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Al igual que Michael Jackson y Madonna, fue un rey de la música pop. Ahora, a los 53 años, dice: “El desafío es superar lo que hice en el pasado; en cada show toco como si fuera el último.”
1/9/11
Al igual que Michael Jackson y Madonna, fue un rey de la música pop. Ahora, a los 53 años, dice: “El desafío es superar lo que hice en el pasado; en cada show toco como si fuera el último.” A Prince se le hace tarde, y cuando a Prince se le hace tarde el entrevistador empieza a preocuparse. Estoy solo en el piso de arriba de un elegante restaurante de París cuyas paredes, alfombras y bancos son (tal vez por casualidad) de un púrpura adecuado a Prince. Me pongo a pensar en los periodistas de principios de los años ‘90, que pasaban seis días dando vueltas por Paisley Park, el centro nervioso de la Minneapolis de Prince, a la espera de una audiencia para luego verse limitados a entrevistarlo por teléfono. Hasta una espera relativamente modesta de tres horas puede ponernos nerviosos. Pero de pronto... ahí está, solo, hecho un mar de disculpas y apretones de manos, tras lo cual se acomoda en un banco. Está impecable. Los pantalones y el suéter de cuello alto son tan negros como su pelo, brillante y esculpido. Tanto el anillo como los aros y la cadena que lleva al cuello son de plata deslumbrante. La piel, de una increíble suavidad, no parece la de alguien de 53 años. El carisma parece agregar unos centímetros a su altura. Pide un té verde. “Aquí no aceptan MasterCard”, dice con una mueca. “Sólo American Express. Voy a tener que lavar los platos.” A la pregunta de por qué no parece envejecer, Prince se embarca en una explicación barroca que comprende una ilustración de mecánica celeste con una vela (el sol) y un terrón de azúcar (la Tierra), estudios de ADN, el Alzheimer de su difunto padre, la razón por la que no celebra su cumpleaños (“En la Biblia no hay cumpleaños”), la importancia de estudiar, el concepto del tiempo de Dios y la gira de Purple Rain . “El tiempo es una construcción mental”, concluye por fin, y hace a un lado la vela y el terrón de azúcar. “No es real.” Todo eso viene acompañado de un tono que va desde el predicador al maestro de escuela, desde el vendedor hasta el cómico y el conductor televisivo. Muy rara vez habla con la prensa (“Si necesito una evaluación psicológica, la hago yo mismo”), y su rechazo por los periodistas que usan grabadores sugiere cierta paranoia, pese a lo cual es muy bueno en las entrevistas. La gente debe sentirse intimidada cuando lo conoce, le digo. ¿Trata de hacer que los demás se sientan cómodos? “Lo logro muy rápido. Tengo muy buen carácter.” Se me queda mirando. “No se siente intimidado, ¿verdad?”. No en este momento, pero sí por su reputación. “Mucho de eso se origina en otros. A la prensa le gusta exagerar las cosas, de modo que la gente termina por parecer más imponente de lo que es. Cuanto más rápido se acaba eso llamado fama, mejor. La gente no necesita ser famosa.” Prince extraña los días “en que podía andar por la calle sin que me siguieran ni me molestaran.” Recuerda la primera vez que advirtió que era famoso, alrededor de 1979. “Sucedió muy rápido. Tenía puesta ropa vieja porque iba a ayudar a un amigo a mudarse. Unas chicas se acercaron y una de ellas dijo: ‘¡Dios mío, es Prince!’ Pero otra concluyó: ‘No es Prince.’ No volví a salir de casa mal vestido después de eso.” Junto con Michael Jackson y Madonna, Prince fue uno de los reyes de la música popular. A diferencia de ellos, él podía hacer de todo: cantar, escribir, tocar, producir, diseñar, hacer películas, todo. Con Purple Rain , de 1984, pudo jactarse de tener al mismo tiempo la película, el tema y el disco más exitosos en los Estados Unidos. Durante su etapa imperial, daba la impresión de que su única competencia era él mismo. “Tenía el control creativo”, dice orgulloso. “Tuvimos que pelear más de un año antes de llegar a un contrato. Por eso tenían que aceptar todo lo que presentara. ¡Ni siquiera tenían permiso para hablarme!” Prince está de vuelta en Europa. Las giras son la fuente de dinero en estos tiempos, por supuesto, pero también parecen ser lo que le gusta. Se describe como un “tirano amable. Es probable que sea la persona más difícil con la que trabajar en una banda, pero lo hago por amor.” Su banda ha ensayado unos trescientos temas de los que Prince puede elegir, lo cual hace que tocar en vivo sea más divertido que antes. “ Purple Rain tenía cien shows, y alrededor del número 75 me volví loco”, señala. “La razón es que sólo querían ver la película. Si uno no tocaba todos los temas, estaba en problemas. Después de 75, uno ya no sabe dónde está. Tuvieron que arrastrarme al escenario. ¡No quería ir! Hasta hubo sangre. No voy a decir por qué, pero estaba ensangrentado. Fueron los shows más largos, porque ya sabía lo que iba a pasar.” Ahora, dice, “el desafío es superar lo que hice en el pasado. En cada show toco como si fuera el último.” Sigue recurriendo a Sly & the Family Stone en busca de inspiración, y fue el ex bajista de esa banda, Larry Graham, el que lo introdujo en los Testigos de Jehová hace diez años. La fe parece haberlo calmado, si bien al precio de despojar sus temas de la angustia, la combatividad y la sexualidad transgresora que animaba parte de su material más fuerte de los ‘80. “Era antiautoritario, pero al mismo tiempo era un tirano amoroso. No se puede ser ambas cosas. Tuve que aprender qué era la autoridad. Eso es lo que nos enseña la Biblia. La Biblia es una guía para la interacción social.” Lo explica de otra forma. “Si voy a un lugar donde no me siento estresado, no hay alarmas de autos ni aviones que pasan sobre nuestras cabezas, entonces se entiende qué es la contaminación sonora. El ruido es una sociedad que no tiene Dios, que no tiene cohesión. No podemos hacer lo que queremos todo el tiempo. Los límites son necesarios.” A veces parece apreciar demasiado los límites. “Es raro estar en países islámicos y saber que hay una sola religión. Hay orden. Se usa la burqa. No hay alternativa. La gente se siente bien con eso.” ¿Pero qué pasa con las mujeres a las que no les gusta tener que usar burqas? “Hay gente a la que nada le gusta”, dice. “Todo tiene un lado oscuro.” Advierte por mi expresión que no estoy muy convencido y trata de explicar, pero renuncia con un suspiro. “No quiero hacer proselitismo. Podría hablar infinitamente de mi visión del mundo, pero soy un músico. Eso es lo que hago. Y también soy música.” Ya ha pasado más de una hora y empieza a parecer inquieto. ¿Se siente más tranquilo cuando hace música? “Puedo sentirme muy tranquilo haciendo otras cosas también”, dice, con lo que me parece una mirada atrevida. ¿Alguna vez siente nostalgia? “Tiendo a recuperar parte del arte de entonces. Me gusta ponerlo en remeras y bolsos. Los fans lo adoptan. Pero en el plano musical, no. Cada banda nos hace crear temas diferentes”. Sigue minimizando su propia condición de estrella y cantando loas a su banda, a Dios o a Sly & the Family Stone, ¿pero alguna vez piensa, tal vez mientras toca When Doves Cry ante 30.000 personas? “La verdad es que soy muy bueno en esto?”.“No lo pienso”. Sonríe levantando una ceja. “Lo sé”. |
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