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Villa-Devoto

El día del último pogo: a diez años del concierto final de Los Redondos.

Obligada por la fidelidad sus seguidores, quienes la seguían a cualquier rincón del país, la banda de El Indio y Skay se convirtió en un símbolo del rock en los estadios.
Ingresá a esta nota y disfrutá de un breve repaso por esa historia.

ESPECTACULOS
/ ¿Cómo fue posible que una bandita de rock subterránea llegara desde los sótanos a los escenarios mastodónticos? ¿Qué lógica puede explicar que el crecimiento del hermetismo en su entorno fuera exactamente proporcional al engrosamiento de las masas que la seguían? Preguntas como éstas se formularon durante años periodistas, sociólogos y opinólogos.

Las respuestas, a diez años exactos de la última presentación en vivo de Los Redonditos de Ricota, en el Chateau Carreras de Córdoba (hoy Mario Kempes), siguen quedando cortas. Donde aparece la "mística ricotera", no hay lógica que resista ni palabras que alcancen para describir esos recitales que tenían como bonus track, como valor agregado, "el pogo más grande del mundo".

"Los Redondos tuvieron la habilidad de que un estadio de fútbol juegue a favor del artista y no en contra", asegura el periodista especializado Alfredo Rosso. "Los Redondos hicieron eso y se convirtieron en el grupo que institucionalizó el rock en las canchas de fútbol. Ni más ni menos".

El show en el estadio cordobés del 4 de agosto de 2001, no sólo representó la última función del grupo más popular y convocante en la historia del rock argentino sino que también significó el cierre de un "derrotero ricotero" que se presentó en canchas de todo el país e inclusive en Uruguay.

La creciente popularidad que adquirió la banda una vez que editó ¡Bang! ¡Bang! Estás liquidado y La mosca y la sopa (cuarto y quinto disco respectivamente), incidió para que las huestes de Patricio Rey dejaran de lado los recintos más pequeños y empezaran a pensar en grande.

A fines de 1989, después de los históricos shows de diciembre (sábado 2 y domingo 3) en el microestadio de Obras Sanitarias, la banda dio la primera gran muestra de su enorme arraigo popular cuando tocó ante más de 20 mil personas, unos días después de Navidad (29 de diciembre) en la cancha de hockey sobre césped del mismo club, en un show que se cortó abruptamente por los incidentes.

Pero mucho antes, cuando la trilogía Solari-Beilinson-Poly todavía no gozaba y ni siquiera soñaba con los beneficios de las abultadas cuentas bancarias, Los Redondos entregaron un recital en una cancha de fútbol, a la luz del día y compartiendo escenario con otras agrupaciones, una película que luego no se dio nunca más a lo largo de 25 años de trayectoria. Ocurrió en enero de 1982, con la organización de Jorge Pistocchi, director de la revista especializada de aquellos días, Pan Caliente.

La banda se presentó en la cancha de Excursionistas, al igual que Litto Nebbia, Alejandro Medina y Los Abuelos de la Nada, por citar a algunos solamente. Esa actuación terminó casi en escándalo, a partir de que dos bailarinas treparon al escenario en el medio del set "redondo" y ensayaron una suerte de strip-tease no programado. Efectivos policiales irrumpieron y pretendieron suspender el show bajo amenaza de llevarse detenidos a músicos y organizadores.

Pero la verdadera "estandarización" de Los Redondos en canchas de fútbol se dio a principios de los 90, cuando ganó la calle el CD doble Lobo Suelto, Cordero Atado (1993). La banda ofreció dos recitales en el estadio del club Huracán, en noviembre del 93, para regalarle a la multitud temas como Yo caníbal, Ladrón de mi cerebro, Un ángel para tu soledad, La hija del fletero o el reciclado Rock para el negro Atila, que permanecía inédito hasta esos días aunque ya era conocido por la grey "ricotera" bajo la denominación de Camila.

La "festividad" en el Tomás Adolfo Ducó de Parque de los Patricios se repitió dos veces más en 1994: una en mayo (en esa ocasión, ese mismo día, Los Ramones tocaron en cancha de Vélez Sarsfield) y la otra en diciembre.

Otro escenario futbolístico testigo de la mística ricotera fue la cancha de Colón de Santa Fe, cuando en diciembre de 1997 la banda ofreció allí un show que estuvo a punto de ser suspendido por un diluvio y convocó a poco más de 15.000 personas.

Cuando los sonidos del grupo ya habían mutado, la presentación de Ultimo Bondi a Finisterre se llevó a cabo en diciembre de 1998 con dos shows multitudinarios en cancha de Racing, con una convocatoria estimada en 60.000 personas por noche.

Más tarde, llegaron a dos de los estadios más imponentes de Sudamérica. En abril de 2000 con dos recitales en River Plate, en los que hubo 140.000 fans en la doble convocatoria. Y un año más tarde, Los Redondos cruzaron por primera y única vez las fronteras argentinas para sonar en Montevideo. Allí tocaron ante 50.000 espectadores en el Estadio Centenario, y ese show fue calificado por muchos como "uno de los mejores en la historia de la banda". (a24)




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