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Sarah Joyce (Rumer) es la nueva promesa del pop británico.

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Espectaculos.

una cantautora ya nominada para los Brit Awards.
A pesar del dicho, no siempre la perseverancia tiene reservado un triunfo como recompensa. En esa especie de selección darwiniana en la que a veces se convierte el mercado -mal que les pese la palabra a algunos-, son pocos los que llegan al final del camino y encuentran a alguien esperándolos con algo más que un pancho una coca y un cartel de “seguí participando”.

En ese grupo de privilegio le tocó estar a Sarah Joyce. Esta señorita, más conocida -o no- como Rumer, tras 31 sufridos años, editó en 2010 su primer álbum, Seasons Of My Soul y metió varios hits en los charts. Fue de un día para otro que se ubicó entre los CDs británicos más vendidos del momento y se llevó el premio al Mejor Album del año de la revista Mojo , además de haber sido nominada en otras tres categorías.

Pero, hay una vida previa, con ribetes de película melodramática clase B, que bien vale la pena ser recorrida.

Nacida en 1979, a 50 kilómetros de la capital de Pakistán, Islamabad. Allí pasó su infancia -mientras su padre ingeniero trabajaba en la construcción de un dique- junto a su madre y sus seis hermanos mayores, en una colonia de extranjeros, sin TV ni diarios. “Era un paisaje de ensueño, en el que nuestro universo estaba habitado sólo por nosotros”, recuerda.

Al regresar a Gran Bretaña, el buen momento se terminó. Y mientras Sarah se hacía fanática de los musicales de Judy Garland, que veía a repetición, sus padres se divorciaban. Y ella se sentía a la deriva. Para peor, enseguida, a los 11 años, descubrió que su padre no era tal, y que su nacimiento había sido el desenlace de un desliz de su madre con un cocinero paquistaní (fantástica historia paralela de la dama británica bella y fina entreverada con un montañés asiático). “Mi padre -el biológico- fue muy noble. No hizo diferencias conmigo, a pesar de lo doloroso que fue todo”, admitió la chica.

Criada desde entonces por su padre -el ingeniero-, poco después, Rumer se enteró de que su madre tenía cáncer. Perdón de por medio, el reencuentro la inspiró a escribir sus propias canciones. Además, antes de morir, en 2003, su madre le dejó una lista de libros que “debía leer”. Entre ellos, “estaba uno de Rumer Godden”, del que tomó su nombre artístico Desde entonces, a fuerza de cantar y golpear puertas, mientras trabajaba de lo que pudiera, puso a circular su nombre de boca en boca -entre ellas, las de Burt Bacharach y Elton John- y, de la mano de aquellas canciones que había compuesto sin más expectativa que contar lo que sentía, llamó la atención de quien se convertiría en su manager y la haría firmar su primer contrato, un año atrás.

“Nunca me interesó qué música estaba de moda. Lo único que deseaba era hacer algo de calidad, que resistiera la prueba del tiempo, y que fuera auténtico. Porque ese es el tipo de música que siempre escuché”, señaló la artista en una reciente entrevista. A juzgar por el resultado, a Rumer no le está yendo tan mal con la elección.

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