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Mercedes Morán: "Es absurdo pelear contra el paso del tiempo"

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A los 58 años, atraviesa un momento de plenitud absoluta; en diálogo con ¡Hola!, habla del éxito, el amor en la madurez y el rol que más le fascina: el de abuela.
Es absurdo pelear contra el paso del tiempo
Es absurdo pelear contra el paso del tiempo.   
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1/4/14

Son las cinco de la tarde de un viernes y la inconfundible voz de Nina Simone se cuela, con su cadencia, por los diferentes ambientes del departamento que Mercedes Morán (58) comparte con su hija menor, Manuela Martínez (18) –fruto de su amor con Oscar Martínez–, y el artista uruguayo Fidel Sclavo, su novio desde hace ocho años. Los cuadros de él –dibujos, collages y óleos de línea abstracta– visten las paredes de la casa, que sorprende por la amplitud de sus espacios.

La luz del atardecer se cuela por los amplios ventanales y la actriz, sentada cómoda en una silla del comedor, ya está en pleno momento de make-up y pelo para la producción de ¡Hola! Argentina. Copito –su caniche toy–, de a ratos, pega saltos de alegría para que su dueña lo mime. Satisfecha con el camino recorrido, contenta por su presente y feliz con lo que viene: esa es la actitud de una mujer que, a base de talento y trabajo, logró mucho en su vida. De bajísimo perfil, sorprende que en ningún rincón de su hogar estén expuestos, cual trofeos, algunos de los tantos premios que recibió.

Al terminar las fotos, la protagonista de Betibú –film que se estrena a principios de abril–, y una de las Guapas –la nueva novela de Polka, junto con Carla Peterson, Araceli González, Florencia Bertotti e Isabel Macedo– se dispone distendida a la charla.

–¿Qué es lo que más te enamora de Fidel?

–Es mi alma gemela, me ha acompañado en estos años de madurez de la mejor manera. Me relaja, me equilibra y, sobre todo, tiene una mirada del mundo y de la belleza que me sienta bien.

–Hablás de la madurez, ¿cómo se vive el amor a tu edad?

–No es igual que en la juventud: no hay tensión, no hay temor, no trabajás para el vínculo de una manera extraordinaria.

–¿A Fidel lo conociste acá o en Uruguay?

–En Montevideo, en una gira que yo estaba haciendo con una obra. Me dejó un libro con obras suyas en el teatro, después de ver la función. Me encantaron los dibujos, los collages, ¡las fotos! Todo era divino… Lo llamé para agradecerle. Empezamos a escribirnos, nos encontramos y nunca más nos separamos.

–¿Te gustaría casarte con él?

–Ya me casé dos veces. Me siento muy casada con él. Hay algo del trámite que ya dejó de tener importancia.

–¿Cuál es "la" clave de tu pareja?

–Somos muy respetuosos de la libertad del otro. Nos acompañamos en el crecimiento mutuo con alegría y sin temor.

UN UNIVERSO PARTICULAR

–Tenés tres hijas –Mercedes (38), María (37) y Manuela (18)– y una nieta, Emma (5), y además muchas amigas. ¿Cómo te llevás con tanta energía femenina?

–Me encanta. Es una energía blanda, delicada y bastante incomprendida… Me siento muy escuchada y muy acompañada por mis hijas y por mis amigas.

–Sos muy querida por las mujeres, ¿imaginás por qué?

–Siento que pude trascender la competencia. Hay un momento, cuando sos muy joven, de mucha hermandad con el género. Después viene la época de la conquista y la competencia, y después, en mi caso, hubo unas enormes ganas de trascender eso.

–¿Cómo lo lograste?

–Poniéndome en el lugar del otro, "desidealizando" su realidad. De todas maneras, siempre me sentí muy querida por mis compañeras y el público. Mi postura es bastante maternal y la profesión también ayuda: "ser" otras me hizo aprender, intuitivamente, a desarticular conflictos.

EL ROL QUE ADORA: SER ABUELA

–Hace poco más de un año, nació León, tu segundo nieto y el primer hijo de Mercedes, con quien compartís la misma profesión. ¿Cómo te llevás con este rol?

–Es la última gran sorpresa que me deparó la vida. Nunca imaginé que iba a ser fuente de tanta alegría, ¡de tanto enamoramiento! Es un vínculo de disfrute solamente, desprovisto de las partes plomazo que tiene la maternidad. Me encanta, mis nietos me renuevan.

–¿Los ves seguido?

–Hay un día de la semana que yo me ocupo de Emma, la voy a buscar al colegio y la traigo a casa. Con León, que hace poco cumplió 1 año, todavía no tengo esa rutina, pero nos vemos mucho.

–León es el primer varón de la familia, ¿cómo fue su llegada?

–Muy esperada, ¡y celebrada! Estamos todas como locas, tratando de seducirlo todo el tiempo.

–¿Te gustaría que tus nietos sean actores?

–[Piensa]. Quiero que sean sanos y que tengan la fortuna de descubrir cuál es el trabajo que los hace felices.

LAS DIMENSIONES DEL EXITO

–Nurit, la protagonista de Betibú, viene de un fracaso laboral y de una relación que terminó mal. ¿Cómo te llevás con el fracaso?

–No le doy mucha importancia al resultado, en general, porque pongo el acento en el proceso. Tampoco sufrí un revés muy grande. Sí, por supuesto, la desilusión de un proyecto que no fue todo lo que soñé…

–¿Te considerás una mujer exitosa, entonces?

–La verdad que sí: he llevado adelante una vida personal muy intensa y mi carrera. Por otro lado, siento que la gente de mi profesión me quiere y me respeta. Tengo salud… Todo eso, para mí, es ser exitoso.

–¿Fue difícil amalgamar trabajo y afectos?

–Tener el deseo muy claro en el trabajo no tiene por qué ser una contradicción con armar una familia.

–¿Cómo sobrellevás la exposición?

–En mi casa no soy actriz. No espero el mismo trato que tengo del público. Sería un error si esperara esa misma devoción.

–De todas formas, tu "personaje público" es accesible…

–Sí, no estoy montada. Igual, no lo hago solo para preservar a mi núcleo privado, también lo hago para preservar a la actriz. Si yo "manijeo" el personaje público y no puedo ir ni al supermercado, no tengo con qué alimentar a mis personajes, que son personas corrientes. Para mí es fundamental llevar una vida ordinaria.

–¿Cómo son esos días ordinarios de los que hablás?

–Cuando no trabajo, me hace muy feliz despertarme sin horarios. Salgo a comprar comida orgánica, voy a yoga, camino, me hago tratamientos de belleza, estoy con mis nietos, leo, veo películas, viajo. Tengo listas de cosas para hacer, no me alcanza el día [Se ríe].

TIEMPO DE BALANCE

–¿Cómo te llevás con los años?

–Más o menos, me llevo como puedo. De todas formas, es absurdo pelearse con eso porque solo es generador de más tensión. Aprendí a disfrutar de mi madurez. Si hay algo que te pone linda, cuando sos una mujer madura, es andar relajada. También hay cosas que de verdad no extraño de mi juventud.

–¿Por ejemplo?

–Siento que tengo mucho más acceso a la satisfacción. A los 20, a los 30, uno piensa que la felicidad está escondida detrás de los grandes logros, después te das cuenta de que son las pequeñas cosas –como cocinar algo rico para mis amigos y ver a mis hijas y a mis nietos– las que te proveen de alegría.

–¿Con qué soñás?

–Con mantener el deseo vivo en el trabajo y con seguir acompañando a las personas que amo.









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