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Villa-Devoto

Hoy se estrena "Shame" Sin reservas.

Adicto al sexo.


Entrevista. Michael Fassbender y Steve McQueen. Actor y director del controvertido filme hablan de un tema que, aseguran, en muchas partes del mundo sigue siendo tabú.


Michael Fassbender y Steve McQueen.


Steve McQueen, el artista londinense devenido cineasta, tiene oscuros recuerdos de su primera visita a Nueva York, ya que estuvo aquí durante el apagón de 1977. “Tenía siete años -recuerda-. Fue una gran impresión. Había una remera que decía: ‘¿Dónde estabas cuando se apagó la luz?’ Había muchos robos.
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Era emocionante.” El hombre que está sentado a su lado se ríe. “Toda una fiesta”, dice Michael Fassbender, el actor germano-irlandés y estrella de la nueva película del dúo, Shame: sin reservas . ¿Es la primera vez que visita Nueva York? “Hice un comercial de Guinness aquí -contesta- sobre un tipo que nada desde Irlanda hasta Nueva York.” La ciudad, dice “era como me la imaginaba.” Son una extraña pareja –el artista neurótico de anteojos y su musa audaz-, pero podría ser hasta más extraño el hecho de que un par de europeos hayan creado una de las versiones cinematográficas de Manhattan más memorables en muchos años. Shame es una saga de adicción al sexo que transcurre en una Nueva York ejecutiva donde la autodestrucción se desarrolla entre decorados minimalistas, hoteles sofisticados y otras instancias de la vida urbana exclusiva. A pesar de frecuentes escenas de sexo tan explícito que la película recibió una calificación de sólo para mayores de 17 años (en los Estados Unidos; en la Argentina es para 18), Shame es un retrato nada erótico de Manhattan que reemplaza el habitual romanticismo de la ciudad por un escalofrío aséptico. Brandon (Fassbender) pasa los días trabajando en una firma anónima del centro, mientras que por las noches busca sexo anónimo de todo tipo. Hace contacto visual con mujeres en el subte y lleva prostitutas a su departamento de Chelsea que abunda en pornografía. No es un personaje fácil, y la película generó distintos comentarios por parte de la crítica, si bien él obtuvo el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Venecia por su papel. El hecho de que este relato de derrumbe y adicción transcurra en la Nueva York moderna no es casual, si bien el impulso inicial de los realizadores de atravesar el Atlántico obedeció más a motivos prácticos que estéticos. En Inglaterra “nadie quería hablarnos de la adicción al sexo”, explica McQueen, mientras toma té con Fassbender en el Standard Hotel, escenario de varios de los encuentros de Brandon. McQueen, cuyo debut, Hunger , también protagonizó Fassbender y analizaba una famosa huelga de hambre en una cárcel de Irlanda del Norte, es un investigador riguroso. Pero cuando él y la dramaturga británica Abi Morgan (entre cuyos trabajos se cuenta La dama de hierro , la película biográfica sobre Margaret Thatcher), con la que escribió el guión, se dispusieron a entrevistar a adictos en rehabilitación en Londres, descubrieron que muchos se negaban a hablar, aparentemente asustados ante una reacción hostil de los medios británicos. “Eramos como Miss Marple y Columbo”, dice McQueen al recordar su búsqueda de información. Por último, psicólogos les presentaron pacientes en Nueva York que se mostraron más dispuestos a hablar. “Entonces me dije: ‘¿Por qué no lo hacemos aquí, ya que parece que tenemos más acceso a gente con ese problema?’ -dice-. Fue una casualidad afortunada.” McQueen descubrió que las calles de Nueva York ofrecían un refuerzo visual a su mensaje de que se trata de una adicción que puede afectar a cualquier comunidad más allá de su grado de refinamiento. “Nueva York es un paisaje que la gente reconoce aunque no haya estado en la ciudad -declara-. Antes de conocer Nueva York veía programas policiales estadounidenses y ese tipo de cosas. Es un lugar que neutraliza todo.” Para McQueen, la idea era crear una película que pudiera plasmar la autodestrucción sin dar a los espectadores una vía fácil para mantener la distancia. “Todos pueden identificarse con la adicción sexual porque todo el mundo tiene sexo. Se puede llegar a renunciar al alcohol o las drogas. Pero no pasa lo mismo con al sexo, ya que hay que vivir con sexo, por lo cual existe una relación con la mayor parte del público. Era un tema que casi no se había tocado, o que no se había abordado de manera adecuada”, agrega. Sin duda la adicción al sexo suele verse en el cine con tintes de comedia, pero incluso en abordajes más serios, como Auto Focus , tiende a usarse la enfermedad como metáfora: allí la adicción al sexo era un reflejo de la decadencia de Hollywood. Pocos directores bucean con tanta profundidad como McQueen en sus consecuencias humanas. Fassbender, que se sometió a una estricta dieta durante semanas para prepararse para el papel del huelguista de hambre Bobby Sands en Hunger , está habituado a las estrictas pautas de su director. Sin embargo, dijo que los 25 días de rodaje de Shame , que le exigieron simular varios actos sexuales y hasta orinar en cámara, le resultaron por momentos hasta más difíciles. “Algo empieza a filtrarse. Es como ponerse otra capa de piel”, dice Fassbender, que durmió 5 horas por noche mientras duró el rodaje. “Fue agotador. Sin duda, el trabajo más difícil que me tocó hasta ahora.” Sorprendido, McQueen preguntó: “¿Más difícil que Hunger ?” Fassbender pensó un momento. “Bobby Sands era un personaje de convicciones fuertes”, dijo, y Brandon “no se tiene estima. Todo lo contrario. Lo que hace es autodestruirse. Creo que convivir con eso me afectó.”
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