Cerró el último bar clásico de Villa Urquiza y demolerán el local
Erá un clásico del barrio en el que tambiĂ©n habĂa shows de tango. Pero la propiedad se vendiĂł en diciembre. Los vecinos lamentan la pĂ©rdida.
El Bar Bauness cerrĂł sus puertas para siempre y le dijo adiĂłs a Villa Urquiza tras más de treinta años de torneos de truco, billar y pool, y reuniones familiares y de amigos. Con su cierre, se fue el Ăşltimo bar “clásico” del barrio, en el que los vecinos se juntaban a la salida de sus trabajos para pasar un rato con amigos y contar las hazañas que habĂan logrado y los amores que habĂan perdido. Un bar en el que tambiĂ©n se hacĂan amistades en el medio de una partida de billar o de pool. Un bar en el que los fines de semana los amantes del fĂştbol se congregaban para ver los partidos codificados con una cerveza de por medio y las camisetas de distintos equipos sobre el pecho.
HacĂa más de 30 años que el bar estaba en Bauness 2561, entre Cullen y Franklin Roosevelt. El sábado 4 de enero se terminĂł de vaciar luego de una subasta que se llevĂł a cabo allĂ mismo. Se fueron sillas, heladeras, vasos y otros objetos que varias personas compraron.
Con otros objetos, que no fueron rematados, Hugo Laguzzi, el encargado, se encargĂł de regalarlos a quienes Ă©l creĂa que les iban a servir. Luego de la subasta, el frente del local quedĂł tapiado, como sucede con las construcciĂłn que están a punto de ser demolidas.
Ahora, todo parece indicar que se acerca el fin de una casona antigua que data de 1907. Será demolida para que en su terreno se construya un gigante de cemento que tendrá las mismas caracterĂsticas que el resto de los edificios de la zona: durlock, paredes blancas y frĂas y un sentimiento hueco.
Bruno es dueño de la ferreterĂa Tito, que está en la esquina de Cullen y Bauness, y afirma que allĂ iban siempre a comprar tanto Ă©l como el resto de los empleados que tiene a cargo. “Siempre comprábamos todo ahĂ porque además habĂa buena relaciĂłn con la gente del bar”, le cuenta a ClarĂn, y asegura que cuatro meses antes del cierre ya se sabĂa que el lugar iba a dejar de existir para que se construya un edificio.
Mirta, de 75 años, mientras compra un pastel de papas en la rotiserĂa La Nueva Condesa, a metros del Bauness, afirma con un tono de voz melancĂłlico que “ahora todo lo viejo desaparece” y con seguridad dice que era un bar al que iba gente mayor. Como experiencia personal, la que más recuerda es la vez en la que le festejaron el cumpleaños y hubo un show de tango. “HabĂa comida muy rica”, dice con una sonrisa.
El edificio, que originariamente fue la casa de los Biderman, una familia de tradiciĂłn comercial en Villa Urquiza, tuvo distintas funciones: hubo un frigorĂfico, luego una unidad básica y a fines de los 70 y principios de los 80 comenzĂł a funcionar un pub nocturno, que tenĂa mala fama en el barrio.
Pero en la dĂ©cada del 90 abriĂł sus puertas el Bauness, que tuvo los primeros años un dueño “que estuvo poco porque era rematador”, dice Ernesto LĂłpez, dueño de la casa de compra y venta de antigĂĽedades que está pegada al bar. “Con este dueño que cerrĂł estuvo 22 años”, agrega LĂłpez, y recuerda que todos los dĂas desayunaba allĂ. “Y, yo venĂa al bar... todos los dĂas.
Almorzaba a veces y desayunaba todos los dĂas. TambiĂ©n pedĂa que me traigan el desayuno acá al negocio”, dice el vendedor, que mientras recuerda el lugar acomoda distintos muebles y canastos que contienen infinidad de objetos que pertenecieron a otro tiempo, como el Bauness.
LĂłpez destaca que en este espacio, “el más chapado a la antigua”, se juntaba principalmente gente mayor que era habituĂ©. Y rescata los shows artĂsticos que se daban los viernes a la noche.
TambiĂ©n rememora cuando, desde el Gobierno de la Ciudad, le exigieron a Hugo que acustice el bar para no molestar a los vecinos. “Y la verdad que no molestaban a nadie”, dice Ernesto mientras rĂe.
“HabĂa recitales de tango los sábados a la noche con cantante y orquesta que eran muy concurridos y hasta iban poetas y gente de la cultura”, le cuenta con entusiasmo Marcelo Alejandro Vega, habituĂ© del bar, a ClarĂn. Y reprocha que "es una lástima” que el Gobierno o la Legislatura no lo hayan declarado lugar de interĂ©s o Bar Notable. “Pero ya sabemos que a Larreta no le importa la historia. Ya pasĂł con la pizzerĂa de la Barrera de Urquiza: los echaron y está todo a la venta”, agrega.
Hugo Laguzzi, administrador del Bar, afirmĂł a fin de año a un periĂłdico barrial que varias veces ya habĂan querido comprar el inmueble y por eso no se tomĂł tan en serio cuando los dueños le comentaron que habĂa probabilidades de venta.
Sin embargo, cuando los nĂşmeros “cerraron” decidieron vender. Para Laguzzi, pagar el alquiler era mucho dinero y para los dueños era más redituable finalizar el contrato. Luego del cierre del bar, Laguzzi se fue a vivir y a trabajar a CĂłrdoba junto con su familia.
Ahora, el bar espera ser demolido. Todos los vecinos y una fuente que hablĂł exclusivamente con ClarĂn afirman que allĂ efectivamente se construirá un edificio. Adentro rondan los recuerdos de los vecinos, los gritos de truco y el sonido seco del taco al pegar contra las bolas de billar. Todos esos sonidos terminarán cuando caiga la antigua propiedad y dará paso a un nuevo lugar en la Villa Urquiza colmada de edificios uniformes, y sin caracterĂsticas distintivas, como las que tenĂa el Bar Bauness.

El Bar Bauness cerrĂł sus puertas para siempre y le dijo adiĂłs a Villa Urquiza tras más de treinta años de torneos de truco, billar y pool, y reuniones familiares y de amigos. Con su cierre, se fue el Ăşltimo bar “clásico” del barrio, en el que los vecinos se juntaban a la salida de sus trabajos para pasar un rato con amigos y contar las hazañas que habĂan logrado y los amores que habĂan perdido. Un bar en el que tambiĂ©n se hacĂan amistades en el medio de una partida de billar o de pool. Un bar en el que los fines de semana los amantes del fĂştbol se congregaban para ver los partidos codificados con una cerveza de por medio y las camisetas de distintos equipos sobre el pecho.
HacĂa más de 30 años que el bar estaba en Bauness 2561, entre Cullen y Franklin Roosevelt. El sábado 4 de enero se terminĂł de vaciar luego de una subasta que se llevĂł a cabo allĂ mismo. Se fueron sillas, heladeras, vasos y otros objetos que varias personas compraron.
Con otros objetos, que no fueron rematados, Hugo Laguzzi, el encargado, se encargĂł de regalarlos a quienes Ă©l creĂa que les iban a servir. Luego de la subasta, el frente del local quedĂł tapiado, como sucede con las construcciĂłn que están a punto de ser demolidas.
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Bruno es dueño de la ferreterĂa Tito, que está en la esquina de Cullen y Bauness, y afirma que allĂ iban siempre a comprar tanto Ă©l como el resto de los empleados que tiene a cargo. “Siempre comprábamos todo ahĂ porque además habĂa buena relaciĂłn con la gente del bar”, le cuenta a ClarĂn, y asegura que cuatro meses antes del cierre ya se sabĂa que el lugar iba a dejar de existir para que se construya un edificio.
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El artista de CarilĂł, que se la pasa todo el dĂa pintando paisajes, oriundo del barrio de Devoto.
Mirta, de 75 años, mientras compra un pastel de papas en la rotiserĂa La Nueva Condesa, a metros del Bauness, afirma con un tono de voz melancĂłlico que “ahora todo lo viejo desaparece” y con seguridad dice que era un bar al que iba gente mayor. Como experiencia personal, la que más recuerda es la vez en la que le festejaron el cumpleaños y hubo un show de tango. “HabĂa comida muy rica”, dice con una sonrisa.
El edificio, que originariamente fue la casa de los Biderman, una familia de tradiciĂłn comercial en Villa Urquiza, tuvo distintas funciones: hubo un frigorĂfico, luego una unidad básica y a fines de los 70 y principios de los 80 comenzĂł a funcionar un pub nocturno, que tenĂa mala fama en el barrio.
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Almorzaba a veces y desayunaba todos los dĂas. TambiĂ©n pedĂa que me traigan el desayuno acá al negocio”, dice el vendedor, que mientras recuerda el lugar acomoda distintos muebles y canastos que contienen infinidad de objetos que pertenecieron a otro tiempo, como el Bauness.
LĂłpez destaca que en este espacio, “el más chapado a la antigua”, se juntaba principalmente gente mayor que era habituĂ©. Y rescata los shows artĂsticos que se daban los viernes a la noche.
TambiĂ©n rememora cuando, desde el Gobierno de la Ciudad, le exigieron a Hugo que acustice el bar para no molestar a los vecinos. “Y la verdad que no molestaban a nadie”, dice Ernesto mientras rĂe.
“HabĂa recitales de tango los sábados a la noche con cantante y orquesta que eran muy concurridos y hasta iban poetas y gente de la cultura”, le cuenta con entusiasmo Marcelo Alejandro Vega, habituĂ© del bar, a ClarĂn. Y reprocha que "es una lástima” que el Gobierno o la Legislatura no lo hayan declarado lugar de interĂ©s o Bar Notable. “Pero ya sabemos que a Larreta no le importa la historia. Ya pasĂł con la pizzerĂa de la Barrera de Urquiza: los echaron y está todo a la venta”, agrega.

Hugo Laguzzi, administrador del Bar, afirmĂł a fin de año a un periĂłdico barrial que varias veces ya habĂan querido comprar el inmueble y por eso no se tomĂł tan en serio cuando los dueños le comentaron que habĂa probabilidades de venta.
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