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Erupción balcánica

Erupción balcánica.


Emir Kusturica en El Teatro. Con su No Smoking Orchestra, el serbio satisfizo la avidez local de música de los Balcanes.




Entre tema y tema, Emir Kusturica se adelanta en el escenario de El Teatro de Colegiales y puntea siempre la misma parte del tema del cartoon La Pantera Rosa . Una, dos, diez veces. En ese ejercicio, Kusturica entiende la mejor herramienta que tiene la música balcánica para conectar con el público argentino: referir a algo más. En esos huecos, el director serbio aprovecha para decir título del tema y a cuál película suya pertenece.

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Gato negro, gato blanco , dice en español y viene la ovación. “¿Recuerdan Arizona Dream ?”. Y lo mismo. No importa qué canción; importa más de dónde salió. Alguno dirá que es el concepto detrás del The Gypsies Are Back Tour .

El clima de jolgorio es constante y, aunque haya saxo, violín, acordeón y tuba, lo “balcánico” es un condimento de este combo rockero. La No Smoking Orchestra se apoya en un baterista incansable y en un primer guitarrista relajado y potente. En medio de la dinámica del tira y afloje rítmico, el saxofonista Nenad Petrovic contrabandea jazz ( Autumn Leaves ) y clásica ( Bolero , de Ravel) e Iván Maksimovic en la primera guitarra amaga con Shine On You Crazy Diamond y Another Brick in the Wall pt. 2 (Pink Floyd). Aunque, sí, el despliegue musical queda en manos del dúo saxo-violín.

Aunque esa prensa fan-de-todo diga que hay una fiebre por la balcánica (rock balcánico, bueno) en Argentina, lo cierto es que no se supo capitalizar la música de Serbia, Bosnia, Croacia y aledaños. Si el público reggae no trascendió su interés sobre el género más allá de Bob Marley durante muchos años, salvando las distancias, Kusturica y Goran Bregovic son, para los criollos, los únicos referentes. Los Gogol Bordello (tocan aquí, en Groove, justamente el lunes) se abren paso, pero no hay escena por más fuerza que hoy hagan o méritos tengan los nacionales Babel Orkesta y los organizadores de la Fiesta Bubamara (volante entregado en la puerta con foto de… una película de Kusturica). El serbio llenó un par de veces el Luna Park, pero el género se consume turísticamente. Sin siquiera hurgar en lo impopular, ¿cuántos irían a ver a Boban Markovic? Tiene más potencial de convocatoria el indie estadounidense de Beirut que cualquiera del este de Europa.

Sin Nele Karajlic, el histriónico cantante de la No Smoking Orchestra, se suponía un mayor protagonismo del serbio en la banda. Pero no, el rol de vocalista cayó en Zoran Milosevic (acordeón) y Dejan Sparavalo (violín). Kusturica se mantiene tras la guitarra y ya. A fines de los ‘90, cuando Kusturica ganó popularidad, Zabranjeno Pušenje se rebautizó como Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra para aprovechar el envión. Kusturica, entonces, es tantísimo más una figura carismática que un líder musical. Si hasta el chiste en que suben un arco gigante para tocar el violín y la guitarra es una pantomima: el que toca es el otro guitarrista, de espaldas. Y ése es el espíritu: kermés. La guirnalda de luces que cruza sobre las cabezas del público, trucos de magia que cambian el vestuario del violinista, una elección a dedo de “Miss Argentina” y la desprolijidad en favor de la fiesta.

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