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A Caruso Lombardi se lo devora un Frankestein que él mismo inventó

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El DT le saca provecho a su histrionismo y frente a las cámaras realiza el show que más le gusta: descalificar al otro. Termina dominado por el monstruo que construyó. Reparte culpas a terceros, niega versiones de coima y sabe preparar su propia retirada.
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27/5/13

El primer logro de Ricardo Caruso Lombardi, auténtica y excepcional conquista, aunque no reconocida, fue el de haber llegado a la primera de Argentinos Juniors en una época en la cual cada jugador surgido de las inferiores del club de La Paternal portaba un sello distintivo y que lo acreditaba como un futbolista creativo, de buen pie y de una riqueza técnica ponderable.

En 1981, cuando el volante derecho debutó en la división mayor, los “Bichitos” se mostraban con orgullo como los hacedores de la gran joya promovida cinco años antes: Diego Maradona.

Antes y después de RCL, fue el turno de los Redondo, los Borghi, los Batista, los Sorín, los Riquelme y los Ortigoza, por ejemplo. Sí, lo del “batallador mediocampista”, tal como lo definían los medios de prensa de entonces, fue un mérito sin dudas asombroso.

Poco duró en su club de origen, en el que las propias presiones de quienes llegaban desde abajo como las futuras promesas a punto de ser promovidas se le transformaron en un problema irresoluble. Su peregrinar por los clubes de ascenso, entonces, fue un camino sin retorno: Almagro, Italiano, Atlanta, Chacarita y Defensores de Belgrano - allí se retiró, en 1992- supieron tenerlo entre sus filas.

Sin margen para dedicarse a otra actividad que no fuera la futbolística, aceptó un ofrecimiento para hacerse cargo del plantel de Defensores de Belgrano, ya como entrenador. Llamó la atención, allá por 1994, cómo se las compuso para reordenar a un grupo de jugadores más desde lo psicológico que desde lo propiamente futbolístico. Apenas un año después, al comando de Sportivo Italiano, hizo su ingreso definitivo al primer plano del peculiar mundillo del ascenso: metió al azzurri bonaerense en la B Nacional.

El perfil de Caruso Lombardi, era, casi dos décadas atrás, el de lo que en el fútbol argentino se conoce como “un laburante a domicilio”. Iba de club en club como si fuera de casa en casa con una valija repleta de herramientas para solucionar un problema domiciliar. Así, deambuló por Estudiantes de Buenos Aires, Platense, Temperley, All Boys y El Porvenir, con menor o mayor éxito.

Sin embargo, su momento bisagra recién llegó en 2003, cuando el por entonces hombre fuerte de la ANSES, Sergio Massa, lo convenció para llegar a Tigre; el actual intendente del Partido, ubicado en el norte del conurbano bonaerense, se jugó una carta a ganador con RCL, y acertó.

No sólo fue exitoso el paso de Caruso Lombardi por Victoria, ya que logró el ascenso a la BN, sino es que a partir de allí comenzó un antes y un después en cuanto a su perfil hacia el afuera, ya que se convirtió en mediático cual si hubiera seguido los consejos de un político en campaña.

Su imagen pública, desde entonces, fue creciendo hasta insertarse en el inconsciente colectivo de la comunidad futbolera. Desde aquél momento hasta hoy, no pasan más de tres o cuatro meses - como mucho - en los cuales no esté involucrado en un escándalo.

El personaje le ganó al profesional respetado. Le gusta, lo disfruta y de ninguna manera siente remordimiento o culpa; todo lo contrario.

Caruso Lombardi se fue convirtiendo en un entrenador rupturista, de aquellos que toman brasas ardientes con sus manos y las van transformando en cenizas sin haberse quemado en el intento.

De sus pasos exitosos en lo deportivo por Argentinos Juniors, Newell's, Racing, Quilmes (a pesar de haber perdido la categoría, luego lo puso a un paso del ascenso) y San Lorenzo, también fue protagonista de show mediáticos que incluyeron peleas, denuncias y amenazas con futbolistas de sus propios planteles. Se recuerdan, por ejemplos, sus cruces con Diego Scotti, Rolando Schiavi, Claudio Husain, Alejandro “Chori” Domínguez y Carlos Bueno, además del actual con Diego Placente.

En 2009, en su nuevo paso por Tigre, el jugador colombiano Angulo Villegas lo denunció ante las cámaras televisivas debido a haber recibido un pedido de coima por parte del técnico para jugar. Ya en el ambiente futbolístico, ese tipo de sospechas se habían instalado en más de un plantel.

Es más, cuando San Lorenzo logró mantenerse en Primera tras la promoción frente a Instituto en julio 2012, sobrevoló la versión de que el DT se había quedado con una parte sustancial del premio al plantel.

En el inicio del segundo semestre 2012, RCL fue más allá y la emprendió contra Marcelo Tinelli, ya en su rol de vicepresidente 1ro. de San Lorenzo, aunque debió bajar dos o tres escalones cuando sus agravios hacia el empresario televisivo terminaron en la Justicia. Allí, el verborrágico DT puso freno de mano y debió retractarse públicamente. La publicación de la gacetilla de Ideas del Sur fue un golpe de nocaut para su ego y narcisismo.

“Caru”, como le dicen los íntimos, potencia sus rasgos y se auto convierte en un Frankestein que lo termina dominando a él. Una nueva rama de la psicología social define a este tipo de personalidades como la de “poderictos” o adictos al poder. La característica principal es que quien está inscripto en esta categoría necesita permanentemente demostrar que ejerce poder sobre los demás, en todo momento y lugar.

Son personas que necesitan ser admiradas, obedecidas y nunca cuestionadas. RCL es un ejemplo típico: vive vanagloriándose de sus logros, cuando habla lo hace en tono de sentencia, adoctrina en vez de dialogar y si formula una pregunta le interesa más su forma de exponerla que la respuesta del interlocutor.

Ahora, habiendo descabezado a tres referentes del plantel de Argentinos Juniors (Placente, Garcé y Matellán), Caruso Lombardi se sacó la responsabilidad de encima diciendo que había actuado por encargo, aunque desde la dirigencia le hicieron notar que la decisión había partido de él.

Quizá, ya esté pensando en lo que se vendrá en vez de lo que le toca solucionar. Esta es otra de sus cartas credenciales: preparar el terreno para una eventual salida en la que pueda quedar a ojos de todos como la víctima y no como el victimario. Sabe como hacerlo y de qué manera repartir culpas entre terceros. Mal no le ha ido, al menos hasta ahora.



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