IKV en el Lollapalooza chileno.
Regreso con gloria.
La banda de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur cruzó los Andes y se volvió con la ovación de una multitud que acompañó su regreso a Chile después de más de una década.
Algo más de diez años tardaron los Illya Kuryaki & the Valderramas a Chile. Un largo espacio de tiempo que el público chileno les hizo sentir con creces, el domingo, frente al Alternative Stage del Lollapalooza transandino.
Pero no por el olvido. Para nada. Más bien, porque a pesar de haber sido programados en uno de los escenarios secundario, su convocatoria sólo fue superada por los números principales del festival (Foo Fighters, Björk, Arctic Monkeys, MGMT y algún otro representante "gringo", además de los históricos y eternos Jaivas).
Desde el grito primal de Chaco, hasta el final de Abarajame, con Eric Bobo (Ritmo Machine y Cypress Hill) y C-Funk, de Los Tetas, también en escena, la multitud compartió el regreso de la banda de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur bailando, haciendo palmas, saltando, levantando las manos. Y, sobre todo, dejando en evidencia una envidiable memoria para recordar las canciones de Horno para calentar los mares, Chaco y Leche. Gran memoria; a menos que nunca hayan dejado de escucharlos. Sea como sea, habla muy bien de la impronta que los IKV dejaron allí durante su vida anterior.
Del otro lado, en tanto, arriba del tablado, Horvilleur, Spinetta y compañía –muy buena compañía- ratificaron en música lo que vienen anunciando desde su reunión: la versión 2012 de IKV parece tener bastante tela para cortar, además de zurcir y retocar sus viejos trapos.
Pero, mientras el dúo -potenciado con Sergio Verdinelli en la batería; Rafael Arcaute en teclados; Matías Rada en guitarra; Mariano Domínguez en bajo; Carlos Salas en percusión y Natalia Welbey y Ayelén Zuker en coros- trabaja en un buen paquete de nuevas ideas con destino de próximo álbum, se dedica a reubicar en el mapa musical un repertorio que envejeció bien. Como sus responsables. O, mejor, maduraron.
Porque ni ellos –Dante y Emmanuel- son los que eran, ni las canciones son réplicas exactas de sus originales. A veces con más sutileza, otras con más evidencia, los cambios, en todos los casos, suman. De la mano de nuevos arreglos en los teclados de Arcaute, del abordaje rocker de los solos de Spinetta, de los argumentos con que Verdinelli le pega a la batería y de las voces con alma soulera que le agregan las coristas.
En ese contexto, a pesar de cierta deficiencia en el sonido en el tramo inicial del recital, los IKV repasaron una lista que incluyó Jaguar House, Jugo, Trewa y Jennifer del Estero, entre otras canciones, en un clima que alternó el funk, el rap y el soul en diferentes dosis, apenas interrumpido por cierta calma transmitida por Virgen de riña. Todo, coronado con Remisero, Coolo y Abarajame en tándem, en un cierre con el dulce sabor a regreso con gloria.
Pero no por el olvido. Para nada. Más bien, porque a pesar de haber sido programados en uno de los escenarios secundario, su convocatoria sólo fue superada por los números principales del festival (Foo Fighters, Björk, Arctic Monkeys, MGMT y algún otro representante "gringo", además de los históricos y eternos Jaivas).
Desde el grito primal de Chaco, hasta el final de Abarajame, con Eric Bobo (Ritmo Machine y Cypress Hill) y C-Funk, de Los Tetas, también en escena, la multitud compartió el regreso de la banda de Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur bailando, haciendo palmas, saltando, levantando las manos. Y, sobre todo, dejando en evidencia una envidiable memoria para recordar las canciones de Horno para calentar los mares, Chaco y Leche. Gran memoria; a menos que nunca hayan dejado de escucharlos. Sea como sea, habla muy bien de la impronta que los IKV dejaron allí durante su vida anterior.
Del otro lado, en tanto, arriba del tablado, Horvilleur, Spinetta y compañía –muy buena compañía- ratificaron en música lo que vienen anunciando desde su reunión: la versión 2012 de IKV parece tener bastante tela para cortar, además de zurcir y retocar sus viejos trapos.
Pero, mientras el dúo -potenciado con Sergio Verdinelli en la batería; Rafael Arcaute en teclados; Matías Rada en guitarra; Mariano Domínguez en bajo; Carlos Salas en percusión y Natalia Welbey y Ayelén Zuker en coros- trabaja en un buen paquete de nuevas ideas con destino de próximo álbum, se dedica a reubicar en el mapa musical un repertorio que envejeció bien. Como sus responsables. O, mejor, maduraron.
Porque ni ellos –Dante y Emmanuel- son los que eran, ni las canciones son réplicas exactas de sus originales. A veces con más sutileza, otras con más evidencia, los cambios, en todos los casos, suman. De la mano de nuevos arreglos en los teclados de Arcaute, del abordaje rocker de los solos de Spinetta, de los argumentos con que Verdinelli le pega a la batería y de las voces con alma soulera que le agregan las coristas.
En ese contexto, a pesar de cierta deficiencia en el sonido en el tramo inicial del recital, los IKV repasaron una lista que incluyó Jaguar House, Jugo, Trewa y Jennifer del Estero, entre otras canciones, en un clima que alternó el funk, el rap y el soul en diferentes dosis, apenas interrumpido por cierta calma transmitida por Virgen de riña. Todo, coronado con Remisero, Coolo y Abarajame en tándem, en un cierre con el dulce sabor a regreso con gloria.
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