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Joaquín Furriel: el gusto por lo desconocido.

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Espectaculos.

Ya no quiere asumirse como galán de la TV. Formado en el teatro clásico, en “Lluvia constante” se enfrenta a un texto contemporáneo.
Nunca decidí ser actor . De hecho, hasta el día de hoy tengo crisis en las que pienso que debería ocuparme de otra cosa. Que algo vaya bien o tenga un buen resultado me alivia muy poco. Cada nuevo trabajo es un viaje, todo empieza de cero: eso a veces me fortalece y otras, no. Esos cambios de clima constantes me hacen desear, por momentos, una vida más apacible con respecto a esa ciclotimia. A la vez, esa adrenalina también es la que me provoca placer, por eso permanezco en el oficio.

Yo era muy estudioso, pero tenía problemas de conducta . Había una energía que no estaba en el lugar correcto. O sea, era creativo para hacer quilombo. A los 12 años, los psicopedagogos recomendaron que empezara un taller de teatro en mi escuela. Al año siguiente, me incorporé al taller de adultos de la Comedia de Almirante Brown. A los 13 o 14, ya actuaba en casi todos los teatros de la zona sur del Gran Buenos Aires.

Lluvia constante es mi primera obra de teatro contemporáneo. Decidí correrme de un espacio de exigencia personal en cuanto a mis elecciones, y cambiar de registro. Esta obra requiere intimidad, me gustó lanzarme a hacer algo que no tenía idea de cómo iba a salir.

Me gusta actuar en verano . A los 13 años estrené Juegos a la hora de la siesta , recuerdo que fue en diciembre. Hay algo del clima que me evoca esa noche, y me mantiene vivo el deseo: el público abanicándose, mis nervios... Tengo muy claras esas imágenes.

Siempre elegí lo que me gustaba hacer en teatro . La televisión me daba la solvencia económica, y en el teatro elegí casi de manera romántica. He abordado una buena parte del teatro clásico. Pero todo se unificó en La vida es sueño . No me imagino mucho tiempo sin hacer teatro clásico. También tengo ganas de probarme en una comedia.

Asumirme como galán para mí es achicarme . Mi búsqueda no va por explotar aquello en lo que me va bien. Después de los 30, comienza otra etapa; estoy más tranquilo, no me da culpa rechazar un trabajo.

No tuve maestros de actuación, pero sí actores que me enseñaron mucho . Para mí el Cervantes y el San Martín eran dos espacios deseados, lo más interesante lo había visto ahí. Tuve la suerte de trabajar con muchos de esos actores como Antonio Grimau, Lorenzo Quinteros, Alfredo Alcón, Roberto Carnaghi...

Nuestra profesión tiene un imán para almas huérfanas . Y puedo percibir que a mayor orfandad, mayor necesidad de afecto y exposición. Cuando veo a alguien en todos lados, lo primero que pienso es cuánta necesidad de aprobación o de que la gente lo quiera tiene. Yo también lo necesito, pero tengo mis límites.

No me incomoda la exposición de la televisión . Agradezco mucho la diversidad de público que atrae. Pero el medio no es uno solo. Hubo una época en que había que ser divertido en las notas. Apareció CQC , y todos los actores tenían que ser rápidos, espontáneos y elocuentes, y yo los veía actuando. Si no garpo como invitado, prefiero estar donde pueda ser interesante lo que uno es.



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