

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"Hacía cualquier cosa con tal de no perder el pelo. Obviamente tenía miedo de que no funcionara y quedarme pelada, porque esto era muy desconocido. Todo el mundo era como que no creía pero no me lo querían decir", recuerda ahora Ana, dos años después, ya sin cáncer pero "en tratamiento para que no vuelva".

Mucho más que pelo

"Quedarse pelado no es una cuestión estética para quienes tenemos cáncer. Estar pelado te demuestra la enfermedad", dice Ana. "Muchos médicos no recomiendan los cascos porque dicen que lo fundamental es curarse, pero esto también es parte de curarse", reflexiona. "Quienes estamos más positivos nos curamos más rápido".

"Hay estudios que demuestran que cuando el paciente es apoyado por el equipo médico y se le ofrecen alternativas para su imagen cuando está frente a un proceso, tiene mejores resultados", respalda Stigliano, y cita como ejemplo la ley de reconstrucción mamaria (26.872) de 2013.

Ana perdió pelo, pero con cuidados pudo recuperarlo después de la quimioterapia (Foto: Gentileza Anita Fontdevila)

"Quienes se someten a quimio siempre están ocultando la calvicie que se genera. Es algo cultural, pero también para sentirse mejor", dice el doctor, que todos los días trata con pacientes de cáncer en su consultorio. "La paciente no lloró cuando se hizo el diagnóstico, no lloró cuando la operaste, pero cuando les toca la quimio sí", remarca.

Stigliano también destaca que la calvicie hace que la enfermedad se note, se visibilice. "Las ven peladas y las tratan distinto. Y esa empatía mal manejada puede ser contraproducente. Por eso todo lo que ayude a que esa paciente esté lo mejor que pueda, o casi igual que antes, es bueno. Lo demuestran los trabajos".

El Casco Rosa

Unidas por su experiencia, Anita y Milagros Fonio (39), junto a Gabriela Tosi (37) y Ludmila Bobovnikov (38) crearon hace muy poco "El Casco Rosa" en Tucumán. Un grupo para "todas las guerreras que están atravesando el cáncer y quieran pasarlo con pelo". Prestan los cascos a quienes los necesiten, comparten lo que aprendieron y brindan apoyo y contención.

"Estaban los cascos de Mili y sumé los míos. Como las quimios se hacen cada 21 días, pueden usarlos muchas personas a la vez", explica Ana.

Cuando "El Casco Rosa" desembarcó en las redes sociales la ola se hizo imparable: la información fue compartida por cientos de miles, incluso los influencers más populares, o famosas como Zaira Nara, Celeste Cid y Natalie Pérez. Las consultas cada vez son más, y la red de la "quimio con pelo" se agranda día a día.

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