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Lo último de Clapton, lleno de covers y amigos invitados.

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Menos logrado que su “Clapton” (10), es otra muestra de cómo el guitarrista inglés sabe rodearse de invitados.
Eric Clapton.

30/4/13

En 2010, Eric Clapton editó uno de los mejores albumes de su carrera solista. Titulado sencillamente con su apellido, el disco resumía quién es el Clapton de los últimos años: alguien que hace música sólo porque le gusta, lejos tanto de las injerencias corporativas que marcaron productos de los ochenta como Behind the Sun o Journeyman, como de cualquier presión por sonar moderno, como el traspié electrónico de 1998, Pilgrim. Además, con Clapton rompió el molde de alternar un trabajo monográfico (homenaje a Robert Johnson, dúos con B.B. King y J.J. Cale) con otros (Reptile, Back Hom e) más orientados al mercado.

Old Sock es una suerte de continuación de Clapton, muy disfrutable, pero algo menos lograda. Otra vez, hay canciones del American Songbook, algo de y con J.J. Cale (Angel), y un par de temas nuevos escritos para Clapton, nuevamente haciendo gala de su pereza compositiva.

Gotta Get Over, con Chaka Khan de invitada, cumple la función de aportar el groove setentoso de Clapton en el único momento con cierta intensidad rockera.

Every Little Thing comienza promisoriamente como balada, pero se estrella con un estribillo reggae que en otro contexto podría haber funcionado. No tiene sentido discutir sobre si la aparición de sus hijas en el final es algo tierno o irritante: para entonces la canción ya es una oportunidad perdida Llama la atención la ausencia de blues, apareciendo más en espíritu que en forma en Still Got the Blues, un sentido homenaje a Gary Moore, con Steve Winwood en órgano Hammond y Clapton guardándose el conocido motivo de guitarra recién para el final.

Inversamente, hay bastante reggae, no presente en el disco anterior, en el estilo que Clapton patentó en 1974 al versionar a Marley. Además de You Don’t Miss Your Water de Peter Tosh, Clapton reggaefica a Taj Mahal (Further On down the road, con el autor de invitado) y a Otis Redding.

Lo más interesante de Old Sock está en los clásicos blancos: country (Born to Lose) y folk (Goodnight Irene, de Leadbelly), en ambos casos con Clapton en dobro; y en los standards: es obvio que The Folks Who Live on the Hill de Kern y Hammerstein y Our Love Is Here to Stay, de los Gerhswin, es la música que Clapton, lejos del cálculo de los discos de Rod Stewart, escucha en su casa.

Particularmente interesante es All of Me, no sólo porque Paul McCartney toca el contrabajo y canta la segunda voz sino porque ilustra -como el encuentro de 2011 con Wynton Marsalis en el Lincoln Center- la capacidad del guitarrista de acercarse al jazz con sus herramientas de siempre, gracias a su sensibilidad melódica.

A Old Sock le falta la distinción instrumental que traían a Clapton invitados como Marsalis o Allen Toussaint, y un poco más de delicadeza en la producción, sin dudas culpa de que al equipo del disco anterior se sumó Simon Climie, cómplice en Pilgrim, capaz de sobreproducir hasta el encuentro de Clapton con B.B. King.

A los 67, lejos del rock, con poco más que su voz bien añejada, su lado más sutil como guitarrista, sus sesionistas amigos y su colección de discos, Clapton da otro ejemplo de cómo envejecer con dignidad; una virtud que le fue esquiva en algunos de sus discos más exitosos.




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