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Adiós al bailantero romántico.

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Ex lider de trinidad y solista.

Cinco mil personas se reunieron en Santa Fe para despedirse de su ídolo, que murió el domingo.
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El día gris y frío pareció el rebote lógico a tanta tristeza. Más de cinco mil personas pasaron ayer por el salón de la ex estación de trenes de Santa Fe para darle el último adiós a Leo Mattioli. Familias enteras se hicieron presentes en el velatorio y acompañaron el cortejo fúnebre hasta un cementerio privado de la ciudad, donde cerca de las 18 fue sepultado, entre aplausos emocionados y lágrimas incontenibles. El ídolo de la cumbia romántica se fue, pero nace el mito.

En el interior de una combi, los rostros abatidos de los integrantes del club de fan “Qué lindo es el amor”, expresaban mucho más que sus palabras. Ellos vinieron desde diferentes ciudades y barrios de Buenos Aires. “Fue la peor noticia que podíamos escuchar y decidimos venirnos cuanto antes para despedir a un amigo”, dijo Sergio.

En la madrugada de ayer, los restos del cantante fueron velados para la familia y amigos en una casa de sepelios. Y cerca de las nueve de la mañana se trasladó el féretro hacia el hall central de la ex estación de trenes Manuel Belgrano para que en el transcurso del día, miles de seguidores se despidan del compositor y le den muestras de cariño y fuerzas a la familia.

Los celulares reproducían la música de Leo durante todo el velatorio, los fanáticos y seguidores se persignaban ante el féretro y se negaban a irse después de los rigurosos diez minutos que tenían para dar el último saludo.

En Santa Fe y Santo Tomé (lugar donde vivía) todos alguna vez intercambiaron palabras con el compositor. La mayoría de los que ayer se hicieron presentes para despedirse de el León Santafesino, juraban alguna vez, haber mantenido una charla amena con el cantante. “No tenía problemas para sacarse una foto y hablar de lo que sea con cualquiera que se acerque. En el barrio era muy respetuoso y un vecino más. No hacía notar la diferencia con el famoso”, expresó Olga, una vecina.

Las fotos de los fans recorrían los diferentes momentos de la vida de Leo Mattioli: flaco, con barba, rubio, gordo; la apariencia nunca le pesó ni a él ni a su público. Para ellos el capital mayor que tenía estaba en sus letras. Esas que generaron la creación de un nuevo género dentro de la música tropical: la cumbia romántica. Pero que a veces resultaban tan autobiográficas como macabramente premonitorias: “Sólo le pido a Dios/ quiero quedarme con ellos/ prometo ser esta vez un padre más bueno/ Si tengo que marchar... les cantaré desde el cielo/ y como brisa bajaré a acariciar sus cabellos/...” , dice el tema Sólo le pido a Dios .

La reconocida adicción al tabaco sumado a la insuficiencia cardíaca y el colesterol alto fueron los problemas con los que lidió en los últimos años y de los cuales nunca se cuidó. Una persona de su entorno le dijo a Clarín que era muy difícil de manejar, “siempre hacía lo que quería”.

El cortejo para despedir al cantante generó un caos vehicular y los santafesinos que no podían seguirlo en sus coches aprovecharon para despedirse de el León desde las veredas de la calle Aristóbulo del Valle. Finalmente, a las 17.30, ya en el cementerio privado, Mattioli fue sepultado, frente a una multitud que perdió a un ídolo: es el inicio de una Leyenda.
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