Se vino a vivir en pensiones desde Rosario para trabajar de actor. Recuerda sus inicios junto a Ure y Bartís. Y su actual protagónico en “La familia argentina” ESPECTACULOS / De muy chico tuve la convicción de que iba a ser actor. Eso puede ser una suerte o una condena. O las dos cosas al mismo tiempo. Me di cuenta rápido de que me iba a tener que ir bien en el tema de la actuación, porque pude comprobar que era bastante inútil para otras actividades.
Me fui de Rosario en 1993 , a mis 24 años, con la sola idea de poder vivir de la actuación. Allá, no me iba mal, trabajaba como actor, pero no podía sustentar mi economía. Hoy eso está cambiando y las regiones están pudiendo producir en su propio lugar, lo que va a descomprimir la sobreoferta cultural de Buenos Aires. Que no está mal que la tenga, pero no es bueno que no haya producción en las otras ciudades. No siempre la gente se quiere ir de su lugar. Viví en una pensión, en Sarmiento y Paraná, arriba de las Bahamas, el bar de los cirqueros.
Cuando Alberto Ure sufrió su primer Accidente Cerebro Vascular, yo estaba haciendo El pecado que no se puede nombrar en el Sportivo Teatral, y fue un momento en que los elencos de la ciudad ayudamos con funciones para acompañar esa situación. El año pasado estaba leyendo Ponete el antifaz , una recopilación de trabajos teóricos, apuntes y críticas de Ure. Era un un momento en que no estaba con mucha actividad y fue una conmoción. Lloraba de risa y me reía de angustia en los bares como un loco con ese libro. En ese momento, justo, la actriz Claudia Cantero me acerca la obra La familia argentina . Fue impresionante porque el texto me producía lo mismo que el libro de ensayos: la burla, el cinismo, la hipocresía, las fugas por risa de un texto que lo volvían, de esa manera, digerible. Tuvimos la sensación de que era una obra necesaria y eso armó una maquinaria autogestiva que la llevó adelante.
Yo los emparento mucho a Ricardo Bartís y a Alberto Ure, son intensos en su manera y su forma de transmitir: en cómo ellos colocan a los actores en un lugar importante. Alguien que puede taladrar la dirección, cuestionar un texto, sin que estos avasallamientos signifiquen una ruptura. En La familia argentina , en algún momento, sentí la necesidad de pasarle por encima a sus textos, que es el mejor homenaje que se le puede hacer a Ure. Textos sobre los que él mismo se hubiera burlado, también. Esa fue la manera en que dirigió la obra Cristina Banegas, quien trabajó tanto con Ure. Ella había formado parte de un intento de hacerla, junto a Norman Briski y Belen Blanco, dirigidos por Ure, que no se pudo llevar adelante. Cristina Banegas trabajó y encontró el tono de la puesta.
Hay que evitar los compartimentos estancos entre dramaturgia, dirección y actuación. Porque sino, la interpretación queda reducida a un espacio aburguesado, donde ya está todo dicho.
Fue un año muy movido en cuanto a los concursos de la televisión digital abierta. Hice cuatro teleseries de 13 capítulos cada uno. En ellos se relevaron personajes, grandes diálogos de la historia, incluso edificios ligados a nuestro pasado. Me ha tocado hacer de personas para nada parecidos a mí, como Perón, Videla y Cavallo, y otros de mayor semejanza física, como Rosas o Agustín Tosco, de quien soy bastante parecido.
Tengo 43 años, actúo desde que tengo 16 , pero la incertidumbre en esta profesión es mucha. Siempre me acuerdo, y no por hacer una comparación, válgame Dios, de una biografía de Mastroianni. Cuenta que ya era un actor reconocido y hacía películas en el mundo, y había hecho La Dolce Vita y la madre todavía le decía: ¿Por qué no te buscás un trabajito, hijo? Algo más seguro...
Para el primero que actúo es para mí . Estimo, quiero y confío que toda mi vida seguiré actuando.
Con Alberto Ure tomé clases en el ‘93, en Canal 13. Había que hacer un bolo para poder hacer el curso. Me dio una mano Fanego. Hice un papelito en Viví con un fantasma y me presenté con esa contraseña a un directivo que avalaba el pase al curso. “Esta el cupo lleno”, me dijo esa parsona. Había hecho tantos esfuerzos para estar ahí: había viajado de Rosario, había hecho un bolo, sólo para ese curso. Me estaba yendo c omo quien se desangra , por un pasillo, y en una oficina entreabierta escucho el golpeteo de una máquina de escribir. Una Olivetti. Con dos dedos escribía alguien. Supe que era Ure. Paso con temor, le digo lo de los cursos, que el cupo está lleno.
¿Quién te dijo eso?, me dijo, y empezó a putear. Yo tenía una carpeta, me acuerdo, con recortes de críticas, notitas de diarios de Rosario y Santa Fe.
¿Esto es un curriculum? , me grita Ure y lo empieza a romper delante de mis ojos.
¿Sabés la cantidad de actores que hay en Buenos Aires y que deben ser mejor que vos? Hacé una carpeta con dos fotos y poné lo que hicieste en cine, en teatro y en televisión. Si no hiciste nada en televisión, inventá. Poné que estuviste en tal y tal programa que nadie va a corroborar. Si querés poné Zona de riesgo , que era el programa que dirigía él. Ure generaba eso: intervenciones únicas, inolvidables. |
No hay comentarios.: