Arctic Monkeys en el Quilmes.
Capitanes de tormenta.
Quilmes Rock. El miércoles, Arctic Monkeys tocó en River bajo la lluvia.
Ella es tormentosa . Lo primero que se le escuchará cantar al líder de Arctic Monkeys, Alex Turner, en la segunda jornada del Quilmes Rock 2012, parece tener que ver con el olvidado poder predictivo del rock. Es la primera línea del primer tema de su set ( She´s Thunderstoms ), en lo que supone su segundo show argentino, luego de un impactante Luna Park en octubre de 2007. Y augura lo que llegará recién promediando su show: un extraño y tangible caso de alerta meteorológico finalmente consumado.
Como número inmediatamente anterior a las estrellas de la noche, los estadounidenses Foo Fighters, este cuarteto inglés (Sheffield) transita en público y, con magnitud de estadio, un período que el tiempo dirá si es “medio”. Esto es, un limbo oscilante entre la idea de gran nueva cosa del rock británico que fueron seis años atrás y/o llegar a los niveles de popularidad globales de U2, Coldplay u Oasis.
A diferencia de aquellos antecesores aspiracionales, Arctic Monkeys es una banda formada a partir de un consumo post-MP3 y redes sociales. De hecho, fue a partir de convertirse en un hit del ya caduco MySpace que consiguieron contrato discográfico y que su estreno ( Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not ) se transformara en el debut con ventas más rápidas en la historia. Tres discos más tarde, aquí los volvemos a tener, exhibiendo méritos y razones. Por empezar, un líder asumido, expeditivo y poco demagógico, con un apellido (Turner, “tornero”) que sería el sueño de todos los supuestos héroes de la clase trabajadora que supura el stardom rockero. Su héroe musical no es ni Lennon (a quien podría asemejarse en una primera encarnación de Teddy Boy con su actual jopo rockabilly y camisa negra bordada en blanco) ni Jagger, sino el excéntrico poeta-performer John Cooper Clarke, casi un Dylan punk. Al guitarrista y cantante lo avala una excelente base rítmica, compuesta por el bajista Nick O´Malley y el baterista Matt Helders, este último, una contracturada locomotora que no teme tocar en jogging. Ellos propulsan, agilizan y elastizan una propuesta que por momentos suena a The Smiths haciendo covers de Motörhead. Y aunque en los temas de su último disco, Suck it and See (2011) suenen más robustos y rockeros, no desentonan cuando bordean alguna melodía memorable, como Fluorescent Adolescent , ya cerrando un recital donde, parafraseando a los Rolling Stones, buscar refugio lo era todo.
Como número inmediatamente anterior a las estrellas de la noche, los estadounidenses Foo Fighters, este cuarteto inglés (Sheffield) transita en público y, con magnitud de estadio, un período que el tiempo dirá si es “medio”. Esto es, un limbo oscilante entre la idea de gran nueva cosa del rock británico que fueron seis años atrás y/o llegar a los niveles de popularidad globales de U2, Coldplay u Oasis.
A diferencia de aquellos antecesores aspiracionales, Arctic Monkeys es una banda formada a partir de un consumo post-MP3 y redes sociales. De hecho, fue a partir de convertirse en un hit del ya caduco MySpace que consiguieron contrato discográfico y que su estreno ( Whatever People Say I Am, That’s What I’m Not ) se transformara en el debut con ventas más rápidas en la historia. Tres discos más tarde, aquí los volvemos a tener, exhibiendo méritos y razones. Por empezar, un líder asumido, expeditivo y poco demagógico, con un apellido (Turner, “tornero”) que sería el sueño de todos los supuestos héroes de la clase trabajadora que supura el stardom rockero. Su héroe musical no es ni Lennon (a quien podría asemejarse en una primera encarnación de Teddy Boy con su actual jopo rockabilly y camisa negra bordada en blanco) ni Jagger, sino el excéntrico poeta-performer John Cooper Clarke, casi un Dylan punk. Al guitarrista y cantante lo avala una excelente base rítmica, compuesta por el bajista Nick O´Malley y el baterista Matt Helders, este último, una contracturada locomotora que no teme tocar en jogging. Ellos propulsan, agilizan y elastizan una propuesta que por momentos suena a The Smiths haciendo covers de Motörhead. Y aunque en los temas de su último disco, Suck it and See (2011) suenen más robustos y rockeros, no desentonan cuando bordean alguna melodía memorable, como Fluorescent Adolescent , ya cerrando un recital donde, parafraseando a los Rolling Stones, buscar refugio lo era todo.
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