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Villa-Devoto

Lorenzo Quinteros, La vida después.

Entrevista Lorenzo Quinteros Cuenta su accidente y los desafíos de volver.
ESPECTACULOS
/ Lorenzo Quinteros recuerda que tenía 10 o 12 años. En aquellos tiempos, trabajaba como cadete en la cantina del club San Martín de Monte Buey, el pueblo cordobés en el que nació. Alguna vez, el cantante de tangos Alberto Morán, que en ese entonces ya era una estrella, fue al buffet y pidió una ginebra. Aquel nene que hoy es un hombre de 66 años todavía recuerda el momento en el que le llevó el vaso a Don Alberto, así, con grandes mayúsculas.

Esa y otras escenas que forman parte de la vida del actor son contadas en Pezones mariposa , la obra sobre textos de Bernardo Cappa que se ve en El Camarín de las Musas. El actor interpreta a un ex futbolista algo psicótico, que conoció años de gloria y que ahora atiende el bar de un club venido a menos. Pasa sus horas entrenando a un futbolista obeso, con la improbable idea de venderlo a un club boliviano. Una obra exquisita, con una minuciosa interpretación de Quinteros, acompañado por Fernando De Rosa y Darío Levy.

Sentado en el amplio living de su departamento de Almagro, el actor dice que esta obra lo salvó; habla de un accidente automovilístico del que todavía se recupera y de la “dictadura del texto” en el teatro.

Cappa trabaja con un boceto que crece a partir de las improvisaciones con los actores. ¿Qué le gustó de esa idea primaria del director? Me emocionó la historia de ese fracaso. La figura de Cesario, mi personaje, es la típica del deporte argentino. Pasa en el fútbol o en el boxeo, con figuras como Gatica y Bonavena. Son tipos que terminan muy mal después de alcanzar la gloria. Se gastan la guita en putas o en lo que sea. Hasta que un día comienzan a derrumbarse y tocan fondo. Ese fondo no tiene límites.

¿Siente la obra más propia al ser un proceso creativo colectivo? La anécdota de Morán, la foto en escena de su padre...

El relato creció a partir de las improvisaciones y eso lo volvió entrañable. El personaje no se sostiene si no está uno; en otras obras no importa demasiado lo que el actor haga. Siento que Cesario me permite una mayor capacidad de simbolización; cuento cosas que me pasaron a mí como si le hubiesen sucedido al personaje.

¿Hay más libertad al no tener que ajustarse al corset del texto? Sí, claro. Los actores somos dependientes de la letra, hay una suerte de dictadura del texto. El teatro está organizado de una forma industrial en la que el texto es el diseño madre, que gobierna al resto de la cadena de producción. En ese engranaje, el actor está en un segundo plano y sólo se vuelve protagonista a partir de su relación con el público. Son estructuras arcaicas, que sólo rompen la creación colectiva, la improvisación y otras búsquedas más propias del teatro independiente.

Poco antes de comenzar los ensayos tuvo un accidente en la ruta. ¿Cómo se está recuperando? Fue el 24 de febrero del año pasado, a un mes de comenzar con los ensayos. Iba en el auto y me agarró un camión en la Ruta 9. Me quebré siete costillas y perdí el conocimiento. La recuperación es lenta. Físicamente me siento bien, pero ahora estoy trabajando en cuestiones que tienen que ver con la memoria y la concentración. El golpe me afectó en la memoria de corto alcance. Y para estudiar un texto tenés que tener todas las memorias disponibles.

¿La obra le resultó un alivio? Sí, claro, la verdad es que este espectáculo me salvó. Cuando tuve el accidente, le sugerí a Bernardo Cappa que continuaran sin mí. El me dijo que estaban dispuestos a esperarme. Y me dio la posibilidad de seguir disfrutando de la actuación, pero sin la condena de tener que estudiar el texto.




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