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Villa Devoto: Francisco Nuñez, una de las tantas causas armadas

Crónica de una causa armada por la policía a un joven del barrio de La Boca por un supuesto homicidio. Su hermano había sido asesinado por un agente de la Federal en 2012 y su familia estima que la lucha por el esclarecimiento de ese caso motivó la acusación. Esta semana empieza el juicio.
  


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Francisco Nuñez, una de las tantas causas armadas
26/8/14

–¿Estás viajando? –le dice Francisco.

–Sí, estoy en el colectivo –responde Erika, su pareja.

–¿Qué ves por la ventana?

Erika Quintana le describe a la gente y los perros que se cruza en el camino, sobre todo a los perros que tanto les gustan. Mientras habla, Francisco Nuñez cierra los ojos y se imagina sentado junto con ella. Hace más de un año que está preso y los muros del penal son todo lo que suele ver. El joven de 24 años acusado de matar un hombre a golpes en las inmediaciones de su casa de La Boca, será juzgado los próximos 19, 25 y 26 de agosto en el Tribunal Oral en Lo Criminal Nº 24. Ramiro Gerber, el abogado de la CORREPI que lo defiende, no tiene dudas:

–Es una de las tantas causas armadas por las fuerzas de seguridad del Estado. No hay absolutamente nada como para apuntar directamente a Francisco. Le están haciendo pagar por un hecho que no cometió.

Francisco tiene un hermano por el que sus padres, Omar Nuñez y Lucía Montiel, también piden justicia. Se llama Diego y fue asesinado en junio de 2012, en un presunto caso de gatillo fácil. El chico que cumplía 19 años esa noche, fue rematado con cinco balazos por Pablo Alberto Carmona. Se trata de un policía de la Federal y miembro de la Interpol, que estaba de franco y visitaba a su pareja en un edificio del barrio porteño de Caballito.

Carmona actualmente se encuentra imputado en la causa, aunque sin procesamiento. Sigue en libertad. En su testimonio, alegó que había actuado en legítima defensa, en un supuesto intento de robo.

–No consta, conforme a las pruebas recolectadas, que efectivamente Diego haya entrado al departamento de la pareja de Carmona y que haya intentado robar. Sí consta que ingresó al edificio –dice Belén Beyrne, abogada de la Asociación Miguel Bru, que lleva la causa.

La familia tuvo que buscar a Diego por medios propios. Tardó tres días en encontrarlo en la morgue donde estaba señalado como NN a pesar de tener su DNI y un teléfono Nextel que recién le habían regalado sus padres.

Para Omar y Lucía, exigir el esclarecimiento del caso de Diego fue el origen de la acusación a Francisco.

–Cuando tenés una causa en contra de la policía o de la justicia, ese acoso siempre pasa– dice Omar. A Lucía la quisieron secuestrar dos veces en la puerta de nuestra casa. Y como no pudieron con ella, fueron por él.



Francisco estaba viviendo en un departamento vecino a la casa de sus padres, en la esquina de Martín Rodriguez y Brandsen, en La Boca, cuando se cometió el homicidio del que fue acusado después. Ese día a la madrugada, despertó a Erika apenas llegó de Puerto Madero, donde trabajaba en un restorán. Mientras tomaban mate, escucharon gritos afuera.

–Pensamos que era quilombo con mis suegros –dice Erika. Como ellos siempre salen a la vereda, le dije “anda, fíjate si no es tu papa”.

Desde el asesinato de Diego, los Nuñez estaban especialmente atentos, cuidándose uno al otro. Por eso, y sin darle más vueltas, Francisco decidió salir a la calle. Al mismo tiempo que bajaba las escaleras, Erika se asomó al balcón y pudo ver que ninguno de los que peleaban era de la familia. “Fran, vení”, le gritó y ahí terminó para ellos el incidente. No supieron que se trataba de un arrebato. Tampoco se enterraron de que la víctima, Jesús Vidal Barja, había muerto en el Hospital Argerich por las heridas recibidas ese día de noviembre de 2012.

Siete meses después, el 1 de junio de 2013, Francisco fue detenido en la cooperativa de viviendas de su padre, en Mataderos. Ahí se había mudado con Erika y su hija, luego de que Omar le ofreciera un trabajo como sereno.

–Llegaron sin orden de allanamiento, sin orden de arresto, sin nada. Ni siquiera se presentaron como policías, estaban de civil y lo apuntaron con un arma. Ellos declararon que Francisco se resistió. Pero no se resistió, se asustó– dice Omar.

Francisco fue alojado en la Unidad 28 de los Tribunales porteños. No recuerda haber firmado ningún documento que levantara el resguardo físico que había pedido cuando llegó. Sólo recuerda sentirse mal después que le dieran de comer. “Como drogado”, dice su padre. Cuando retomó conciencia, estaba por ser transferido al penal de Devoto.

–Allá empezaron las torturas psicológicas y físicas –dice Omar. Una causa está abierta por apremios ilegales pero no son apremios ilegales. Si vos le provocas maltrato a una persona o un detenido, eso se llama tortura.

Francisco empezó a dudar: tal vez era huérfano. Fue después de que los guardiacárceles insistieran en decirle que no tenía padre, ni madre. Según Omar, le alcanzaron una soga con la que su hijo intentó ahorcarse. La cuerda se rompió. En algún momento, también dejo de comer y de tomar agua que parecía hacerle sentir cada vez peor. Ante el hambre, tragó su propia orina y materia fecal.

Cuando su familia lo visitó en el pabellón de salud mental de la cárcel de Ezeiza a la que había sido transferido, parecía que no iba a aguantar un días más.

–Si lo hubieras visto, aún si conocerlo hubieras llorado –dice Erika. Su cara estaba lastimada. Tenía pinchazos en la espalda, los ojos amarillos, la mirada como perdida.

Hace unos meses que Francisco está en la cárcel de Marcos Paz adonde viajan sus padres dos veces a la semana. Los martes llevan a Erika, que trabaja los otros seis días en una empresa de limpieza desde que su pareja está presa. La camioneta que les sirve para recorrer los más de cincuenta kilómetros hasta el penal debía ser un regalo de cumpleaños para Diego, pero no llegó a conocerla. Cuando no la utilizan, queda estacionada frente a la casa de Omar y Lucía: una vivienda precaria pintada con los colores de la Boca y un stencil de su hijo asesinado.

Sobre los motivos por los que Francisco se encuentra detenido desde hace más de un año, el abogado de la CORREPI dice:

–Hay una serie de testimonios que recoge la policía y a partir de los que se arma una historia inverosímil. No tiene sentido en el marco técnico, ni en el marco probatorio. No coincide con los acontecimientos, ni siquiera con las lesiones de ese muchacho que supuestamente murió asesinado por Francisco, Jesús Vidal Barja.

Según Gerber, la acusación a Francisco se sustenta en las declaraciones de varios testigos indirectos, que ofrecen puntos de vista distintos sobre lo sucedido. Uno sostuvo haber visto la escena desde un sexto piso. El otro, a través de un vidrio esmerilado y con una persiana bajada. El tercero declaró haber escuchado a una mujer gritándole al acusado que volviera.

Para la justicia, Francisco estaba prófugo, pero no recibió ninguna notificación al respecto en su domicilio. Él continuó con su trabajo como sereno en la cooperativa y ayudaba a su padre a vender choripanes los fines de semana que se jugaba un partido en La Bombonera. Al abogado de la CORREPI también le llama la atención que utilicen llamadas de Omar a Misiones como prueba de que el defendido preparaba una fuga. Los Nuñez tienen familia en esa provincia y viajan regularmente a visitarlos.



Omar, que está en silla de ruedas, tiene dos carpetas apoyadas en la falda. En una está el expediente que se constituyó sobre Francisco y en la otra, sobre Diego, con un par de fotos entremezcladas. Algunas fueron sacadas en Iguazú. Los dos hermanos solían acompañarlo a su Misiones natal y le daban una mano con actividades solidarias que tiene allá para la gente discapacitada.

Omar se crió en la Villa Mitre. Desde muy chico, su sensación es de tener otra edad que la suya, de “quemar etapas”. “Nunca he jugado con cochecitos”, dice. Por eso tal vez, quiso que sus hijos guarden algo de su inocencia, ofrecerles mejores condiciones de vida.

–Jamás pensé que a Diego le pudiera pasar esto. Y a Francisco, menos. Con lo que le hicieron a su hermano, lo preservamos mucho.

Sólo faltan unas horas antes del juicio.

–Es un alivio¬ –dice Erika. Entre alegría y nervios, porque no sabemos lo que nos espera. Si ya pudieron armar todo esto… ¿Con qué nos podríamos encontrar ese día?

Cuando Francisco esté libre, a Erika le gustaría tomarse vacaciones como la vez que fueron a Pinamar e iban a la playa hasta de noche. O caminar por aquella vereda en Mataderos donde solían ir a pasear. Tendría que ser un día de sol. En sus sueños, siempre son días soleados.

Oriane Fléchaire



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