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Marvin Gaye: Soul, baby, soul

A 40 años de la grabación de uno de esos discos que se hacen fundamentales al cambiar la historia, Universal (en estados Unidos) lo publica remasterizado, con lados b, fotos de la grabación y otros chiches.
ESPECTACULOS
/ A veces el futuro está en el pasado. Más que porque el pasado tenga alguna respuesta, porque el presente es demasiado confuso como para ofrecer algún indicio de hacia dónde va la cosa. Y porque una cosa es la incertidumbre, tan cotidiana como necesaria y estimulante, y otra la sensación de orfandad. En términos musicales (puede valer para las artes en general pero por su gran popularidad la música está más expuesta a los vaivenes del humor social), el regreso a la canción de buena parte de los artistas y bandas demuestra el agotamiento (al menos por el momento) de un género como el rock (en sus varias variantes) para hablar del hoy, y por otro el surgimiento de una generación que no nació al influjo del astro Beatle, pero que ahora regresa a él descubriendo lo que las generaciones precedentes no vieron. Como si fuera una fuente de la que aún se puede beber y a mucho gusto. Claro que el mundo que le dio origen se le parece poco. Pero ese es otro cantar.

Entre las supernovas explotadas en ese período de gracia artística que comprendió la década que va de mediados de los sesenta a mediados de los setenta, hubo una llamada soul, género negro de origen religioso y por lo tanto marginal. Acaso marginal por dos. Para tener una idea más cercana, hasta bien avanzado los sesenta los discos de artistas negros iban por otro carril que el de los blancos: sus rankings radiales y de ventas no se cruzaban, por lo cual un negro podía estar número uno en ventas del Rhythm and Blues (de donde brevaban los grandes del rock y el pop) pero no era considerado top ten. Y si bien en los setenta la música negra tenía un lugar bien reconocido en el amplio espectro de lo popular, la supernova soul parecía ser bastante específica. Pero un día, Marvin Gaye hizo What’s Going On. Y entonces casi todo fue otra cosa.

Primero, mostró que los negros desde su música se podían ocupar y muy bien de los temas del mundo (Jimi Hendrix, por citar uno, ya lo había hecho, pero desde el rock, un género que no les pertenecía cien por cien). Segundo, que el soul era un género tan versátil como cualquiera para hablar del mundo y sus males y problemáticas, y no ser una música que acompañara ruegos de salvación a Dios. Tercero, que podía fusionarse y arreglarse con otros género igual de negros, como el jazz, y otros poco pigmentados, como la música clásica.

El disco rápidamente se convirtió en una especie de biblia. Cantado desde el punto de vista de un negro ex combatiente de Vietnam (a la sazón el hermano de Gaye, que había vuelto del frente), hace un recorrido por los dolores comunes pero con la particularidad de pertenecer al grupo de los discriminados, que por una guerra no dejaron de serlo. Y si un ex combatiente a su regreso del frente está más proclive a ver y palpar la injusticia y el sufrimiento, el abuso de drogas y alcohol para evadirse, y el odio que parece dominarlo todo, siendo negro (valga la ironía), tiene una posición de privilegio.

Mercy Mercy Me (The Ecology), Inner City Blues (Make Me Wanna Holler) o What’s Happening Brother, el mismo What’s Going On o Right On son de esos temas para llevar por siempre; para tenerlos a mano y tomarse de ellos cuando haga falta.

Pero donde Gaye se lleva todos los aplausos y de pié es en su posición irreducible a la hora de negociar con su sello Motown. Berry Gordy, uno de los dueños de la compañía, se negaba a sacar el disco por considerarlo demasiado político como poco comercial. La negativa fue tan fuerte, que Gaye, a esa altura un consagrado de reconocida carrera pero con contrato con Motown, le ofrece sacar un simple: de acuerdo al resultado comercial, el resto del disco se lanzaba según como ya lo había grabado o no. La gente preguntaba si no había más de eso que Gaye había hecho, y el disco se editó con sus nueve temas, todos producidos por el mismo Gaye: es el único de sus discos en el que figura como productor. Eso también es espíritu de época, aunque la distancia y la confusión del presente lo distorsionen.

En junio se cumplieron 40 años de su aparición en Estados Unidos, cumpliendo la máxima del mismo Gordy su sello: debía hacer música que alcance los corazones, las almas y las billeteras de todas las personas.


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