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Villa-Devoto

Messi está feliz al fin.

Baja visibilidad y malas condiciones climaticas.
COPA AMERICA
/ Hay otro Messi. Ya no está ese que no quería salir de la concentración en el primer rato libre tras el cruel 0 a 0 con Colombia. Se fue ese que se cobijaba en la intimidad y en sus silencios. Bienvenido este Lionel. El que elige presentarse en conferencia de prensa aunque no corresponda, entendiendo cuál es el rol del mejor jugador del mundo en una de las selecciones más importantes del planeta, en la antesala de un clásico crucial y en vísperas del regreso a un escenario donde por primera vez sintió el maltrato. El 10 que está feliz no es Riquelme, sino el que asumirá las mayores responsabilidades ante Uruguay.


Sus compañeros de Selección lo protegieron y el mundo futbolero lo acarició, desde Maradona y Grondona hasta los jugadores de Barcelona que lo llamaron. Eso sí, primera como siempre la familia. Papá Jorge salió a explicar antes de Costa Rica lo que no haría falta en cualquier ámbito donde manda la lógica. Debió contar lo mucho que su hijo sentía la camiseta. Es que la salvaje maquinaria del exitismo y del show a Leo parecía que lo trituraba. Si hasta le reprochaban que no cantara el himno... Contraste letal: del cariño total en Barcelona a los cuestionamientos sin piedad. No había consuelo para el crack. Hasta que las horas pasaron. Batista armó un equipo con mayores opciones de descarga para Lionel. Y el cielo se despejó.


Entonces, no necesitó el impulso del capitán Mascherano para abandonar la concentración en la última tarde libre, la que él mismo organizó pidiendo la presencia no sólo de Jorge y de mamá Celia, sino de sus tres debilidades: Tomás, Agustín y Morena, los hijos de sus hermanos Matías y Rodrigo, los sobrinitos que en la dolorosa noche de Santa Fe sostenían una bandera en la que se leía: “Leo te bancamos. Toda la flia”... Y tampoco olvidó de solicitar a su hermana María Sol, obvio.


En la cancha, Messi volvió en Córdoba. Y afuera, regresó ayer. Por eso Argentina espera en paz e ilusionada a Uruguay. Con un Leo así será más fácil. De todas maneras, como lectura más global, pensando en lo que genera aquí Messi y apuntando a disfrutarlo a pleno, se impone un minidiálogo de Clarín con Pablo Zabaleta, con Leo como testigo bajando la cabeza repleto de vergüenza:


-Pablo, ¿te sorprende o ves como natural en los argentinos que justo aquí sea el único lugar donde no se reconoce a Leo en forma unánime y siempre le encuentra un pero, al revés del resto del mundo?


-Somos un país muy exigente en lo futbolístico. Pero hay que saber que el fútbol son momentos, a veces buenos y otros no tanto. Yo lo conozco a Leo.

Coincidimos en muchísimos juveniles, compartimos la Mayor y vivimos en la misma ciudad, en Barcelona. El reconocimiento de la gente en todas partes del mundo es increíble: lo buscan a él, le ponen banderas, le cantan. Acá, en Argentina, tendríamos que estar contentos y súper felices de tener al mejor del mundo. Leo representa a todos los argentinos. Hay que reconocerlo. Es una historia diferente la Selección. Son pocos partidos y hay que hacerlo bien porque la gente exige. Y a veces, cuando las cosas salen mal, parece que Leo es el único culpable. Yo no comparto ese pensamiento. El fútbol es un juego colectivo.

Todos somos responsables. Estas críticas pueden doler, pero Leo es un chico muy maduro y es conciente de que hay que tratar de estar lejos de cualquier crítica.


Después del análisis de Zabaleta, la conclusión es sencilla. A Messi no hay castigarlo. Hay que entenderlo y disfrutarlo.

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