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Miguel Angel Estrella y Horacio Lavandera cierran el Festival Unicos

BARRIO

Un orgullo del barrio cierra el festival.

El encuentro de los pianistas será mañana en el Teatro Colón. Estrella interpretará piezas de Mozart (“Fantasía en Do Menor”) y de Liszt (“Sonata en si menor”), en tanto Lavandera ejecutará “Para Elisa”, “Variaciones opus 76” y la “Hammerklavier”, de Beethoven.



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Miguel Angel Estrella y Horacio Lavandera cerrarán el Festival Unicos
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1/3/2018

Mano abierta sobre el pecho, mirada fija, totalmente serena, paz en sus gestos, y un semblante que traduce mucha vida después del infierno al que lo sometió la última dictadura cívico militar. Miguel Angel Estrella, pianista excelso, imprescindible y popular, no median preguntas para que empiece a hablar. El habla. Habla de cuando, a los diez años, se agarró de la pollera de Evita en Tucumán, y ella le dijo “Yo me voy a matar trabajando para que cada uno de ustedes pueda elegir su destino”. Habla de su posterior ingreso al peronismo, de las similitudes entre Eva y Cristina, de sus inicios en el piano y de la vez que su padre, un héroe de la clase trabajadora, lo llevó a escuchar por primera vez a la Orquesta Sinfónica de Tucumán y cayó en que ese sería su destino, de cuando enfrentó a Mirtha Legrand en sus almuerzos, o de los tiempos en que tocaba en la Villa 31 junto a su mujer Marta, fallecida en 1976. “Los responsables de que sea lo que soy son Evita y Chopin”, se ríe él. A su lado está Horacio Lavandera, joven y también excelso pianista que compartirá con el maestro santiagueño la última velada del Festival Únicos mañana a las 16 en el Teatro Colón. El lo mira, escucha, y a veces ríe. O a veces se involucra en la conversación, con algún pensamiento en voz alta. “Hay que reconocer que la música a la que nos dedicamos nosotros está en otro estadio. Puede tener raíces populares, sí, o en las danzas, pero tiene un nivel de elevación y sofisticación que te transforma la vida. Te brinda otra relación con el arte”, dice, en otra reflexión de libre arbitrio.

La empiria pura, entre tanto, es lo que ocurrirá cuando estos dos cruzados generacionales se sienten frente al piano. Por el lado de Estrella, la cosa irá por el lado de la “Fantasía en Do Menor”, de Mozart, y “Sonata en si menor”, de Liszt, y por el de Lavandera, “Para Elisa”, “Variaciones opus 76” y la “Hammerklavier”, de Beethoven. “Son obras que trascienden la música, trascienden las épocas porque, además de una inspiración fantástica de los compositores, hay detrás un mundo de interpretaciones que superan todo lo conocido. Es un privilegio poder tocarlas”, expresa Lavandera, cuyo intenso y extenso trayecto lo vincula con varios viajes a Europa, enmarcados por una enorme repercusión entre eruditos y melómanos. Y también en la Argentina, donde interpretó los cinco conciertos de Beethoven al comando de la Orquesta Clásica Argentina, además de ser declarado Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura de CABA, entre otros logros.

Estrella, cuarenta y cuatro años mayor, por supuesto no le va en saga a su compañero. Ya con solo haber fundado algo grandioso e imprescindible como “Música esperanza”, alcanza. Pero no está de más recordar que fue embajador argentino ante la Unesco, entre 2007 y 2015, que se formó (en parte) en París con Marguerite Long y Nadia Boulanger quien, pese a su conservadurismo esencial, entendió al Estrella militante que unas bestias dictatoriales torturaron casi hasta matarlo en el Uruguay, cuando la oscuridad imperaba en casi todo el Cono sur. “Nunca fue fácil ser peronista”, sintetiza él, pensando en el infierno que le tocó vivir. “Podría mencionar a Nadia, en este sentido. Pese a que no comulgaba con mi militancia, cuando se produjo el golpe de 1976 me llamó por teléfono a Buenos Aires y me dijo ‘mira, tú sabes que no tenemos las mismas ideas, pero tengo mucho respeto por ti’. Me lo dijo mientras leía en un diario francés, sobre las desapariciones que se estaban produciendo aquí. ‘La gente desaparece como moscas, y tengo miedo’, me confesó, y me consiguió una cátedra de piano mayor en el conservatorio nacional de París, para escapar de esto. Pero en el ínterin me secuestraron, aunque es cierto que yo no quería aceptar ese cargo, porque mi forma de enseñanza pasa por otro lado… por la formación del musico social, que después logramos implementar en la ex ESMA”, evoca.

Lavandera escucha, y cuando le toca otra vez hablar, vuelve sobre una de las obras que va a ejecutar. “La ‘Hammerklavier’ es la obra más monumental de Beethoven y la voy a tocar porque me fascina. Es una obra que explota todos los recursos tímbricos del piano, al máximo. Nunca la toqué en el Colón y esta es una posibilidad hermosa de darme el gusto, porque es una obra por la que Beethoven luchó durante muchos años. La clave está en el tercer movimiento, donde están puestas todas las emociones del autor… la composición tiene que ver con un contexto también, porque la compone cuando está en medio de un gran problema legal con la esposa de su hermano recientemente fallecido. Estaba en juego la tutoría del sobrino, que es uno de los capítulos más contradictorios y complejos de su vida… mucho más que la amada inmortal y que su sordera, incluso. La ‘Hammerklavier’ es, además, un homenaje a todas las revoluciones napoleónicas, y también al Bach más revolucionario, al de la fantasía cromática”, se explaya el pianista más chico, acerca de una pieza cuyos cuatro movimientos se resuelven en largos treinta y nueve minutos. “El primer movimiento y el último son como fuerzas muy revolucionarias, pese a que el Congreso de Viena, en ese momento, había aplastado varios ideales de la Revolución Francesa. Aún así, Beethoven seguía pensado que todos los hombres eran hermanos”, contextualiza el pianista, sentado cerca de una de las esquinas internas del bar donde para habitualmente: el Café de la Plaza, de Villa Devoto.

Los elegidos de Estrella, como se dijo, son Liszt y Mozart. A ambos se refiere el maestro. “La Sonata de Liszt es un tipo de sonata único, porque son tres movimientos pegados, y los personajes son los mismos: el destino, el hombre, el diablo y Dios… estos cuatro personajes hilan durante treinta y tres minutos los duelos entre el hombre y el diablo, cuando el diablo le pide su alma”, describe Estrella sobre la obra que va a ejecutar, e inmediatamente la liga con su niñez que ocurrió cerca de un caserío quechua, en Santiago del Estero. “Lo primero que aprendí allí fue el gesto cruz-diablo, cuando se veía que algún mal podía llegar. Yo veo ahí mucho de los pueblos originarios, de la patria grande”, conecta Estrella.

–¿Y qué ve en la fantasía de Mozart que va a recrear?

Miguel Angel Estrella: –Veo sus rabias, que seguramente escondían el amor imposible que sentía por una de sus ricas alumnas. Y toda esa fantasía es un lamento… me gusta contarle eso al público, porque se parece a una lectura del hombre de la patria grande ¿no?, a una vida desgarrada de ese hombre en relación con el amor. Esto no lo aprendí en el conservatorio… es mi propia experiencia, y también una guía.

–Después de ustedes, va a tocar Rick Wakeman. El ex tecladista de Yes grabó en el segundo lustro de los setenta un disco basado en obras de Liszt (Lisztomania), que es la banda de sonido de la película homónima de Ken Russell ¿Tiene alguna referencia de ella, Estrella?

M. A. E: –No. No la conozco.

–¿Lavandera?

Horacio Lavandera: –Bueno, sí, conozco mucho a Wakeman y espero cruzármelo en camarines para ver si lo puedo saludar. No tengo esa obra que usted menciona, pero sí Fragile, de Yes, que es uno de mis discos favoritos del rock. Lo tengo en vinilo, incluso, y tiene un tema muy gracioso sobre Brahms (“Cans and y Brahms”) que es una interesante exploración con los sintetizadores. Del rock, también me gustan mucho Emerson, Lake and Palmer y Led Zeppelin. Los cruces, creo yo, revitalizan el debate popular-clásica, porque siempre que se lo hace desde el presente hay una negación rotunda que luego, con el tiempo, va cambiando. Pensemos en Scott Joplin, por ejemplo, y lo que significó para la “Rhapsody in blue”, de Gershwin ¿no? Yo estoy a favor de los cruces, siempre y cuando no quede en algo comercial o anecdótico.

–¿Se puede aplicar el caso a lo que usted hizo en el disco Horacio Lavandera plays Astor Piazzolla?

H. L.: –Depende la época desde la que se lo analice, porque hoy Piazzolla es un clásico inobjetable, pero en otro momento tenía todas estas objeciones. Lo de Dino Saluzzi también viene al caso, porque llevar el folklore del norte al lugar que lo llevó, bueno, es cosa de genio.

M. A. E: –Mi vínculo con lo popular me viene más por el lado del tango y del folklore, pero sobre todo de la conexión directa que tengo y siento con el pueblo, con la gente de la baja. Jamás me interesó brillar, ni ser rico y famoso. No me interesan ni el yoísmo ni el individualismo a ultranza, que termina en un fin pobre, el de ser ricos y famosos.

–¿Cuál sería el rico, entonces?

M.A.E:–El que toma conciencia que con la música se puede ir a trabajar a las villas, y reivindicar la culturas de los pueblos originarios, cuya sabiduría fue largamente ignorada

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