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Villa-Devoto

La fiesta inolvidable.

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Espectaculos.

Entrevista. Natalia Oreiro y Daniel Hendler. Son los protagonistas de “Mi primera boda”, la comedia sobre un casamiento que se complica. Aquí hablan del filme y de sus experiencias matrimoniales.
Bueno. Ok. Nati está embarazada” dice Daniel Hendler, apenas nota que el grabador empezó a cumplir su función, y enseguida estallan las carcajadas. Natalia Oreiro se suma y bromea “Mi primer hijo sería la película, ¿no?”. Se nota que la química entre las dos estrellas uruguayas es buena y que la pasaron muy bien filmando Mi primera boda , la película de Ariel Winograd que se estrena el jueves. Ellos interpretan a una pareja a punto de casarse que enfrenta todo tipo de inconvenientes durante una fiesta en cuestión.

“El no se quiere casar conmigo”, cuenta Oreiro, simulando estar ofendida. “Adrián, su personaje, siente el amor necesario, pero no quiere saber nada con la idea de una fiesta. Y Leonora es la insoportable del casamiento. Quiere el lugar más caro, el vestido, el mejor catering... Está muy enganchada con la parte superficial. A casi todas las mujeres nos pasa eso cuando hay una boda o una fiesta de quince. Queremos ser princesas por una noche y nos estresamos tanto que te olvidás por qué lo estás haciendo.” “Yo no me la quiero perder ni loco”, aclara Hendler. “Estoy completamente decidido por ella, pero hay un tema ahí con la boda... Cuando la mujer desea ser una princesa, se mete el buitraje del consumo. Es una bola de nieve. Con el vestido blanco, aparecen las fotos y el video. Y ahí, el maquillaje. Y una torta... Al hombre no lo educan para ser príncipe, sino más bien un futbolista. El punto de partida de la película es qué hace un futbolista en una situación así.” Natalia Oreiro aceptó el papel de Leonora sin dudar. “Ariel me llamó, me mostró un primer guión y acepté enseguida. Tenía unas ideas muy buenas que al final las terminó sacando. En realidad había aceptado hacerla por todas esas cosas que al final no quedaron”, ironiza.

Y no puede contener las burlas. “Bueno, la verdad es que nos llamaron porque Daniel daba boludo y yo neurótica”, exagera. Pero enseguida se pone seria y explica: “Me había encantado Cara de queso , tenía un humor diferente. Me encantan las comedias ácidas. El grotesco no me interesa, prefiero esta cosa más inglesa en el humor. Me gusta trabajar con directores jóvenes, que sean contemporáneos a uno, porque es mucho más fácil entenderse. Siempre me identifiqué con la comedia, pero acá podía hacer algo distinto. Mi personaje cambia, pero al principio puede ser muy irritante y ese camino nunca lo había transitado”.

Ella encuentra enseguida un defensor en su coprotagonista. “Leonora no es irritante, es irritable. Pero el carisma de Natalia y la relación preciosa que tiene con la cámara consiguen que ella pueda darle rienda suelta al personaje sin que la quieran matar”, explica Hendler.

Oreiro reflexiona: “Cuando en una fiesta se juntan dos familias distintas siempre aparecen los problemas. Y acá tenemos un matrimonio mixto. Y encima aparecen ex novios, ex novias, los amigos del novio que son unos impresentables que vienen a cagarme la fiesta, mis amigas que se creen lo más, madres que compiten... En este casamiento no queda nada por pasar”.

Hendler, casado con la cineasta Ana Katz con quien tiene una hija de tres años, despega su vida de la película: “El único imprevisto de mi casamiento fue que llovió y no pudimos hacerlo al aire libre. Estuvo bueno porque rompió con todas esas estructuras de control. Además festejaba mi emigración y la posibilidad única de mezclar a mis amigos uruguayos con los amigos de mi mujer. Más allá del anillito, fue todo muy informal”.

Oreiro no tiene anillos. En lugar de la alianza, prefirió compartir con Ricardo Mollo “un chispazo” tatuado en el anular izquierdo. “Mi casamiento no tuvo nada que ver con el de la película, pero tengo que confesar que me hizo acordar al de mi hermana. Ella tuvo una boda bastante tradicional con iglesia, vestido, fiesta. La pasó muy bien, pero en la previa estaba insoportable por la ansiedad. Nervios, llantos, que el pelo no le gustaba, que el vestido tampoco. La previa toca una fibra de las mujeres donde sienten que no se les puede escapar nada porque es el momento de sus vidas. Y lo que se te escapa es la tortuga. Yo entendía el sentimiento de Leonora en la película, pero por momentos también la veía como una boluda. No peyorativamente, sino porque decía ¿pa’qué tanto? Tanta presión...”.

“Esto de que las mujeres embarazadas empiezan a decir siempre la verdad es un peligro. Bueno, ¿terminamos ya la nota con Natalia?”, interrumpe y bromea Hendler rapidísimo de reflejos.

Pero la estrella de Muñeca brava continúa su línea de pensamiento. “Yo pongo esa adrenalina y estrés que puede llegar a generar una boda en cosas que tienen que ver con mi profesión, como un estreno. A algunas mujeres les parecerá una locura estar nerviosas por eso, pero para mí es una locura casarse.” La película se filmó en la imponente Estancia Villa María, construida en Máximo Paz por Alejandro Bustillo, antes de levantar el Casino de Mar del Plata, el Hotel Llao Llao o la casa central del Banco Nación. Los protagonistas, el director y sus familias se instalaron en el lugar durante el rodaje.

“En un entorno tan atractivo, la película fluye sola -comenta Hendler-. Salvo cuando filmaron en mi cuarto. Eso me desequilibró. No me enojé, pero intenté por todos los medios evitarlo. Había muchas habitaciones disponibles, pero al director le pareció que justo el baño de mi pieza era el mejor lugar para filmar y, en pocos segundos, una tropa de gente arrasó con mi intimidad. Estaban todos los fierros arriba de mi cama...”.

Oreiro interrumpe y lo desafía: “Vos, en la vida real, sos peor que Leonora. El lugar era una bendición. Te daba ganas de llorar. No podía salir mal la película. Terminabas de filmar y te ibas a pasear entre los árboles. Yo hasta terminaba abrazando los árboles. Si me veía alguien iba a pensar que estaba reloca.” “Así quedó embarazada”, retruca Hendler.

En un fin de semana que sirvió de descanso durante el rodaje, la estancia fue sede de la boda de Michael Bublé y Luisana Lopilato. “Se nos copiaron. Los entiendo porque ése es el lugar para casarse. Se quedaron a dormir en mi cuarto. Se los presté”, cuenta Oreiro con excitación. Y Hendler, también entre risas, agrega: “Les dijimos que se busquen un hueco mientras nosotros descansábamos el fin de semana. Es lo que tienen. Sorry.”

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