Leonardo Sanchez radicado en Francia.
Leonardo Sanchez radicado en Francia.
El guitarrista argentino, radicado en Francia, presenta hoy su disco “El día que nos quieran” en el Teatro Regio.
Leonardo Sanchez. |
21/08/12
Leonardo Sánchez cuenta que empezó a tocar la guitarra a los cinco años. “Tuve la suerte de tener muy cerca a mi tío, Raúl Mercado, que era integrante de Los Andariegos; eso ayudó a que desde un principio estuviera muy arraigado a la música popular”. Fue el mismo Mercado quien lo incitó, a los 18 años, a armar las valijas, levantar vuelo y aterrizar en Francia, para “seguir estudiando”.
Sin embargo, Sánchez nunca dejó de estar en contacto con el tango y con el folclore, mientras se nutría por igual en la “escuela de la música clásica” como en la de “los intuitivos”. Una combinación que se revela con claridad en El día que nos quieran , álbum que grabó a fines del año pasado junto al pianista Cristian Zárate, y que presentan hoy, en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056, a las 21, con entrada gratuita), en el marco del Festival de Tango de la Ciudad.
Ambos músicos se conocieron en Tokio, una década atrás, en una gira del quinteto de Juan José Mosalini, del que Sánchez era integrante, y cuyo pianista “titular” marcó ausente con aviso. La sociedad nació de inmediato; durante los años siguientes cada encuentro fue una buena excusa para avanzar en la construcción de un lenguaje común, y en darle forma –casi sin planearlo- a El día.... “Lo terminamos grabando sin mirarnos, en cuatro días”, resume.
¿Cuánto hay de improvisación en los once temas que grabaron?
Poco. Es una música bastante pautada, con arreglos escritos por los dos. Está tocada a la manera de una improvisación. Pero queríamos que hubiera una coherencia.
¿Hay algún aspecto en el que sientas que evolucionaron con más fuerza a través de los años?
Creo que, de a poco, nuestra música se va dirigiendo hacia lo esencial. Decimos más con menos. De algún modo, tratamos de ponernos en el lugar de quien escucha, y economizamos data. Además, hay una mayor complementación. En algún punto, el dúo funciona como una pareja de baile.
El disco está dedicado a Dino Saluzzi, Rubén Juárez y Astor Piazzolla; pero en la tapa ustedes patean un bandoneón por un acantilado. ¿En qué quedamos?
(Risas) Es una guiñada de ojo. La idea es destacar que lo que prima es la música, y recién después viene el instrumento. Ellos tres eran, primero, músicos, y recién después, bandoneonistas. Nosotros tratamos de aportar una respuesta, aunque sea mínima, al interrogante de cómo hacer evolucionar el género. En el caso de Piazzolla, me parece que su obra fue tan exuberante que para crecer, como diría un freudiano, era necesario matar al padre. Pero para eso hay que laburar mucho. De lo contrario, terminás, como muchos, en un callejón sin salida. Es un tema de honestidad. Uno trata de buscarle respuestas a las preguntas cotidianas. Y uno no es el mismo todos los días.
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Leonardo Sánchez cuenta que empezó a tocar la guitarra a los cinco años. “Tuve la suerte de tener muy cerca a mi tío, Raúl Mercado, que era integrante de Los Andariegos; eso ayudó a que desde un principio estuviera muy arraigado a la música popular”. Fue el mismo Mercado quien lo incitó, a los 18 años, a armar las valijas, levantar vuelo y aterrizar en Francia, para “seguir estudiando”.
Sin embargo, Sánchez nunca dejó de estar en contacto con el tango y con el folclore, mientras se nutría por igual en la “escuela de la música clásica” como en la de “los intuitivos”. Una combinación que se revela con claridad en El día que nos quieran , álbum que grabó a fines del año pasado junto al pianista Cristian Zárate, y que presentan hoy, en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056, a las 21, con entrada gratuita), en el marco del Festival de Tango de la Ciudad.
Ambos músicos se conocieron en Tokio, una década atrás, en una gira del quinteto de Juan José Mosalini, del que Sánchez era integrante, y cuyo pianista “titular” marcó ausente con aviso. La sociedad nació de inmediato; durante los años siguientes cada encuentro fue una buena excusa para avanzar en la construcción de un lenguaje común, y en darle forma –casi sin planearlo- a El día.... “Lo terminamos grabando sin mirarnos, en cuatro días”, resume.
¿Cuánto hay de improvisación en los once temas que grabaron?
Poco. Es una música bastante pautada, con arreglos escritos por los dos. Está tocada a la manera de una improvisación. Pero queríamos que hubiera una coherencia.
¿Hay algún aspecto en el que sientas que evolucionaron con más fuerza a través de los años?
Creo que, de a poco, nuestra música se va dirigiendo hacia lo esencial. Decimos más con menos. De algún modo, tratamos de ponernos en el lugar de quien escucha, y economizamos data. Además, hay una mayor complementación. En algún punto, el dúo funciona como una pareja de baile.
El disco está dedicado a Dino Saluzzi, Rubén Juárez y Astor Piazzolla; pero en la tapa ustedes patean un bandoneón por un acantilado. ¿En qué quedamos?
(Risas) Es una guiñada de ojo. La idea es destacar que lo que prima es la música, y recién después viene el instrumento. Ellos tres eran, primero, músicos, y recién después, bandoneonistas. Nosotros tratamos de aportar una respuesta, aunque sea mínima, al interrogante de cómo hacer evolucionar el género. En el caso de Piazzolla, me parece que su obra fue tan exuberante que para crecer, como diría un freudiano, era necesario matar al padre. Pero para eso hay que laburar mucho. De lo contrario, terminás, como muchos, en un callejón sin salida. Es un tema de honestidad. Uno trata de buscarle respuestas a las preguntas cotidianas. Y uno no es el mismo todos los días.
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