CafĂ© de GarcĂa, desde 1927, un clásico del barrio.
La esquina de Sanabria y JosĂ© Pedro Varela, en Villa Devoto, durante muchos años supo llamarse Viena y San Roque. Más allá del cambio de nombre allĂ siempre hubo un bar. Aquel edificio, construido a principio del siglo XIX, es lugar de tertulia y billar desde 1927. Sus paredes repletas de antigĂĽedades son como un viaje al pasado: a la Ă©poca en la que los mozos no anotaban el pedido (era pura memoria) o cuando no hacĂa falta enviar un mensaje de WhatsApp para recordar el punto de encuentro en la hora del vermut. El CafĂ© de GarcĂa, con sus codiciadas picadas especiales, es un clásico porteño que se mantiene intacto a travĂ©s del paso del tiempo.
En la vereda sobre unas antiguas rejas se enredan las glicinas, planta caracterĂstica del paseo que se llama igual que los fundadores del bar: Metodio y Carolina. AllĂ se encuentran algunas mesas con sus respectivas sillas preparadas para recibir a los parroquianos que llegan todos los dĂas en busca de su cerveza con triolet. En una de las ventanas se lee: "Pool y Billares", juego que se practica desde antes de que si hicieran famosos por sus picadas especiales. Al ingresar por una antigua puerta de madera aparece el salĂłn principal con tres mesas de billar, fieles testigos de los campeonatos amateur que se jugaron durante dĂ©cadas. (Actualmente está en funcionamiento solamente una). Muy cerca, están las taqueras y los guarda-tacos personales, cada una con su propio candado. Todas las paredes son testigo del paso del tiempo y conservan recuerdos de otras Ă©pocas: el retrato de Carlos Gardel, la camiseta de la SelecciĂłn Argentina autografiada por Diego Armando Maradona, propagandas antiguas de bebidas, latas de galletitas, botellas de gaseosas y hasta instrumentos. Sobre la enorme barra, una cafetera de la dĂ©cada del veinte (que supo sacar un espresso perfecto) y a su lado la clásica máquina registradora de antaño. El bar fue y será punto de encuentro de los vecinos del barrio.
En el año 1950 se empezĂł a llamar CafĂ© de GarcĂa en honor al apellido de su fundador: Metodio Nicolás GarcĂa. En Devoto le decĂan cariñosamente "el gallego" ya que habĂa llegado a Buenos Aires desde Asturias. Primero trabajĂł en una panaderĂa y cuando juntĂł experiencia quiso ponerse un bar. A diferencia de la mayorĂa de sus colegas españoles, no abriĂł el boliche en pleno Microcentro: habĂa encontrado un local atractivo en Devoto. Luego de algunas negociaciones logrĂł alquilarlo y junto a su mujer, MarĂa Carolina Urbani, y sus dos pequeños hijos, RubĂ©n y Hugo, comenzaron con el nuevo emprendimiento. Para ahorrar, vivĂan adentro del bar. De hecho, una de las habitaciones que hoy en dĂa forma parte del anexo del salĂłn, era donde dormĂa toda la familia.
El fuerte eran los sándwiches con queso y jamĂłn crudo de primera calidad y los lomitos completos. Además, ofrecĂan algunos platos caseros y comida española como la tortilla y la empanada gallega. Todo se hacĂa en equipo: Carolina era la que innovaba con recetas caseras y Don GarcĂa controlaba las compras y que todo el salĂłn estĂ© perfecto. "Me crie acá. Recuerdo que mi madre me ponĂa en un moisĂ©s al lado de la caja registradora y ahĂ me quedaba tranquilo. Si me llevaban a mi habitaciĂłn me ponĂa a llorar como un condenado. Sin embargo, nunca me imaginĂ© que con mi hermano Ăbamos a continuar con el boliche. A mĂ siempre me gusto, pero mi padre nos decĂa que era muy sacrificado", expresĂł Hugo GarcĂa a LA NACIĂ“N, el hijo menor de Metodio, quien está al frente del negocio hace más de treinta años.
Por consejo de su padre, RubĂ©n y Hugo, fueron a trabajar a otro lado. El primero en un restaurante de alta cocina en el centro porteño y el segundo manejĂł durante varios años un taxi. El CafĂ© de GarcĂa continuaba creciendo con sus clientes fieles y la familia pudo comprar el local. Todo parecĂa que funcionaba a la perfecciĂłn hasta que un dĂa Carolina se enfermĂł y Metodio decidiĂł ponerlo en alquiler.
Durante algunos años al bar no lo manejĂł Don GarcĂa, pero todo el barrio lo seguĂa llamando por su nombre original. "Nos encontramos en el mismo lugar de siempre: en lo de GarcĂa", decĂan los vecinos. Todos añoraban sus clásicos sándwiches y segĂşn recuerda Hugo: "fue luego de pensarlo durante algunos meses cuando se animaron a pedirle el local para continuar con el negocio". Metodio no lo dudĂł. AsĂ llegĂł la segunda generaciĂłn.
"A la gente del barrio le encantĂł que estemos al frente del negocio familiar. Nosotros nos criamos acá, jugábamos a la pelota en la calle y nos conocĂan todos. Mi padre tambiĂ©n estaba contento y nos venĂa a ayudar", dice Hugo, con su prolijo delantal blanco. Él todas las mañanas se levanta a las cinco y media y es uno de los primeros en llegar. Toda la decoraciĂłn del bar es una acumulaciĂłn de recuerdos: desde fotos familiares, el pasaporte de Metodio cuando llegĂł a Argentina y hasta instrumentos de sus abuelos. "Algunas de las antigĂĽedades las compramos con mi hermano mientras que muchas nos las regalaron los clientes", agrega, tras señalar una lata de galletitas Canale que le hace recordar a su abuela.
Las innovaciones de la tercera generaciĂłn
Una de las grandes innovaciones de los hermanos fue crear la picada especial. "Incorporamos una opciĂłn diferente y abundante. QuerĂamos que el comensal tenga un poco de todo. Además, continuamos con algunas recetas que nos enseñó mi madre como los buñuelos de verdura y pescado", explica GarcĂa. La picada viene de a tandas e incluye más de veinte ingredientes.
Primero llegan a la mesa unas tarteletas de queso azul, escamas de Reggianito con oliva y pimienta y una canasta de papas fritas bien crocantes. Luego les toca el turno a las aceitunas negras condimentadas, pickles, aceitunas verdes rellenas con morrón y anchoas y los porotos de Pallares. Más tarde aparecen el Vitel Toné, el pionono relleno, el strudel de verdura, berenjenas en escabeche y morrón asado. Por si esto fuera poco, también incluye albóndigas, empanadas de carne, cazuela de calamares, salchichas caramelizadas, buñuelos de pescado, croquetas de verdura y mini pascualina. Además, un surtido de fiambres (jamón crudo, matambre, mortadela, salame, longaniza, jamón cocido y leberwurst). Por último, un escabeche de pescado.
El dulce tambiĂ©n es parte de esta sĂşper picada. Se puede elegir entre un tiramisĂş, flan mixto y las famosas peras al borgoña con helado de americana, entre otros. Para coronar: una copa de espumante con pan dulce, almendras y turrĂłn. Al principio solo estaba disponible los jueves, viernes y sábado por la noche, pero actualmente la preparan cualquier dĂa de la semana. Además, todos los dĂas ofrecen un menĂş con platos caseros de pastas, filet de merluza, milanesa y tapa de asado.
Famosos y recuerdos que marcan su historia
En este clásico se filmaron algunas escenas de la pelĂcula "No te mueras sin decirme adĂłnde vas" dirigida por Eliseo Subiela y protagonizada por DarĂo Grandinetti. Diego Armando Maradona (vecino del barrio) disfrutĂł de la picada, al igual que Antonio Carrizo, Mariano Mores, Horacio Ferrer, Enzo Francescoli y hasta el estadounidense Francis Ford Coppola. En las paredes hay una partitura del tango Nostalgias, dedicada por el autor de la letra: Enrique CadĂcamo y tambiĂ©n una nota que les hicieron en el New York Times hace algunos años.
A Hugo GarcĂa no le gusta que le saquen fotos. Es que para Ă©l: "el bar es el protagonista". Si quieren conocerlo simplemente tendrán que acercarse a aquella famosa esquina de Devoto. Que, aunque sus calles cambien de nombre, siempre será un bar. AllĂ va a estar GarcĂa, detrás de la barra, en la cocina, o supervisando que todo el salĂłn estĂ© impecable.
En la vereda sobre unas antiguas rejas se enredan las glicinas, planta caracterĂstica del paseo que se llama igual que los fundadores del bar: Metodio y Carolina. AllĂ se encuentran algunas mesas con sus respectivas sillas preparadas para recibir a los parroquianos que llegan todos los dĂas en busca de su cerveza con triolet. En una de las ventanas se lee: "Pool y Billares", juego que se practica desde antes de que si hicieran famosos por sus picadas especiales. Al ingresar por una antigua puerta de madera aparece el salĂłn principal con tres mesas de billar, fieles testigos de los campeonatos amateur que se jugaron durante dĂ©cadas. (Actualmente está en funcionamiento solamente una). Muy cerca, están las taqueras y los guarda-tacos personales, cada una con su propio candado. Todas las paredes son testigo del paso del tiempo y conservan recuerdos de otras Ă©pocas: el retrato de Carlos Gardel, la camiseta de la SelecciĂłn Argentina autografiada por Diego Armando Maradona, propagandas antiguas de bebidas, latas de galletitas, botellas de gaseosas y hasta instrumentos. Sobre la enorme barra, una cafetera de la dĂ©cada del veinte (que supo sacar un espresso perfecto) y a su lado la clásica máquina registradora de antaño. El bar fue y será punto de encuentro de los vecinos del barrio.
En el año 1950 se empezĂł a llamar CafĂ© de GarcĂa en honor al apellido de su fundador: Metodio Nicolás GarcĂa. En Devoto le decĂan cariñosamente "el gallego" ya que habĂa llegado a Buenos Aires desde Asturias. Primero trabajĂł en una panaderĂa y cuando juntĂł experiencia quiso ponerse un bar. A diferencia de la mayorĂa de sus colegas españoles, no abriĂł el boliche en pleno Microcentro: habĂa encontrado un local atractivo en Devoto. Luego de algunas negociaciones logrĂł alquilarlo y junto a su mujer, MarĂa Carolina Urbani, y sus dos pequeños hijos, RubĂ©n y Hugo, comenzaron con el nuevo emprendimiento. Para ahorrar, vivĂan adentro del bar. De hecho, una de las habitaciones que hoy en dĂa forma parte del anexo del salĂłn, era donde dormĂa toda la familia.
El fuerte eran los sándwiches con queso y jamĂłn crudo de primera calidad y los lomitos completos. Además, ofrecĂan algunos platos caseros y comida española como la tortilla y la empanada gallega. Todo se hacĂa en equipo: Carolina era la que innovaba con recetas caseras y Don GarcĂa controlaba las compras y que todo el salĂłn estĂ© perfecto. "Me crie acá. Recuerdo que mi madre me ponĂa en un moisĂ©s al lado de la caja registradora y ahĂ me quedaba tranquilo. Si me llevaban a mi habitaciĂłn me ponĂa a llorar como un condenado. Sin embargo, nunca me imaginĂ© que con mi hermano Ăbamos a continuar con el boliche. A mĂ siempre me gusto, pero mi padre nos decĂa que era muy sacrificado", expresĂł Hugo GarcĂa a LA NACIĂ“N, el hijo menor de Metodio, quien está al frente del negocio hace más de treinta años.
Por consejo de su padre, RubĂ©n y Hugo, fueron a trabajar a otro lado. El primero en un restaurante de alta cocina en el centro porteño y el segundo manejĂł durante varios años un taxi. El CafĂ© de GarcĂa continuaba creciendo con sus clientes fieles y la familia pudo comprar el local. Todo parecĂa que funcionaba a la perfecciĂłn hasta que un dĂa Carolina se enfermĂł y Metodio decidiĂł ponerlo en alquiler.
Durante algunos años al bar no lo manejĂł Don GarcĂa, pero todo el barrio lo seguĂa llamando por su nombre original. "Nos encontramos en el mismo lugar de siempre: en lo de GarcĂa", decĂan los vecinos. Todos añoraban sus clásicos sándwiches y segĂşn recuerda Hugo: "fue luego de pensarlo durante algunos meses cuando se animaron a pedirle el local para continuar con el negocio". Metodio no lo dudĂł. AsĂ llegĂł la segunda generaciĂłn.
"A la gente del barrio le encantĂł que estemos al frente del negocio familiar. Nosotros nos criamos acá, jugábamos a la pelota en la calle y nos conocĂan todos. Mi padre tambiĂ©n estaba contento y nos venĂa a ayudar", dice Hugo, con su prolijo delantal blanco. Él todas las mañanas se levanta a las cinco y media y es uno de los primeros en llegar. Toda la decoraciĂłn del bar es una acumulaciĂłn de recuerdos: desde fotos familiares, el pasaporte de Metodio cuando llegĂł a Argentina y hasta instrumentos de sus abuelos. "Algunas de las antigĂĽedades las compramos con mi hermano mientras que muchas nos las regalaron los clientes", agrega, tras señalar una lata de galletitas Canale que le hace recordar a su abuela.
Las innovaciones de la tercera generaciĂłn
Una de las grandes innovaciones de los hermanos fue crear la picada especial. "Incorporamos una opciĂłn diferente y abundante. QuerĂamos que el comensal tenga un poco de todo. Además, continuamos con algunas recetas que nos enseñó mi madre como los buñuelos de verdura y pescado", explica GarcĂa. La picada viene de a tandas e incluye más de veinte ingredientes.
Primero llegan a la mesa unas tarteletas de queso azul, escamas de Reggianito con oliva y pimienta y una canasta de papas fritas bien crocantes. Luego les toca el turno a las aceitunas negras condimentadas, pickles, aceitunas verdes rellenas con morrón y anchoas y los porotos de Pallares. Más tarde aparecen el Vitel Toné, el pionono relleno, el strudel de verdura, berenjenas en escabeche y morrón asado. Por si esto fuera poco, también incluye albóndigas, empanadas de carne, cazuela de calamares, salchichas caramelizadas, buñuelos de pescado, croquetas de verdura y mini pascualina. Además, un surtido de fiambres (jamón crudo, matambre, mortadela, salame, longaniza, jamón cocido y leberwurst). Por último, un escabeche de pescado.
El dulce tambiĂ©n es parte de esta sĂşper picada. Se puede elegir entre un tiramisĂş, flan mixto y las famosas peras al borgoña con helado de americana, entre otros. Para coronar: una copa de espumante con pan dulce, almendras y turrĂłn. Al principio solo estaba disponible los jueves, viernes y sábado por la noche, pero actualmente la preparan cualquier dĂa de la semana. Además, todos los dĂas ofrecen un menĂş con platos caseros de pastas, filet de merluza, milanesa y tapa de asado.
Famosos y recuerdos que marcan su historia
En este clásico se filmaron algunas escenas de la pelĂcula "No te mueras sin decirme adĂłnde vas" dirigida por Eliseo Subiela y protagonizada por DarĂo Grandinetti. Diego Armando Maradona (vecino del barrio) disfrutĂł de la picada, al igual que Antonio Carrizo, Mariano Mores, Horacio Ferrer, Enzo Francescoli y hasta el estadounidense Francis Ford Coppola. En las paredes hay una partitura del tango Nostalgias, dedicada por el autor de la letra: Enrique CadĂcamo y tambiĂ©n una nota que les hicieron en el New York Times hace algunos años.
A Hugo GarcĂa no le gusta que le saquen fotos. Es que para Ă©l: "el bar es el protagonista". Si quieren conocerlo simplemente tendrán que acercarse a aquella famosa esquina de Devoto. Que, aunque sus calles cambien de nombre, siempre será un bar. AllĂ va a estar GarcĂa, detrás de la barra, en la cocina, o supervisando que todo el salĂłn estĂ© impecable.
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