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Villa-Devoto

Yo elegí ser trabajadora sexual.

Teresa Godoy. Nació en Paraguay y llegó a Neuquén hace dos décadas para trabajar en un prostíbulo. Hace un año es referente de Ammar, y desde el sindicato presentará un proyecto de ley para que se regule la prostitución ejercida por personas mayores de edad.

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A los 41 años, asegura tener a políticos, panaderos y a gerentes de empresas como clientes.

Javier Cantarini

cantarinij@lmneuquen.com.ar

“Nuestra vida siempre estuvo en boca de todo el mundo y por eso no fue fácil salir y decir: yo elegí ser trabajadora sexual”. Así expresa Teresa Godoy, referente en Neuquén de la Asociación de Mueres Meretrices de Argentina (Ammar), su militancia para lograr que se regule la prostitución para las personas mayores de edad y que la puedan ejercer en forma autónoma.

Teresa es hija única, y su madre, Lucila, la trajo al mundo hace 41 años en un hospital del Barrio Obrero de Asunción (Paraguay). Ella fue el sostén que tuvo, ya que su padre la abandonó a sus tres meses y recién pudo establecer contacto tres décadas más tarde por la insistencia del primero de sus tres hijos. Su primera etapa la disfrutó con sus amigas de la escuela de monjas Divino Maestro. “Quién diría, ¿no?”, dice Teresa en medio de una carcajada en tono cómplice.

Cuando finalizó la primaria se radicó en Ciudad del Este, donde su madre puso un comercio dada la prosperidad del lugar, situado en la Triple Frontera. Allí comenzó a descubrí su sexualidad, y a los 16 supo que iba a tener a su primer hijo, David. "El padre no quería saber nada, y yo decidí tenerlo sola”, aclara.

A sus 18 años decidió viajar (su hijo quedó a cargo de la abuela) a Buenos Aires con su amiga Yenny para “experimentar algo nuevo”. El destino fue Villa Devoto, donde ambas trabajaron como empleadas domésticas. Sin embargo, no estaba contenta con trabajar y cobrar un salario, por lo que comenzó a interesarse por el trabajo sexual. "Habíamos hablado con algunos conocidos y nos decían que se ganaba bien, pero con mi amiga no sabíamos cómo empezar. Recuerdo que leíamos los clasificados de Clarín y había mucha oferta", cuenta. Sin embargo, tomó la decisión de regresar a Paraguay, donde la esperaban su madre e hijo. Vuelta a Neuquén

La vida de Teresa continuó entre el trabajo, la crianza de David y algunas salidas con amigas. En una noche de boliche, en Ciudad del Este, se reencontró con Yenny, que estaba de vacaciones. “Cuando la vi me puse muy contenta. Me acuerdo de que ahí que me contó que era trabajadora sexual, y le dije que me quería ir con ella para intentarlo”, dice, y comenta que a la semana estaba preparando el bolso para su nueva partida, con destino a Neuquén. “Me vine directamente a un bulo, que estaba en calle Perito Moreno, que ya no funciona”, detalla.

En un primer momento le costó, porque era vigilada y a dónde fuera la seguía una persona de seguridad. Su ganancia era la mitad de lo que gastaba el cliente. En el prostíbulo podía dormir, pero la comida era parte de sus gastos. “Con el tiempo me doy cuenta que era poco lo que cobraba y que había cosas raras en el lugar", menciona. A los cuatro años de su arribo, el prostíbulo cerró y se vio obligada a independizarse. Los primeros años fueron difíciles, conoció los malos tratos de la Policía y las frías celdas de las comisarías neuquinas. “Nos metían adentro por lo que hacíamos y por portación de cara. Las mujeres policías nos trataban bien, pero los hombres no, y eso que muchos de ellos eran nuestros clientes”, afirma mientras recuerda tristes momentos.

Salir de la clandestinidad

Con 20 años de experiencia, asegura que ser trabajadora sexual fue su elección, y no se arrepiente.

Aclara que sus clientes son novios que la visitan un rato y que nunca tuvo problemas con ellos. “Lo que extraño es que no nos regalen flores; eso nos levantaba la autoestima”, expresa en tono melancólico.

Desde que en 2013 decidió estar al frente de Ammar, su vida cambió. Dice que por su actividad sindical trabaja menos y que en pocos años dejará de prostituirse. Ya tiene su casa y vive en pareja con dos de sus tres hijos. "No quiero envejecer en Neuquén, prefiero cambiar de aire", manifiesta.

Sin embargo, ahora tiene un objetivo claro por delante, que se relaciona con los derechos de las trabajadoras sexuales.

Quieren que el estado nacional y provincial se haga cargo de una realidad de siglos que ya no puede ser invisibilizada.

La prostitución, surgida del núcleo más oscuro del sistema capitalista patriarcal, consumida por una gran cantidad de hombres, ya no puede ser tapada. Más allá de las diferencias que puedan surgir sobre si es o no un trabajo, lo cierto es que hay miles de hombres que necesitan prostituir a mujeres para satisfacer sus necesidades.

"Acá vienen todos: el panadero, el político y el gerente de una empresa", detalla Teresa, la mujer que le pone la voz a la pelea de las mujeres que aseguran elegir para sus vidas ser trabajadoras sexuales.

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