Sergio Mihanovich: El compositor con misterio.
Sergio Mihanovich: El compositor con misterio.
Pianista y compositor, fue uno de los músicos más importantes del jazz argentino. Murió ayer, a los 74 años, víctima de un cáncer.
Sergio Mihanovich. |
8/05/12
En algún momento se convirtió en nada más que el tío de Sandra, pero Sergio Mihanovich hizo méritos como para merecer una entrada propia, ajena a parentescos, en una imaginaria enciclopedia de música argentina. El primer dato sería que es el único autor argentino, y uno de los pocos nacidos fuera de los Estados Unidos, con un tema en el Real Book, la biblia de los standards de jazz. El último, que murió un 7 de mayo de 2012 en Buenos Aires, víctima de un cáncer, un día antes de cumplir 75 años, y que sus restos descansan en el Jardín de Paz.
Descendiente de un croata y una serbia -”el primero de todos los milagros”, decía-, era parte de una familia de la clase alta criolla. En la casa natal, en la calle Montevideo, había dos pianos: en el primer piso, un Steinway de cola donde se tocaba música clásica; en el sótano, un piano vertical alemán, donde ensayaba The Blackbirds, el primer grupo vocal argentino de música popular estadounidense, formado por su padre, Raúl, y sus tías: “Se pintaban de negro y se cambiaban de nombre, porque eran gente de la sociedad”, contaba con ironía.
A él lo atraía más la música clásica, que también estaba en sus genes: su abuelo materno, Carlos Berro Madero, había sido director artístico del Teatro Colón. “A los siete años me senté al piano y compuse un tema. Componía música clásica y deliraba por Wagner. Mis tías cantaban arias de ópera. Y de muy chico me llevaron al Colón a ver El ocaso de los diose s, de Wagner, que dura cinco horas. Yo estaba fascinado y cuando terminó, dije: ¿Cómo? ¿Ya está? ” Hizo falta que viajara a las fuentes del jazz para que su melomanía cambiara de rumbo. “A los 12 años, mi papá nos llevó a mis hermanos y a mí a Nueva York por dos meses. Alquiló una suite, con piano, en un hotel. Me daba un dólar por día y me iba a la casa de discos de la esquina, me metía en una de las cabinas y escuchaba todo. Allí compuse mi primera canción en inglés, Silly of Me , y empezó mi carrera con el jazz”. Esa canción precoz, al estilo Broadway y Cole Porter, fue la primera de más de 500 composiciones, interpretadas y grabadas por gente como Bill Evans, Tony Bennett, Stan Getz, Jim Hall, Sergio Mendes, Herbie Hancock, Joe Pass, Gerry Mulligan, Michel Petrucciani o Art Farmer.
Y eso que nunca supo leer o escribir la notación europea tradicional: “Uno de mis primeros trabajos fue como pianista con el conjunto Green Birds. Usábamos un smoking verde loro, horrible, y hacíamos el número vivo en el Opera, después en Canal 7 y Radio El Mundo. Todos tenían su partitura y yo, unos machetes. Temblaba en el debut, y encima en primera fila estaba Niní Marshall, que era mi madrina. Y yo, muerto de miedo”.
Otro lugar testigo de sus comienzos fue el Jamaica, de San Martín y Paraguay, donde se formó el dúo Salgán-De Lio. Todos los músicos extranjeros que venían en los ‘60 pasaban por ahí: la orquesta de Count Basie, Ella Fitzgerald, Harry James, Marlene Dietrich, Burt Bacharach. Ahí tocó con el Gato Barbieri y ahí John Lewis, fundador del Modern Jazz Quartet, le ofreció ir a trabajar a Nueva York: la experiencia duró diez años. Al irse, ya había compuesto música para películas -como Los jóvenes viejos , de Rodolfo Kuhn-, ya había grabado el prometedor disco B.A. Jazz y había compartido escenario con Astor Piazzolla en el boliche 676. Parecía llamado a ocupar un lugar relevante en la escena porteña.
A la vuelta, reflotó un dúo con Betty, por entonces su esposa. De a poco, pasó a ser conocido sólo entre los entendidos. Su personalidad contribuyó al misterio: tímido, combinaba su aura de dandy aristócrata con una gran modestia. Entonces, para recordarlo, habrá que recurrir a los discos y a aquella enciclopedia imaginaria, que dirá que fue un notable pianista, gran improvisador, cantante confidencial y autor de canciones agridulces, como la vida.
Unico argentino
Sometime Ago es el único tema de un autor argentino que figura en el Real Book, el conjunto de partituras que reúne el canon del jazz; es decir, los considerados standards. Este vals-balada apareció en 1963 en Interaction, álbum de Art Farmer, y fue grabada innumerables veces.
En algún momento se convirtió en nada más que el tío de Sandra, pero Sergio Mihanovich hizo méritos como para merecer una entrada propia, ajena a parentescos, en una imaginaria enciclopedia de música argentina. El primer dato sería que es el único autor argentino, y uno de los pocos nacidos fuera de los Estados Unidos, con un tema en el Real Book, la biblia de los standards de jazz. El último, que murió un 7 de mayo de 2012 en Buenos Aires, víctima de un cáncer, un día antes de cumplir 75 años, y que sus restos descansan en el Jardín de Paz.
Descendiente de un croata y una serbia -”el primero de todos los milagros”, decía-, era parte de una familia de la clase alta criolla. En la casa natal, en la calle Montevideo, había dos pianos: en el primer piso, un Steinway de cola donde se tocaba música clásica; en el sótano, un piano vertical alemán, donde ensayaba The Blackbirds, el primer grupo vocal argentino de música popular estadounidense, formado por su padre, Raúl, y sus tías: “Se pintaban de negro y se cambiaban de nombre, porque eran gente de la sociedad”, contaba con ironía.
A él lo atraía más la música clásica, que también estaba en sus genes: su abuelo materno, Carlos Berro Madero, había sido director artístico del Teatro Colón. “A los siete años me senté al piano y compuse un tema. Componía música clásica y deliraba por Wagner. Mis tías cantaban arias de ópera. Y de muy chico me llevaron al Colón a ver El ocaso de los diose s, de Wagner, que dura cinco horas. Yo estaba fascinado y cuando terminó, dije: ¿Cómo? ¿Ya está? ” Hizo falta que viajara a las fuentes del jazz para que su melomanía cambiara de rumbo. “A los 12 años, mi papá nos llevó a mis hermanos y a mí a Nueva York por dos meses. Alquiló una suite, con piano, en un hotel. Me daba un dólar por día y me iba a la casa de discos de la esquina, me metía en una de las cabinas y escuchaba todo. Allí compuse mi primera canción en inglés, Silly of Me , y empezó mi carrera con el jazz”. Esa canción precoz, al estilo Broadway y Cole Porter, fue la primera de más de 500 composiciones, interpretadas y grabadas por gente como Bill Evans, Tony Bennett, Stan Getz, Jim Hall, Sergio Mendes, Herbie Hancock, Joe Pass, Gerry Mulligan, Michel Petrucciani o Art Farmer.
Y eso que nunca supo leer o escribir la notación europea tradicional: “Uno de mis primeros trabajos fue como pianista con el conjunto Green Birds. Usábamos un smoking verde loro, horrible, y hacíamos el número vivo en el Opera, después en Canal 7 y Radio El Mundo. Todos tenían su partitura y yo, unos machetes. Temblaba en el debut, y encima en primera fila estaba Niní Marshall, que era mi madrina. Y yo, muerto de miedo”.
Otro lugar testigo de sus comienzos fue el Jamaica, de San Martín y Paraguay, donde se formó el dúo Salgán-De Lio. Todos los músicos extranjeros que venían en los ‘60 pasaban por ahí: la orquesta de Count Basie, Ella Fitzgerald, Harry James, Marlene Dietrich, Burt Bacharach. Ahí tocó con el Gato Barbieri y ahí John Lewis, fundador del Modern Jazz Quartet, le ofreció ir a trabajar a Nueva York: la experiencia duró diez años. Al irse, ya había compuesto música para películas -como Los jóvenes viejos , de Rodolfo Kuhn-, ya había grabado el prometedor disco B.A. Jazz y había compartido escenario con Astor Piazzolla en el boliche 676. Parecía llamado a ocupar un lugar relevante en la escena porteña.
A la vuelta, reflotó un dúo con Betty, por entonces su esposa. De a poco, pasó a ser conocido sólo entre los entendidos. Su personalidad contribuyó al misterio: tímido, combinaba su aura de dandy aristócrata con una gran modestia. Entonces, para recordarlo, habrá que recurrir a los discos y a aquella enciclopedia imaginaria, que dirá que fue un notable pianista, gran improvisador, cantante confidencial y autor de canciones agridulces, como la vida.
Unico argentino
Sometime Ago es el único tema de un autor argentino que figura en el Real Book, el conjunto de partituras que reúne el canon del jazz; es decir, los considerados standards. Este vals-balada apareció en 1963 en Interaction, álbum de Art Farmer, y fue grabada innumerables veces.
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