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Mascotas: el mejor centro de salud está en el barrio de Agronomía

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Escondido en el barrio de Agronomía de la Ciudad de Buenos Aires y dependiente de la UBA, cada día se atienden aquí más de setenta casos. El precio que cobran es módico y la atención, de excelencia. Cada jornada se cruzan en sus pasillos historias de dueños y veterinarios.


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5/5/2016

Si a uno le dijeran que existe un lugar público en plena Ciudad de Buenos Aires en donde atender a su mascota con los mejores profesionales –formados en las más diversas especialidades-, con instalaciones en donde tomarle todo tipo de muestras y realizarle todo tipo de estudios, a un precio módico, no dudaría en conocerlo. Si a uno le dijeran que para poder ser atendido tiene que levantarse a las tres de la mañana, para llegar antes de las cinco y conseguir, si tiene suerte, un turno, probablemente empezaría a dudarlo, si es que no desistió inmediatamente. Si a uno le contara alguien que ya lo hizo, que todo esto vale la pena, porque animales que fueron dados por perdidos encontraron su cura, volvería a considerarlo.

Todas las noches, más de sesenta personas hacen este sacrificio para que sus mascotas sean atendidas en el Hospital Escuela de la Facultad de Veterinaria de la UBA.

El Hospital es casi un secreto. No muchos saben de su existencia y hasta resulta difícil encontrarlo desde la calle. Emplazado a mitad de una larguísima cuadra en el número 4351 de la avenida San Martín, se accede mediante una puerta gris, pequeña, diminuta si se tiene en cuenta el universo que esconde. Allí se inician, cada madrugada, cientos de trayectorias que se entrecruzan: las de las mascotas y sus dueños, y las de los profesionales que día a día se enfrentan al desafío de curarlos, tomar decisiones que pueden implicar su vida o su muerte, enseñarles a los estudiantes que hacen pasantías o cursan materias, resolver qué hacer con los animales que muchos abandonan, lidiar con la psicología y hasta en muchos casos la agresión de los dueños. Y la mayoría de ellos, sin cobrar. Bienvenidos al mundo del Hospital Escuela.

La postal del hall de entrada a las nueve de la mañana, el horario pico, es digna de una foto, de una caricatura o de algún tipo de retrato. Entre los laberínticos pasillos, las filas podrían ser como las de cualquier trámite, con la pintoresca diferencia de que cada uno lleva de la mano una correa con un perro, un bolso con un gato, un conejo en brazos, un pato en el regazo, o un loro en una jaula. La otra diferencia la da el olfato: la mezcla única de olor a perro y Espadol es penetrante.

En el pasillo donde esperan para ser llamados, las charlas entre dueños son casi obligadas. La mayoría es habitué y tiene al menos cinco o seis mascotas, conoce a la perfección el modus operandi, saluda a los médicos de ambo y delantal cuando pasan, se convida mate con el resto y habla con naturalidad del número verde o del más cotizado: “Con el rojo te mechan para control entre turno y turno”, relata un conocedor, dueño de un mestizo próximo a operarse por padecer neoplasia. NT

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