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Viggo Mortensen: "Filmar acá es volver a mi infancia"

En el rodaje de “Todos tenemos un plan”. La opera prima de Ana Piterbarg marca el debut del actor de “Una historia violenta” en el cine argentino. Cómo es el filme, en boca de la estrella y sus compañeros.

ESPECTACULOS
/ El viaje en auto, por horas, nos aleja cada vez más de la ciudad hasta dejarla muy atrás, un punto distante que la mirada no alcanza a resolver. Luego el bote, avanzando lento por el río hasta llegar a la isla ingrata, desolada. El frío, helado, que lo cubre todo y lo vuelve lúgubre, espectral. Viento y más viento. En el fondo, detrás de unas chozas derruidas y unas carpas a medio armar, en un pequeño espacio abierto entre hojas resecas que lo tapan casi todo, hombres vestidos de blanco de pies a cabeza están agrupados. ¿Sobrevivientes de una plaga? ¿Astronautas? La locación de Todos tenemos un plan tiene algo de ficción. Los pesados cables se entremezclan con la basura del piso y un tronco se quema en un enorme tacho largando humo, chispas y calor. La gente habla poco -parece cansada- y mira al visitante con cierto desdén, como quien observa a un sujeto extraño aproximarse a una secta. Podría ser una escena de La carretera , en la que Viggo Mortensen actuó. O un episodio inédito e invernal de Lost . O un plano no filmado de Stalker , de Tarkovsky.

Los hombres vestidos de blanco no son astronautas, claro. Son el propio Mortensen, Sofía Gala, la directora Ana Piterbarg y parte del equipo técnico que tiene que filmar una complicada escena que involucra el manejo de peligrosas abejas. El asunto no es fácil. Además de la mecánica propia de la escena –que involucra cuestiones narrativas que no conviene adelantar-, hay que lidiar con los caprichos de los insectos y las inclemencias del tiempo. Y por más que haya dos cámaras cubriéndolo todo, hay que repetir una y otra vez la cuestión.

En un alto del rodaje, mientras los elementos se preparan, un Mortensen sin la capucha que cubre su rostro busca con el cronista un lugar cómodo para conversar y elige una choza que funciona como improvisado trailer, posiblemente uno de los más deprimentes de la historia del cine. “Con el frío las abejas no salen, no quieren salir”, dice, explicando una complicación inesperada de la escena mientras se acomoda sobre... algo.

A esta altura no sorprende conversar con Viggo como se lo hace con un vecino y empezar hablando del descenso de River o de los disturbios. Tampoco que tome mate y que su termo tenga el escudo de San Lorenzo. En medio de ese panorama desolador que es esta zona del Dique Luján, su presencia calma y su tono de voz bajo son familiares, apaciguadores.

En el primer filme argentino de su carrera, el actor de Una historia violenta se pone en la piel de dos gemelos, Agustín y Pedro. El primero vive en Buenos Aires y parece llevar una vida normal –aunque algo frustrante-, hasta que se entera de la muerte de su hermano, que vivía en el Tigre, donde ambos crecieron. Agustín va hacia allí y termina tomando la identidad de Pedro, sin saber que estaba envuelto en un mundo criminal y que su vida comenzará a correr peligro.

“Son temas que tienen que ver con las primeras películas que hice con Cronenberg –dice Viggo, refiriéndose a Una historia...

y Promesas del Este , y exceptuando a Un método peligroso , en la que encarna a Sigmund Freud y que tendrá su première mundial en el Festival de cine de Venecia-. La cuestión de la identidad, de cómo nos presentamos frente a nuestra familia y amigos. Aunque sea leve la diferencia, presentás un personaje diferente a cada persona, depende de lo que sientas o quieras. De niño aprendés a hacerlo”.

En tu caso debe ser mucho, ya que está el Viggo argentino, el estadounidense, el danés, la celebridad...

Y sí, cada vez que vuelvo acá pienso en cosas de mi infancia. Ahora que estoy hace un rato largo trabajando con argentinos, de repente veo algo y me acuerdo de maneras de hacer o decir las cosas. Ese es el lado personal que también tiene él al volver al Tigre: revivir eso. Aunque no vas a volver, acordarte.

Que un hermano tenga que hacer del otro es, para un actor, como duplicar su trabajo...

El que hace Agustín, tratar de reemplazar a su hermano, es el trabajo del actor. Observar qué hace el otro, prestar más atención. Si, por ejemplo, yo tengo que interpretarte a vos, te observo más detenidamente de lo normal: cómo hablás, cómo te sentás, cómo caminás, esas cosas. Aunque este hermano sabe algunos de los gestos del otro, no es un actor. Y aunque fuera muy buen actor, cuando lo ve alguien que conoce al otro es difícil, más de lo que piensa. Y eso lo pone nervioso...

¿Ahora cuál de ellos sos? El que hago ahora es el otro, Pedro, pero el 70, 80% del tiempo soy Agustín tratando de ser Pedro. En general le va bien, pero duda de muchas cosas. Cuando ese tipo te mira, ¿te conoce o sólo te está mirando? El trato con el del almacén, ese perro que espera en el muelle. ¿Es mío? No sé. A la vez, al fingir tanto, haciendo el esfuerzo de ponerte literalmente en los zapatos del otro, lo vas entendiendo a él mejor. Y también te vas conociendo más a vos mismo. Y en un momento para de estar nervioso y le importa menos, le va gustando… Parece una trama hecha para vos.

Sí, él se fue de esta zona a los once años con su hermano. El otro volvió por su cuenta y no había buena relación entre ellos. El conoce mejor al hermano haciendo de él después de que muere. A mí me pasa también que mi relación con Argentina se normalizó al estar más tiempo.

Tenés dos hermanos menores (Walter y Charles). ¿Ellos recuerdan algo de su paso por acá? Cuando nos fuimos tenían 8 y 6 años. Yo tenía 11. Se acuerdan de imágenes. El del medio se acuerda más. Pero el más chico no hablaba una palabra de inglés. Entendía, pero hablaba sólo español y mis padres estaban preocupados. Me acuerdo en el avión, cuando nos fuimos, hablábamos entre nosotros en castellano. Después empezamos a hablar inglés y mi hermano menor, a la semana, se soltó y se olvidó totalmente del castellano. Yo, al volver, lo recuperé todo...

La trama parece una puesta en ficción de esas cosas personales: las distintas identidades, los hermanos que tomaron caminos diferentes, el irte de un lugar a los once años...

Filmar acá es como volver a mi infancia. Hablando de hermanos: hay fotos que se ven en la película que son mías con uno de mis hermanos. Hay una cosa que se está mezclando. Cuando te vas a la ciudad, ya adulto, perdés cosas de la infancia, te olvidás y eso no se puede recuperar. Hay un mundo interior que tiene que ver con la pérdida de la inocencia, con cierta cosa interior, física, mental. El personaje, estando acá, se va acordando: la casa, el muelle, el arroyo, la casa de los abuelos donde los chicos se criaron hasta los once. Y yo me fui a esa edad. Es muy parecido: te vas acordando las cosas.

Respecto a la forma de trabajo acá, ¿la sentís muy diferente a la que estás acostumbrado? No, tiene algo parecido a la forma de hacer cine independiente allá. Obviamente que hay una forma de ser, cultural, que es distinta. Pero en general el trabajo se hace igual de bien. Cambia la manera de hablarse, me gusta eso de darles un beso a todos a la mañana… ¿Cómo la ves a Ana, haciendo una opera prima tan compleja? Bastante tranquila. Debe sentir presión, pero no se nota. Es muy cuidadosa y no quiere desperdiciar la oportunidad. Pero es un desafío grande, filmar en el Delta, en invierno. Respetamos mucho el guión que escribió. Buscamos cosas, hablamos, tenemos una muy buena relación. Siempre hay cambios, diferencias, pero todo es muy fiel a lo que ella escribió.

Así como estás enganchado con la literatura joven argentina, ¿estás viendo cine nacional también? Un poco más ahora. Cuando vengo, veo cosas. Para esta película vi La León y es hermosa. Ver cómo es la gente de la zona, el paisaje.

¿Cómo fue hasta ahora el trabajo con los actores argentinos? Con Soledad (Villamil) hicimos escena muy difíciles, muy bien. Con (Daniel) Fanego también, hicimos una escena clave y está muy bien. Tiene una presencia bárbara. Y Sofía es genial. Ensayamos mucho, más de lo que lo suelo hacer, pero me gusta. Todos nos preparamos lo mejor posible porque después que arranca la cosa, lo que te queda es lo que hiciste antes.

¿Qué dice tu agente cuando te aparecés con proyectos como éstos? Se querrá matar (risas). Pero es que es lo que me gusta. De repente recibí ofertas por mucha guita y no, estoy haciendo esto. No me niego a hacer películas grandes. Hago lo que me gusta. Pero cuando digo que voy a hacer algo, lo hago. Hay actores que dicen “una mierda, me van a pagar un millón de dólares, me voy”. Yo no. Si aceptaba una peli de estudio y me llegaba este guión, decía que no.

Pero no debe ser el primer guión argentino que te dan… Siempre que vengo me llevo varios. Y el de Ana me interesó y podía hacerlo. No estuve trabajando tanto últimamente. Mi mamá se enfermó y mi padre tuvo problemas y tuve que dejar cosas para estar con ellos. Estos fueron dos años difíciles. Hasta hace seis meses he estado mucho con mis padres. Suerte que pude, pero dije que no a varias cosas. En la película de Cronenberg reemplacé a otro. Me dijo: “Sé que estás con tus padres, pero se puede filmar todo junto y si tenés que volver, volvés”. Hice eso y algo corto en En el camino , de Walter Salles. Hice de Old Bull Lee, basado en William Burroughs.

¿Cómo viene la reunión del elenco de “El Señor de los Anillos” para “El Hobbit”? ¿Vas a participar? El personaje no está en El Hobbit , pero era para trazar un puente entre las dos películas. Todavía no sé nada. Pero si va a volver Aragorn, prefiero ser yo el que lo haga




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