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Marcelo Piñeyro: “En esta película hay una mirada optimista acerca del ser humano”.

Este jueves llega a los cines “Ismael” la nueva película que Marcelo Piñeyro realizó en España. El filme cuenta la historia de un niño de origen africano que decide buscar a su padre biológico. Marcelo Piñeyro, el director argentino que debutó hace 20 años con «Tango feroz» y más tarde hizo éxitos como «Caballos salvajes», «Kamchatka», «Plata quemada» y «La viuda de los jueves», dirigió en España «Ismael», la historia de un niño que quiere recuperar a su padre. La película, que se estrena comercialmente este jueves en las salas del país, es el primer filme totalmente español de Piñeyro (los otros fueron coproducciones) y en su elenco se destacan los nombres de Mario Casas, el niño Larsson do Amaral, Belén Rueda, Ella Kweku, Juan Diego Botto y Sergi López.
  


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En esta película hay una mirada optimista acerca del ser humano (Click para ver galería)  
24/6/14

Piñeyro, Marcelo Figueras y Verónica Fernández son los responsables de esta historia que tiene como protagonista a Ismael, un niño mulato de 8 años, que se fuga de la casa de su madre en un tren con rumbo a Barcelona con la esperanza de conocer, como sea, a su padre biológico.

Su única pista es la dirección de un departamento, y cuando el pequeño encuentra el edificio y aquella puerta, descubre a Nora, una dama elegante, igual de sorprendida que él, que no entiende qué hace un chico de origen africano allí, buscando a su padre.

Pero lo que parece un drama para ella y todos los que de alguna manera tienen que ver con Ismael, reconocerán que el chico solo quiere recuperar lo que le pertenece, la figura real de un padre de carne y hueso, y también un poco de amor.

El problema es que su mamá tiene ahora una familia armada y es muy feliz con su esposo en una relación que, sin embargo, entra en crisis cuando el niño escapa de su casa y busca acercarse a su progenitor, hombre al que amó en el pasado.

- ¿Cuál es el eje o la mirada que tiene esta película?

-Hay una mirada optimista acerca del ser humano: la película se centra en los afectos. Tampoco tiene una visión rosada del asunto, porque si bien son personajes que se quieren, se han hecho mucho daño y por ese lado no hago juicios, simplemente los muestro.

Lo que sí subrayo es que estos personajes que estaban congelados son sacudidos y mucho, por un niño. -¿Para ellos es un efecto inesperado?

-Sí. Un chico los lleva a cuestionarse y a descongelar lo emocional, los enfrenta a una realidad con la que no saben muy bien qué hacer.

Hay cosas internas que a veces uno da por muertas y sin embargo las descubre vivas. La película no dice si van a utilizar o no esa segunda oportunidad, porque sería ridículo resolverlo en dos días.

-¿Primero la historia o los personajes?

-En las películas anteriores lo primero fue la historia, en «Ismael» no, surgieron primero los personajes, de un modo muy desorganizado. El punto de partida eran Nora y Félix, en ese orden, y así van apareciendo los demás. Es decir no teníamos trama, y aunque parezca una frase tonta, la fueron construyendo los propios personajes.

-¿Cómo fue el proceso?

-En ese sentido, fue un proceso totalmente distinto de mis películas anteriores, una trama leve dentro de una película de personajes.

Por cuestiones que no tienen que ver con el cine ni con ninguna otra película, había pasado unas temporadas en Barcelona y de la observación se me empezaron a ocurrir personajes y situaciones.

Al principio no sabía muy bien qué hacer con todo eso, porque convivo con bocetos de historias que ahí están en algún lugar de la computadora esperando para ser o no ser nunca.

-Es interesante el trabajo en la relación público-historia...

-Una cosa que intentamos en esta película es que los personajes hablen, como lo hacemos en nuestras vidas, pero no de lo que les pasa, sino de cualquier cosa menos de lo que les está pasando en verdad, salvo en momentos puntuales en que sí lo hacen. Es decir: no se dan cuenta de lo que les está pasando.

-¿Hay una especie de relación entre argentinos y catalanes?

-No queríamos personajes mudos, sobre todo en Cataluña donde son muy habladores: hay una situación terrible y enseguida dicen «tomamos un vinito...». Es que tampoco la gente vive hablando de lo que les pasa, y sin embargo lo que le pasa está allí.

Hay una característica que los argentinos tenemos en común con los catalanes: es el permanente uso de la ironía y en el personaje de Jordi eso es muy visible.

-Es decir que sí hay un vínculo que nos une a los catalanes.

-El madrileño es mucho menos irónico. Por eso con los catalanes me siento en casa, porque los argentinos somos muy irónicos, dueños de un humor mordaz, y vemos cualquier barbaridad con una sonrisa.

-¿Fue arriesgado hacer un filme fuera de la Argentina?

-Tuve la misma sensación de un paracaidista durante la Segunda Guerra Mundial al que tiraban de noche en algún lugar sin estar seguro de adónde iba a caer. Sólo esperaba que el lugar fuera el que corresponde a los aliados.

Tenía miedo, pero terminó siendo una experiencia extraordinaria y creo que en eso tuvo mucho que ver el tema, que es el de volver a los sentimientos. Es una historia universal.

De algún modo eso se volcó en los que la hacíamos. No me sentí haciendo la película en el extranjero, y dejo constancia que no esquivo las diferencias culturales, pero hubo algo superador, que los que hacemos cine tenemos más cosas en común que diferencias.



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