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Litto Nebia.

Litto Nebia: "Voy a hacer lo que quiero, aunque me pongan barreras".


Apasionado. El músico sigue engrosando el catálogo de Melopea, un sello que ya tiene más de dos décadas. Aquí, habla de los últimos discos editados, adelanta los que vendrán, y cuenta por qué no se unió al ciclo “Los Sónicos”.



Para los melómanos, el hogar de Litto Nebbia en el Tigre se acerca a la idea del paraíso. Quizá no haya músico en el país con una discoteca tan extensa. Por cierto, la filmoteca -es cinéfilo desde su infancia en Rosario- y la biblioteca no le van en zaga. Entre discos, películas y libros, Nebbia sigue con su ritmo habitual de composición, grabación -el año pasado editó dos álbumes, uno de ellos triple, y está sacando uno nuevo, en abril, junto al guitarrista Daniel Homer- y shows: solo, con sus teclados y su guitarra acústica, en dúo con Homer o -cuando las cuestiones de logística lo permiten-, con su banda La Luz.

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Apasionado y tozudo, Nebbia continúa engrosando el catálogo de Melopea, un emprendimiento –en todo el sentido de la palabra- quijotesco, que ya pasó su segunda década y donde, amén de sus problemas económicos, siguen saliendo producciones interesantes como Los Mersey Mustards, definidos por Nebbia como “una mixtura de Shakers, Kinks y Gatos Salvajes”, que ya van por su segundo disco.
El reconocimiento de los últimos años, en especial a tu condición de pionero del rock argentino, y tu disposición a volver a tocar los temas de esa época, ¿pueden terminar siendo el árbol que no deja ver el bosque, el resto de tu carrera?
De parte de uno es inmanejable. Pensá una cosa peor: la cantidad de millones de seres humanos que se van a morir sin saber que existía Frank Zappa. Nunca me he querido afirmar en la idea de qué hice, qué dejé de hacer y qué estoy haciendo; mi discurso siempre ha sido que estoy entusiasmado con qué voy a hacer mañana. Fito Páez o Calamaro no tienen obligación de decir lo que dicen de mí, pero a mí no me cambia la vida. Claro que me da orgullo esta última oleada periodística, e inclusive de músicos, pero no soy un tipo que viva pendiente de eso. Me invitaron para hacer de mí mismo en Los Sónicos (un ciclo de ficción que se emitió por Canal 9); no me interesó: estaba bien hecha, pero si bien dicen que el programa es un homenaje a mis comienzos, no escuché que pasaran música del inicio del rock argentino...
¿Podrías, hoy por hoy, sostener tu agenda de shows tocando solamente temas nuevos?
Sí. En ningún lugar me contratan porque sepan qué es lo que voy a cantar esa noche. Es más, en una actuación de fin de año en Palermo, no toqué ni La balsa ni Viento dile a la lluvia ni El rey lloró, y la gente salió contentísima.
¿Por qué no están Los Gatos en catálogo? ¿Es porque al negarte a firmar el nuevo contrato que te ofrecían, tenés poder de veto, o por castigo de la compañía?
Me están castigando, entre comillas, porque no firmé el mismo contrato por 50 años más. Fue una idea del director, Afo Verde (hoy presidente de Sony Latinoamerica), que dice que ama la música y, también, que es músico. Ellos no me tienen que preguntar para sacar los discos, pero mirá lo leonino del contrato: no lo sacan, y yo no los puedo sacar tampoco. Ni viven ni dejan vivir.
Melopea es un sello señero. ¿Cuál es su lugar hoy, cuando hay muchas discográficas independientes?
Está bueno -entre lo que hizo Melopea, humildemente, y lo que se fue dando en el mundo- que ahora se animen muchos tipos y se den cuenta de que está bien hacer su producción independiente. Pero me gustaría que hubiera sellos como Melopea, que alberguen cosas, metan guita, tiempo, creatividad. En 22 años, tenemos un catalogo de 600 y pico de títulos, donde hay más de 200 títulos en los que hemos pagado hasta lo que comían al mediodía los músicos cuando paraban. Por eso me da gracia cuando, actualmente, estos sellos grandes, multimillonarios, les dicen a los artistas que no hay presupuesto. Sería bárbaro que salieran sellos independientes con la misma ideología. Hay tipos que han montado la idea del sello independiente, pero los masters se los pagó el artista, ¡y se lo quedan ellos! Yo pagué lo que tengo.
Algunos discos de Melopea tienen el apoyo de sindicatos o aseguradoras. ¿Podría Melopea, hoy por hoy, subsistir de manera completamente autónoma?
El negocio de Melopea no subsiste: yo pongo la mitad del dinero de todo lo que cuesta. Tengo cinco moratorias. Melopea existe porque uno quiere hacer esto. A veces tengo algún auspicio, que nos ayudan con las tapas. Hoy es más cara la gráfica que el disco. Jamás he logrado un plan para Pymes y cultura, y tampoco me anoto en ningún lado. Si estás pensando en una cosa que sea rentable, te ponés un sauna o te dedicás a la prostitución... No hace falta hacer un estudio de mercado.
¿Te gustaría poner tus canciones a disposición de un productor, como hizo Calamaro con vos?
Si el tipo me propusiera algo razonable, que me conviniera artística y económicamente, lo haría. Pero el que va a ser producido de esa manera necesita admirarlo al tipo, comprenderlo...
El DVD de “La canción del mundo” comienza con vos presentando a los gatos de tu casa. Las fotos del booklet abarcan desde vos tocando en el Ronnie Scott’s de Londres hasta una tuya como turista en la Fontana di Trevi. ¿Tenés borradas las fronteras entre artista y persona o es parte de la poética de lo cotidiano que se nota en tus letras?
Me parece que cuando uno se dedica al arte de esta manera tan obsesiva, por vocación, sin querer se transforma en una persona especial, porque hace todo el día algo que le da mucho placer. Uno está todo el día en el ámbito de cine, literatura, música, la fontana di Trevi, los gatos del Tigre, y yo lo vivo todo como una sola cosa.
Muchas veces te referís a las letras de tus primeras canciones como pueriles. ¿No sos muy severo con vos mismo?
Digo pueril para que se entienda que son letras y un formato bien de adolescencia. Un tipo de 50 años no escribe “Este mes fue de algodón” (de Mes de algodón, 1970, una de un puñado de viejas canciones regrabadas para el album triple), escribe Está en tus manos, Canción sin puñales, Pequeño manual de vos y yo.
¿Por qué en el reciente compilado “La historia de un creador” no hay canciones de tus últimas dos décadas?
Están las más populares. Hay gente que dice: “Ay, no te escucho por acá, por allá”. Desde el momento en que inauguré un sello independiente nunca más en la vida me pasaron por la radio. Y en todos mis discos un tema de esos pegadores hay.
¿”Yo no permito” es la canción que mejor te define?
Sí, porque mi idea de la vida es ir para adelante. Yo no permito dice que voy a hacer lo que quiero, aunque me pongan barreras. Creo que es una manera de hacer exorcismo con la palabra.

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