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Tim Robbins: "Ser famoso es muy superficial"


Tim Robbins: "Ser famoso es muy superficial".


Entrevista. Actor y director. El estadounidense vino para presentar “1984”, de Orwell, en el Teatro San Martín, entre el jueves y el sábado. Y habla del miedo como forma de control, y del Hollywood actual.




09.04.2012
Actor y director de cine y teatro, músico, activista político. Son muchas las etiquetas que le caben a Tim Robbins que, a los 53 años, está por primera vez en la Argentina en su rol de director teatral para presentar en el Teatro San Martín una puesta de 1984 , de George Orwell.
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Amable y relajado para responder, con sus casi dos metros de alto, su pelo totalmente canoso e igual de delgado que siempre, quien fuera nominado al Oscar como mejor director por Mientras estés conmigo y, luego, lo ganara como actor de reparto por Río Místico , habló de la puesta y los temas que trata la obra, de su continuo pero cambiante interés en la política, y de un Hollywood que hoy, dice, “trabaja para chicos de 15 años”.

La obra la hizo con el grupo teatral que creó en 1982, The Actors’ Gang, “que armamos con amigos universitarios (de la UCLA). Siempre nos interesó traer al teatro la tradición europea y no tanto el realismo norteamericano. Obras de Brecht, Moliere, Shakespeare, que tratan de asuntos de mayor peso y escala. Tengo gran admiración por el realismo de mi país, pero creo que funciona mejor en cine. Me encanta ser parte de la experiencia de hacer teatro y ver cómo inspira a la gente. Creás una comunidad con las personas que no se consigue en cine. Y que no podés bajar por Internet. El teatro es la única forma artística que sobrevive a eso”.

¿Es también para vos reencontrarte con tu pasión inicial? Siempre creí que el teatro era vital para la sociedad. Además, es donde mejor se pueden expresar contenidos adultos, cosa que no se está haciendo mucho en cine. Y te permite mantenerte honesto. Hay algo del cine que te atrapa con el tema de ser una estrella, pero la fama es algo superficial. Cuando te volvés famoso es muy posible perderte a vos mismo, creerte tu propia ima gen. El teatro es más honesto. Te vuelve humilde, te hace compartir con los demás. Cuando hacés cine tu único contacto con la gente termina siendo en alguna alfombra roja.

¿Qué fue lo que te movilizó de “1984“ para hacerla ahora? Cuando Orwell la escribió era 1948. En cartas dijo que la obra era tanto sobre el comunismo como sobre el fascismo. Es una historia sobre un gobierno totalitario y puede ser de izquierda o derecha. Vimos ejemplos de ambos. Y con todo lo que está pasando ahora, 1984 tiene más relevancia que entonces. De hecho, en el apéndice del libro, Orwell cita a Jefferson en la Declaración de la Independencia, cuando habla de las tendencias de los gobiernos que quieren controlar a la gente. Y que contra eso lo único que se puede oponer es tenacidad y esperanza. Que más allá de la opresión, lo único que te puede liberar es el amor por el otro.

Está la guerra en el original de Orwell, pero ahora hay muchas otras formas de control que entonces no existían… El hablaba del miedo como forma de control. La naturaleza de la guerra posnuclear no es la aniquilación, sino anular los recursos de la sociedad a través del miedo a un enemigo oculto y no identificable al que ja más se puede vencer. De esa manera la clase gobernante se perpetúa en el poder. No existe la victoria ni la derrota. El terrorismo no es un enemigo, es un concepto. No podés invadir Japón y Alemania y listo. Según Orwell, algo como el terrorismo va a existir siempre. Y es por eso que el dinero va a seguir yendo a perpetuar la guerra y no, por ejemplo, al arte.

¿Fueron las guerras de Irak y Afganistán las que le dieron urgencia al tema para vos? Lo de las torturas en Abu Ghraib nos hizo enojar mucho, por 2006, y fue un punto de partida esa indignación. Con el tiempo la obra fue cambiando. El espíritu sigue siendo el mismo, pero ahora aparece más un costado humorístico que tiene el libro. Indignación y humor… The Actors Gang tiene poco que ver con el teatro estadounidense que usualmente llega aquí...

Sí, no hacemos Mamma Mia! (se ríe). Igual, me encantan los musicales. El teatro también es un lugar para divertirse y es legítimo que lo sea. A mí me interesa el teatro visceral. Aunque tampoco nos tomamos tan seriamente y nos cerramos al público. Queremos entretener, comunicarnos con la audiencia, que lo que hacemos no sea sólo un ejercicio intelectual. Y pensamos que cada persona que viene a vernos tiene que gastar su dinero en la entrada, se arriesgaron a venir y queremos darle lo mejor. De cualquier manera, nuestras obras intentan hablar de la condición humana, plantearse preguntas sobre el mundo en que vivimos.

Hablando de indignación, en 2011 tuvo lugar el movimiento Occupy Wall Street y fuiste parte de todo esto. Sin embargo, los echaron y se dispersó. ¿Cómo valorás la experiencia? El movimiento no terminó, sigue existiendo, la gente sigue hablando de la disparidad entre ricos y pobres en mi país. La protesta cambió y ahora se habla en los medios del 1% y el 99% (los ricos y los... demás). Creo que todavía podemos esperar más cosas de este movimiento. Lo que me interesó también de ellos es que no necesitaban de las celebridades para darse a conocer. Y que tampoco tenían un programa de objetivos, ni respuestas a los problemas. La agenda iba surgiendo en los debates. En cambio, tenés a movimientos como el Tea Party, que se dice que son creados “por la gente”, cuando en realidad son financiados por millonarios.

Por un lado, existe la TV de los reality shows en la que “1984” está presente a través de ideas como Gran hermano”, pero por otro en TV se tratan temas adultos. ¿Cómo ves esta contradicción? La buena televisión está por cable, canales tipo HBO. Los reality shows, en cambio, son la destrucción de la idea de privacidad. Cuando dejás que tu vida sea mostrada, los productores no quieren mostrar gracia ni poesía, quieren mostrar los problemas y la destrucción del individuo porque eso da más rating. Es algo pornográfico y verlo no nos ayuda como seres humanos. Y 1984 no tiene nada que ver con eso. La obra habla de conceptos mucho mayores que los reality shows.

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