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"Messi me vio y me dijo. '¡qué haces Ronaldinho!'"

La práctica abierta de la Selección en Brasil fue histórica. Un falso Dinho se metió en la cancha y, como un par más, reverenció a Leo...

"¿Qué hacés acá Ronaldinho?”.
  
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"Messi me vio y me dijo. '¡qué haces Ronaldinho!'"   
12/6/14

Si acaso Lionel Messi pensaba que ya nada podía sorprenderlo, en Brasil se dio cuenta de que su capacidad de asombro aún no estaba agotada. Camiseta del Atlético Mineiro, dientes saltones, rasgos calcados, ese rostro tan familiar hizo detener sus pasos cuando se estaba yendo del estadio Independencia. “¡Es igual!”, decía Leo del clon de Ronaldinho mientras le daba la mano y Robinson Oliveira ponía la rodilla en tierra cual si estuviera saludando a un rey.

Y en verdad lo estaba: en Belo Horizonte, ni Pelé, ni Neymar ni el propio Ronaldo de Assis Moreira: o rei es Messi. Un Messi que flechó de tal manera a los mineiros que en el Día de los Enamorados recibió las muestras de pasión más inesperadas de su vida. De parte del falso Ronaldinho, sí, pero antes del primer hincha que se animó a saltar el vidrio blindado para alterar un entrenamiento hasta ahí rutinario.

Si ese morocho, calvo y de remera roja, festejó como un gol haberse quedado con el premio mayor, el buzo azul del mejor jugador del mundo, Robinson no sólo fue la estrella de la noche mineira sino que en apenas segundos se convirtió en trending topic y atrajo la atención hasta de Marcelo Tinelli, que no pudo resistirse a la tentación de retuitear la imagen del este ni-ni de 23 años. Ni trabaja ni estudia: su única ocupación es, cuando le ponen unos billetitos, aprovechar la similitud que le entregó la naturaleza para dedicarse a la imitación.

Ronaldinho, o Robinson, lo mismo da, fue tal vez la máxima expresión de la locura que desató Messi. Porque entre las seis mil personas que fueron a ver la práctica abierta de la Selección, había camisetas del Atlético Mineiro, del Cruzeiro y de Messi. Del América, de River y de Messi. De Brasil, de Boca y de Messi. Y de Messi las había en todas sus formas: de Argentina, de Barcelona y hasta del Napoli.

Messi es Maradona. Acá y en la China. Es Maradona, encima, con redes sociales. Es Maradona y Pelé. Magia y diplomacia. Arte y corrección política. Y esa mezcla, no hay dudas, provoca esta fascinación globalizada. D10s es argentino. Y por estas horas atiende en Brasil.

Unico ser capaz de licuar una rivalidad eterna, el 10 traspasó la frontera más hostil. Y logró lo que nadie: penetrar en el corazón del fútbol. ¿O usted se imagina a Neymar, a horas del inicio de una Copa del Mundo en Argentina, siendo ovacionado y venerado en la cancha de Newell’s? Messi, como en una cancha, produce cosas imposibles. ¿Cuál es la última? Que en BH deseen que el campeón sea Argentina. Pero el descontrol no sólo es emocional: también organizativo. De otro modo no se explica cómo el gemelo de Ronnie y otros 30 hinchas burlaron la precaria seguridad para así ponerle la tapa a Olé .

Explicáselo a Robinson lo de la flexibilidad de los controles. El seguía dándoles entrevistas a los medios argentinos, brasileños, mexicanos, uruguayos, y sacándose fotos hasta con los mismo hombres de traje negro a los que un rato antes había dejado en ridículo. “Fue maraviloso para mí. ¡Beleza! ¡Estuve con mi ídolo! Y que me perdone Ronaldinho, que merece mis respetos y por el que me gano la vida, pero el mejor de todos es Messi!”, repetía este hincha de Atlético, el equipo de su clon, que empezó a sacarle jugo a su parecido hace cuatro años aunque recién anoche se hizo tan conocido como el pulpo Paul en Sudáfrica.

Messi, genio, se rió al verlo. Igual que el verdadero Ronaldinho, que el día que lo conoció, le dijo: “¡¡Qué feo que sos!!”.











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