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Villa-Devoto

El Chucho Valdés en Villa Devoto?

Se presenta en el Gran Rex el 7 de septiembre junto a Patricia Sosa.

Cómo fue la historia que unió a la cantante argentina y al pianista cubano, que el 11 de agosto estrenaron su disco en la capital cubana, y que el 7 de septiembre presentarán en el Gran Rex.





Cuando aún no son las 10 del 10 de agosto, La Habana hierve allá fuera, donde el malecón se recorta en el mar y se pierde rumbo a la parte histórica de la ciudad. Acá dentro, a resguardo del calor, una de las cantantes argentinas más exitosas y de mayor trayectoria de la actualidad hace sobremesa de desayuno con uno de los pianistas más importantes de la historia del jazz.

En unas horas, Patricia Sosa y Chucho Valdés estarán ensayando por última vez sobre el escenario del Gran Teatro Alicia Alonso, antes del estreno de Once: Concierto para dos, el álbum en el que juntos registraron la misma cantidad de canciones, repartidas entre boleros, baladas y algunos ritmos más encendidos, que presentarán en el Gran Rex el 7 de septiembre.

Pero para eso falta un rato, y por ahora la charla va acerca de los músicos académicos y su dificultad, a veces, para conectar con la música popular, sobre el daño que esa cosa llamada reggaetón parece estar produciendo en la tradición de la música local, y sobre lo que se viene para el dúo, para muchos, menos pensado.

Es que si bien es cierto que ambos pueden acreditar un pasado de amplio alcance, Sosa en el rock, el pop y el folclore, y Chucho en el jazz, los distintos ritmos cubanos, la clásica y varios barrios musicales más, descartado cualquier posible plan maestro de algún ejecutivo de alguna compañía para reventar el mercado, cuesta entender cómo se gestó el proyecto.

"Yo creo muchísimo que el de arriba tiene preparadas cosas muy hermosas para nosotros", toma la palabra Patricia, y enseguida cuenta que un día que Chucho estaba en la Argentina, que se le cayó una taza de café en la camisa, que quedó hecha un desastre, que el músico fue hasta el shopping de Villa Devoto, entró en un negocio y por un "parlantito" sonaba una de sus canciones. "Por él, que se robó mi corazón...", canta.

Entonces, Chucho toma la posta y le da continuidad a la historia. "Le pregunté a la chica quién era, me respondió Patricia Sosa, y salí disparado a comprar su discos. 'Después compro la camisa', le dije. La escuché, y entonces vino la magia."

La magia consiste en que ese mismo día, o el siguiente, Chucho y su esposa, Lorena Salcedo, partieron hacia Los Angeles, en el mismo momento en el que Patricia lo hacía desde aquella ciudad rumbo a Buenos Aires. "Nos cruzamos en el aire", dice ella, y agrega: "La misma persona que me llevó al aeropuerto era un amigo en común de los dos".

De ahí a conseguir el teléfono de la cantante y llamar, para Chucho fue cuestión de un rato. Tanto que cuando el teléfono sonó en Buenos Aires, Patricia estaba aún desarmando sus valijas. "Atiendo y escucho: ‘Hola, habla Chucho Valdés’. Por poco me caigo muerta; me caí en la cama de verdad. Y me empezó a decir cosas lindas del disco, de mi voz y que quería grabar algo conmigo".

-¿Qué fue, Chucho, lo que lo movilizó tanto de Patricia?

-La cuestión de acompañar cantantes, para mí es muy importante. Cuando era un niño acompañaba a mi mamá, después a mi hermana Mayra. Siempre sentí que hacerlo era importante. No me interesa ser solista; me gusta la voz. Entonces, siempre acompañé. A Omara (Portuondo), a Pablo (Milanés), a Silvio (Rodríguez), a Concha Buika, a los artistas que venían del exterior. A mí me atrae el timbre de una voz, su afinación, la dicción. Y con Patricia me sucedió que yo no estaba enfocado en ninguna voz, sino en mi camisa, pero al oír la canción sentí que era una cantante 'fuera de liga' y tuve el deseo de conocerla.



Ocho premios Grammy, la creación y dirección del grupazo Irakere, unos 90 discos grabados, un piano con nombre propio y un documental, Chucho Valdés... El niño que lleva dentro, que será estrenado en el teatro Chaplin de esta ciudad después del ensayo son algunos botones de muestra que señalan al hijo de Bebo Valdés como uno de los más grandes en lo suyo. Una figura de relevancia global que no disimula la emoción que lo quiebra, cuando dice que Por él, ese tema de Sosa que escuchó en el Shopping de Devoto, es hoy 'la' canción de amor que hicieron propia con su esposa.

Sin embargo ahora, sobre el escenario del Alicia Alonso, mientras juega con sus dedos sobre las teclas del Steinway de cola bajo la mirada supervisora de la afinadora, nada de ese enorme archivo parece tener peso. "Es de una generosidad enorme; le da espacio a todos para que se luzcan", apunta Oscar Mediavilla, inseparable junto a la cantante, que enseguida recuerda cómo fue el primer encuentro musical entre ambos. Ocurrió en Málaga, luego de un cruce previo en Buenos Aires durante el cual, advierte ella, sintió que tenía con el pianista muchos más temas en común que la música

"La música no fue más que el puente que nos unió. Pero hablamos de cosas espirituales muy profundas, que hizo que fuese al encuentro musical con muchísimas más ganas aún. Y recuerdo que la primera vez que empezamos a ensayar juntos con el piano, me senté en la misma butaca que él, y todo fluyó. Nos mirábamos y nos sonreíamos, porque nos gustaba mucho cómo sonaba lo que estábamos haciendo. Chucho te pone un piso armónico tan alto que cuando logré subir, sentí que dejaba de tener cuerpo, que me desmaterializaba: era sólo audio. Volé. Entonces se creó una real comunión; no era solamente un encuentro. Era una cosa predestinada", explica la cantante.

-¿Hay alguien que mande, en un dúo de este tipo?

Valdés: Manda el solista, y el acompañante va por ese lado. No puedes hacer algo sin saber lo que está haciendo el cantante. No puede ir cada uno por su lado, porque de ese modo no te conectas nunca con él. Por eso la palabra es acompañante. Tú vas por donde el cantante quiera ir. Si mañana quiere cambiar el camino, tú lo cambias y vas con él.

-Nunca suena igual.

Valdés: Es emocional; depende de cómo vienes ese día.

-Entonces, ¿cuánto cambia del disco al vivo?

Sosa: Los principios y finales son iguales (Risas).

Del dicho al hecho hay lo que de haber escuchado la grabación a lo que suena ahora, en pleno ensayo. Las manos del pianista crean permanentemente nuevos recorridos para canciones que son eternas, mientras la cantante disfruta del repaso del repertorio como si estuviera dando el concierto más importante de su vida. Y uno piensa que posiblemente ahí, en ese compromiso con lo que cada uno tiene para dar, esté una de las claves de la conexión que se percibe en el ambiente.

Mientras, en el detrás de escena de este teatro vacío, Lorena y Patricia Kessler, manager de Sosa y almas mater de lo que está sucediendo aquí, van y vienen en pos de ajustar hasta los detalles aparentemente más insignificantes. "Aquí se va a sentar Omara", comenta alguien, y acomoda una silla en una de las 'patas' del escenario. "¿A qué hora viene la gente de la televisión?", pregunta otro alguien; es que no es un detalle menor que el concierto salga completo, en directo, a través de la tevé cubana.

Mientras, frente a una platea intervenida por las visitas guiadas que ofrece la casa para grupos de turistas, Sosa sigue su repaso: De aquí a la eternidad, Por él, Alfonsina y el mar... Sí, una de las obras cumbres de Ariel Ramírez y Félix Luna, tratada de una manera fantástica por el prócer -"Cuando salimos a caminar por el malecón y la gente se daba cuenta de quién era, parecía que el que pasaba por ahí era San Martín", cuenta Mediavilla- cubano. Y todo encaja.

Valdés: Nosotros grabamos. Las partes del solo, ya no las estoy haciendo igual que en el disco, pero cuando le doy la entrada a ella, sí es la misma. Y te digo que me gusta más en vivo que en el disco.

Sosa: A mí lo que me pasa es que me despreocupo absolutamente, porque sé que me están acompañando. La palabra acompañar es de protección. Alguien te acompaña y te protege. Entonces, yo cierro los ojos y largo lo que me viene al corazón; y él está ahí, sosteniendo.

-Está bueno eso que decís, porque la palabra acompañante suele ser desvalorizada. ¿Usted, Chucho, siempre tuvo esa mirada, o en algún momento el ego le impidió abrir espacios para los demás?

Valdés: Siempre fue así. En mi banda siempre ha habido un espacio muy grande para que cada uno se desarrolle. Entonces, los músicos que llegan a tocar conmigo, a los dos años ya subieron su nivel, porque no los tengo atados. Y a mí no me molesta, porque sé que cuando tengo mi momento me voy a mostrar. Además, el trabajo es más variado, y los músicos se sienten parte. No se siente como que aquí mando yo y ellos me acompañan. Paquito D'Rivera, Arturo Sandoval, a los dos años de haber entrado a trabajar conmigo ya no eran los mismos. Porque hice música específicamente para ellos. Escribía para que tocaran lo que mejor podían tocar, y sabía cuáles eran sus defectos, que trabajaba en los ensayos hasta que los superaran. El acompañante es el sastre, que te hace el traje a medida para que tú lo sientas cómodo. Y ahí el ego no existe. Es la realización de hacer un trabajo que es muy difícil. Es mucho más difícil ser un buen acompañante que solista.

-¿Compartir música con un artista de la dimensión de Chucho, puede llegar a inhibir?

Sosa: En mi caso, no. Yo soy consciente de que soy portadora del único instrumento no creado por el hombre y de que, por lo tanto, tengo un mandato superior. Entonces en el momento que tengo que cantar, cierro los ojos, le doy rienda suelta a lo que siento y me olvido de todo lo demás. En el Colón, en una fiesta o en un asado. No puede haber nada que me inhiba. Sobre todo cuando alguien como Chucho no tiene inhibiciones tampoco. Y cuando, como en este caso, no nos unen las carreras, los nombres, lo que ha hecho cada uno, su tremenda trayectoria...

-Ni el negocio.

Sosa: Nada de eso. Nos une la esencia.

Sobre gustos...

Chucho Valdés: “Martha Argerich es la Mujer Maravilla”

"El pianista que más corazón ha tenido tocando el piano, que me ha hecho llorar un millón de veces, se llama Bill Evans. Tuve la suerte de verlo en vivo en el Carnegie Hall, la primera vez que fuimos a los Estados Unidos. Yo lloraba escuchando Waltz For Debby, del disco Live at the Village Vanguard. El segundo es el más completo de la historia del jazz, que se llama Herbie Hancock, muy por encima de Chic Corea, para mi gusto. El tres es Keith Jarrett. De los cubanos, todo el mundo dice que es Ernesto Lecuona, pero para mí es uno que nunca grabó porque tenía miedo escénico, llamado Mario Romero. Murió el año pasado. No tengo palabras para describirlo; después viene Lecuona, Jesús López…"

-¿Y de los clásicos?

-Número uno, Rachmaninoff. Generalmente el compositor no es el mejor intérprete de su música, pero él si lo es. Luego Rubinstein y Horowitz. Y Martha Argerich es un tema aparte. Ella es la Mujer Maravilla. Está en otro plano. Toca todo; clásicos, contemporáneos, y la profundidad que ella consigue no la logra nadie.

Patricia Sosa: “Cantando, Cecilia Bartoli parece Motorhead” "Para mí la cantante número uno es Cecilia Bártoli. Escuché todo lo que puedas imaginar de ella. Me shockeó su técnica, su habilidad. Cantando parece Motörhead. No le importa nada, ni el peinado ni la pose… Me mató cuando la vi en una cosa que se llama Agitata la due venti, de Vivaldi, que es imposible lo que hace. La escuchás y no podés parar de hacerlo. Después, Tina Turner; cuando la escuché por primera vez, no podía dejar de verla. Y una cantante que me sigue conmoviendo mucho es Olga Guillot. Su profundidad para transmitir las palabras, va más allá de la técnica. Me gustan las cantantes que tienen esa cosa ovárica.

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