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Villa-Devoto

Un gol, una vergüenza.

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Con lo justo San Lorenzo ganaba bien. Pero la increíble falla del árbitro Abal lo privó de los tres puntos y también lo dejó bloqueado. Ya no supo cómo hacer.
Eran las 17.26 de la tarde y la jugada ocurrió a los 24 minutos del segundo tiempo. El tanto de Ariel Garcé para Colón generó mucho más que el grito de gol para el equipo santafesino. Encendió la ira de los hinchas de San Lorenzo, las quejas de los futbolistas, la (injustificable) violencia en el Nuevo Gasómetro y dejó expuesta una pésima labor de Diego Abal en el encuentro de ayer.

Más allá de expulsar bien a Fuertes por un trompazo a Meza en el primer tiempo, Abal se equivocó en todo lo que siguió y su grave error estuvo en el gol visitante. No sólo por haber interpretado (mal) que Gonzalo Higuaín estaba habilitado antes de enviar el centro para Garcé, sino porque también persistió en su decisión a pesar de que uno de sus asistentes, Julio Fernández- aún con la bandera en alto- le repitió una y otra vez que la jugada era offside. “El asistente le repitió cinco veces al lado mío que era offside y él (Abal) dijo que no importaba, que él cobraba gol”, marcó Kalinski tras el partido.

Otra sentencia tácita de que la jugada no valía había sido la reacción de los hombres de Colón: Higuaín, ofuscado, pateó la pelota resignado hasta el área. Garcé, tras tocar al gol sin resistencia de Champagne, emprendía la vuelta a su campo cabizbajo. Lo mismo hacían Bastía y Prediger, que estaban a la altura del juez en ese momento. Luego, con la decisión, todos se abrazaron en el festejo.

No alcanzaron los aciertos del línea Yamil Bonfá (anuló bien un gol de Chávez y otro de Carlos Bueno) aunque la gente lo reprobó. El error de Abal había sido demasiado grande. Para colmo, con un clima ya caldeado, Abal adicionó sólo cuatro minutos, cuando el partido había estado detenido por proyectiles que cayeron desde la tribuna de Colón, por la discusión tras el gol y porque se habían hecho seis cambios. Apenas una apostilla para un pésimo arbitraje, pero que cooperó para los insultos del final. La escena ni bien terminado el encuentro también revela algo: Abal buscó rápido a su asistente, lo abrazó y se señaló el pecho. “Lo cobro yo, tranquilo”, le dijo al oído.

Con el pitazo final empezaron los disturbios. El árbitro debió esperar diez minutos para meterse en la zona de vestuarios porque la manga de acrílico no fue corrida. Mientras tanto, al menos 200 hinchas locales abandonaron la popular, rompieron el portón que divide ese sector con la Platea Norte e ingresaron hasta la antesala del vestuario, en donde sólo había cinco mujeres policías custodiando el acceso. Entonces, los que tuvieron que interceder para que los hinchas (entre ellos varios barra bravas) no causaran un mal mayor fueron los propios futbolistas. Sí. Migliore, Bianchi Arce, Ortigoza y Voboril intentaron tranquilizar a la gente mientras llegaba la Guardia de Infantería.

Ahí empeoró todo. La Policía disparó gases lacrimógenos y reprimió a los plateístas que descendían por las escaleras de la Platea Norte. Como consecuencia de los gases, una nena de 6 años y un hombre mayor debieron ser atendidos en la enfermería del club. Otra persona fue trasladada hasta el mismo lugar con un corte en su cuero cabelludo y tres médicos del SAME presentaron complicaciones respiratorias. Afuera los problemas siguieron: pedradas por parte de los hinchas y corridas del lado de la Policía (la comisaría N° 34 realizó el operativo).

Según se supo, el informe del veedor del Ucpevef (encargado de la seguridad en el fútbol) fue duro. Y no se descarta que San Lorenzo deba jugar a puertas cerradas algunos partidos como local (ante Vélez, el siguiente, ya iba a ser sin la parcialidad visitante). “Es raro, pero se equivocan mucho con nosotros. Si tuviera que decir qué es lo que yo veo, le faltaría el respeto a mucha gente y no quiero hacer eso para no ser más perjudicado”, sostuvo con vehemencia el presidente Carlos Abdo.

En el Nuevo Gasómetro ya eran las 19.20. Habían pasado dos horas del error cuando Diego Abal salió. Se subió en un móvil de la Policía dentro del campo de juego y abandonó el estadio en medio de insultos de los pocos hinchas que quedaban. Abal les sonrió burlonamente. Otra vez se equivocaba. 




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