Francisco hizo emocionar a Roma en su peregrinaje a Plaza de España.
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Ante decenas de miles de personas, el Papa le rindió tributo a la Virgen María en el Día de la Inmaculada Concepción. Fue un recibimiento impresionante. Francisco fue aclamado ayer como nunca al peregrinar por primera vez hasta la Plaza de España, en el centro histórico de Roma, para rendirle tributo a la Virgen María en el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción.
 Francisco hizo emocionar a Roma en su peregrinaje a Plaza de España.
9/12/13
"¡Que el grito de los pobres no nos deje nunca indiferentes!", rogó el Pontífice, al pronunciar una oración compuesta por él mismo ante la estatua de la Inmaculada Concepción, levantada para recordar el dogma definido el 8 de diciembre de 1854 por Pío IX. "Ayúdanos a permanecer escuchando atentamente la voz del Señor: que el grito de los pobres no nos deje nunca indiferentes, que el sufrimiento de los enfermos no nos encuentre distraídos, que la soledad de los ancianos y la fragilidad de los niños nos conmuevan, que cada vida humana sea siempre amada y venerada por todos", rezó el Papa, que también pidió por la salvación de Roma. "Nuestra ciudad", dijo. Desde 1958, cuando Juan XXIII salió del Vaticano y fue a la Plaza de España a dejarle un canasto de rosas al Monumento de la Inmaculada Concepción, todos los papas siguieron esa tradición: Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ayer, la primera vez del pontífice argentino fue distinta. Quizá por el frío y porque está resfriado (varias veces sacó un pañuelo de su sobretodo blanco para sonarse la nariz), el ex arzobispo de Buenos Aires no usó el papamóvil. Y mientras una multitud lo esperaba desde temprano detrás de vallados colocados a lo largo del camino hacia el corazón de la ciudad, sorprendió al llegar a bordo de su ya habitual Ford Focus metalizado azul, como siempre con escolta limitada. Al grito de "¡Francesco! ¡Francesco!", y en medio de una catarata de aplausos, desde la ventanilla del auto el Papa comenzó a saludar con el pulgar en alto a romanos y turistas, sonriente. Hizo detener el vehículo para besar a bebes y se bajó ante la iglesia de la Santísima Trinidad de la lujosa Via Condotti para saludar a sus comerciantes. En una enésima ruptura del protocolo y en otra demostración de su informalidad, cuando volvió a subirse al Ford Focus se sentó al lado del chofer. Lo mismo hizo al retirarse de la Plaza de España luego de la ceremonia, después de conmover al saludar, uno por uno, a más de 150 enfermos en silla de ruedas, ancianos, chicos, deteniéndose a charlar con ellos, lleno de ternura. Terminada su tradicional cita de la Plaza de España, el Papa no regresó enseguida al Vaticano, sino que hizo un alto en la Basílica de Santa María la Mayor para venerar el ícono bizantino de la Virgen Salus Populi Romani, uno de sus preferidos. De hecho, fue el primer lugar que quiso visitar después de haber sido elegido al trono de Pedro, el 13 de marzo último. También al mediodía, durante la oración del Angelus desde la ventana del Palacio Apostólico frente a miles de fieles, el Papa recordó la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen. "En esta fiesta, contemplando nuestra Madre Inmaculada, bella, reconozcamos también nuestro destino más verdadero, nuestra vocación más profunda: ser amados, ser transformados por el amor, ser transformados por la belleza de Dios", pidió Francisco. "Mirémosla a ella, nuestra Madre, y dejémosnos mirar por ella, porque es nuestra Madre y nos ama mucho. Dejémosnos mirar por ella para aprender a ser más humildes y también más valientes para seguir la palabra de Dios", concluyó. |
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