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Bertuccelli & Mirás: escenas de la vida ex conyugal.

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Valeria Bertuccelli y Fernán Mirás hablan sobre “Pensé que iba a haber fiesta”, el filme de Victoria Galardi que se estrena mañana y en el que componen a una ex pareja. Y la mejor amiga de ella (Elena Anaya) se enamora de él...
Mirás y Bertuccelli.

9/5/13

Todo pasa entre Navidad y Año Nuevo, en Zona Norte.

Lucía (Valeria Bertuccelli) está separada de Ricki (Fernán Mirás) con quien tiene una hija, Abi. Antes de irse de vacaciones con su nuevo novio, Lucía invita a su mejor amiga Ana (la española Elena Anaya, ganadora del Goya por La piel que habito, de Almodóvar) a quedarse en su casa con Abi. Cuando Ricki pasa a buscar a la nena, se topa con la sensual Ana; se produce el “flechazo” y enseguida la inquietud: ¿hasta cuándo la ex pareja de una amiga sigue siendo intocable?

Esa es la cuestión de Pensé que iba a haber fiesta, tercer filme de Victoria Galardi -la directora de Amorosa soledad y Cerro Bayo- que contó con la coproducción del realizador español Fernando Trueba (Belle Epoque).

“Me gusta definirla como una película intimista -apunta Fernán Mirás-. Lo que me interesó del guión fue que un tema tan simple -mujer se enamora del ex de su amiga- generara tanta controversia: a cualquiera que le contaba, enseguida se ponía a favor o en contra”.

Valeria Bertucelli lo escucha atentamente. Están sentados junto a la ventana de un hotel donde acaban de hacer la rueda de prensa. Se instalaron en ese rincón estratégico preguntando al unísono: “¿Acá no se puede fumar, no?”. No, pero no importa.

Ni la falta de tabaco ni el cansancio (Mirás casi no durmió por causa de sus mellizos de un año -“¿alguien quiere uno?” ofrece-) impiden la química y el buen humor entre esta dupla que comparte set por primera vez.

“Espero que no se repita -bromea Mirás-. No habíamos trabajado juntos, pero nos habíamos cruzado mucho, sobre todo en cumpleaños de la hija de una amiga en común”. “Citémosla”, propone Bertucelli, y ahí va, al unísono otra vez: “Paola Krum”.

Recuperada la seriedad -sólo por un rato-, el actor cuenta que “tenía ganas de laburar con Valeria. Hay un proyecto de cine que posiblemente nos convoque de nuevo. Ya está el guión, pero no quiero decir nada para no meter la pata”.

“Había algo en el aire que nos unía”, asiente ella, y su coequiper acota: “¿No seremos hermanos, negra?”.

Volviendo a la película, que la actriz describe como “una historia muy pequeña, que puede ser una tragedia total o un chiste, según quién lo viva”, Mirás insiste: “Cuando te enamorás, te enamorás; no es con ‘la persona que no deberías’. Es muy difícil resignar eso, que no te pasa todos los días”.

“Hay algo que es verdad, una cosa es tu ex pareja y otra el padre de tu hija, a quien estás ligada de por vida. Es algo que te puede destrozar”, comenta Bertuccelli, cuyo personaje “está en esa edad bisagra de las mujeres, los cuarenta, cuando una dice ‘estoy perdida’, sentís un vacío, que tu vida perdió sentido”.

“En los ensayos Valeria también estaba indignada, fue parte de esa reacción ‘está bien/está mal’”, dice él, y ella explica que “exagera; no era por algo moral, era por algo totalmente pasional. Entiendo muy bien lo que le pasa a mi personaje, el dolor y la incomodidad. Pero Lucía no es nada querible. Tiene algo de burguesa insatisfecha que te da ganas de ‘sopapearla’. Es una historia que puede pasar en cualquier círculo social, pero acá se da en un ambiente ‘cheto’”.

¿“Niños ricos que tienen tristeza”?

Mirás: No lo había pensado, pero puede ser, sí.

Bertuccelli: Todos los personajes están lejos de uno y a la vez todos tienen algo de uno. Nunca sé cómo trabajo un personaje, todas las veces es diferente, según el actor que te encontrás, por ejemplo.

Mirás: Ricki no me parecía tan lejano como mi personaje de El hijo de p... del sombrero (ver aparte). Todos conocemos historias así, de amor y celos.

De la composición se pasa al tema del encasillamiento, un fantasma siempre al acecho cuando se trata de caras tan conocidas. Al respecto la actriz asegura que “no pienso en eso, ni pienso si el personaje es grande o chico. A veces protagonizar es un garrón, como a veces es increíble. Yo a Jim Carrey, por ejemplo, lo puedo ver infinitamente, me encanta en todo lo que hace”.

Mirás se queda pensando. “Me pasó alguna vez de estar por estrenar una obra y decir ‘¿cómo puede creer (el público) que sea otro personaje?’. Hay algo medio raro en eso, pero tiene que ver con que vos hacés tu trabajo y el espectador hace el suyo, te da la posibilidad de que juegues a ser otro más, es fascinante. Hay actores que especulan respecto a su carrera, en el buen sentido. Yo me guío más por lo que me va gustando”.

¿Y la posibilidad de saltar a la dirección?

“A mí me gustaría dirigir, lo pienso cada vez más”, dice la protagonista de Un novio para mi mujer. “Alguna vez puede ser -concuerda él-, lo más interesante de un director es cómo habla el idioma de cada actor; tiene que pescar lo que le sirve a cada uno, porque todos nosotros hablamos un idioma diferente”.

Idioma con una temida palabrita clave: estreno.

“En ese momento te querés dedicar a otra cosa -comenta Mirás-, todos empiezan a decir qué otras profesiones les gustaría haber seguido en vez de ésta”. Mueve la mano como cortando algo: “cuando hay quilombo, con Fede D’Elía siempre decimos: ‘fiambrero’. Por qué no ponemos una fiambrería en lugar de una obra... Pero sólo en esos días que hay mucha presión; después todo bien”.

Ver Video.


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